Ciudad Perdida
Cruzada con piel de oveja
Ingenuidad delegacional
El DF, presa de ambiciones
Miguel Ángel Velázquez
P
uede ser ingenuidad, y es difícil creerlo, pero también se podría tratar de un proyecto bien estructurado, no para beneficiar a los pobladores de la capital del país, sino para borrar en el DF todo resquicio de oposición a la idea de plantar, por fin, el plan salinista de desarrollo en una ciudad que se ha negado, mediante el voto, a ceder ante esas ambiciones.
Así se interpreta desde diferentes ámbitos el beneplácito que algunos delegados han expresado en favor de la llamada cruzada contra el hambre, que impulsa el PRI. Tanto el jefe delegacional de Iztapalapa, Jesús Valencia, como el de Álvaro Obregón, Leonel Luna, condicionan el accionar del trabajo priísta a la posibilidad de que sean los tres niveles de gobierno los que intervengan en su realización, pero además, imagínese usted, piden que tal proyecto no se aplique con fines electoreros.
Y sí, de pronto parece cosa de ingenuos, porque pedir al lobo que no se trague a su víctima es cosa de eso, de ingenuos. ¡Claro que el PRI viene por el DF! La estrategia es simple: arrebatar todas las banderas que hasta ahora, desde hace 15 años, han mantenido los gobiernos llamados de izquierda fuera del PAN y del mismo PRI.
El manifiesto colaboracionismo del actual gobierno de la capital con el federal y la obediencia de los delegados a esa línea de acción no puede aceptarse más que con la justificación ciega y malparida de que se hace en bien de la ciudad, porque de lo contrario el gobierno federal no cedería los recursos que hacen falta para el desarrollo del DF.
Tal vez sea cierto, pero en el lapso citado, ni Cárdenas, ni López Obrador y tampoco Marcelo Ebrard –pese a que al final de su mandato cedió un tanto de su autoridad opositora– necesitaron de empeñar su quehacer a los caprichos de Los Pinos para lograr ciertos avances en la capital.
Por el contrario, la voz de esos mandatarios, que exigieron una y otra vez equidad en el reparto de los dineros públicos y la inversión que se hizo de ellos en favor del DF, no obstante los obstáculos puestos desde el gobierno federal, marcó la diferencia con losazules, y los priístas que gobernaban otras entidades de la República.
Eso se ha perdido, cuando menos ahora, al inicio de este sexenio. Y es que si algo se ha ganado en esta ciudad es la legitimidad de sus gobernantes. La gente de esta capital ha votado en mayoría por diferenciarse de lo que se hace en otros ámbitos de gobierno. Ni con el PRI ni con el PAN, dijeron los ciudadanos en las urnas, y hay que entenderlo. No se trató sólo de las simpatías que provocó Miguel Ángel Mancera, sino también, y en buena medida, del trabajo de López Obrador como candidato presidencial, de la labor de Marcelo Ebrard, y algo muy importante, del rechazo de priístas y panistas a las opciones que les presentaron sus partidos.
Así que, en ese recuento, lo que debe quedar claro es que en el DF no se quiere virar a la derecha, cosa que parece importar poco a quienes hoy tienen el poder en la capital y empeñan sus banderas en aras de lo que no vendrá. No hay tiempo para hacer experimentos, porque las consecuencias podrían resultar desastrosas.
De pasadita
Las prácticas de diputados a la Asamblea del DF, en aparente contubernio con los delegados –por aquello de los 20 millones de pesos para cada uno–, advierten no cuestiones ilegales, sino un instrumento más para viciar la práctica política en el DF. Es necesario transparentar esos dineros de que hablamos en la entrega anterior, para dejar tranquilas muchas conciencias ciudadanas que empiezan a dudar del trabajo legislativo.
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