miércoles, 4 de noviembre de 2009

Salvador García Soto--Serpientes y Escaleras (ROCHA--QUEDAR INSATISFECHOS)


04 de noviembre de 2009
Si Juan Camilo viviera…
Dicen que en política, como en la vida, los “hubieras” no existen; no deberían existir. Nunca traté personalmente a Juan Camilo Mouriño y fui uno de sus críticos cuando vivía y se desempeñaba primero como influyente jefe de la Oficina de la Presidencia y luego como secretario de Gobernación. Me parecía, sin embargo, un personaje enigmático: ¿qué le daba tanto poder a un joven sin mayor experiencia ni capacidad política?

Justo hace un año, el día en que murió al estrellarse su avión, en este espacio lanzamos una pregunta que, para la tarde de aquel martes, parecía entre agorera e imprudente: “¿Quién no quiere a Juan Camilo?”. Aquel texto hablaba de ataques contra el entonces secretario de Gobernación por otros miembros del primer círculo de Calderón —concretamente por Germán Martínez y César Nava—, que entonces comenzaban una lucha sorda por el reparto de candidaturas en las elecciones intermedias de 2009.

A un año de distancia, de Juan Camilo se ha dicho mucho; desde los panegíricos y las odas de quienes lo conocían de cerca, amigos y familiares, hasta las críticas algo implacables de quienes nunca quisieron reconocer importancia a su muerte o a su ausencia en Gobernación, pasando por los cuestionamientos al exceso por el trato casi de héroe que dio el Presidente a su más cercano colaborador, a quien despidió con funerales de Estado.

Pero a la distancia, aquel trágico accidente tuvo sus consecuencias en el círculo inmediato del Presidente y por ende en la operatividad política del gobierno. Aun con su falta de madurez política, Juan Camilo había logrado convertirse en un operador pragmático que le funcionaba a Calderón. “Era un muchacho que tenía idea, le faltaba, pero con él se acordaba bien y se resolvía, sobre todo resolvía directamente”, dice uno de los actuales jefes políticos del PRI que negoció con él.

Hay gobernadores de distintos partidos que aseguran que después de su muerte la comunicación con Calderón “nunca volvió a ser la misma. Con él se podía hablar, se podía entender y sobre todo se aterrizaban cosas que se resolvían”, comenta un gobernador del PRD.

Con su abrupta muerte, Calderón perdió a un operador que, aunque en ciernes, daba a su gobierno algo que no tienen desde hace un año: operación política. La oposición perdió un conducto importante para negociar o acordar con el gobierno, función que no necesariamente fue retomada por los colaboradores presidenciales. ¿Hubiera sido diferente el jaloneo por los impuestos en el Congreso? ¿Hubiera crecido políticamente Juan Camilo para volverse el prospecto de Calderón para 2012 con todo y las dudas sobre su elegibilidad? ¿Lo hubieran dejado otros grupos y colaboradores presidenciales que veían con recelo la confianza del Presidente con Mouriño? Lo dicho: los “hubieras” no existen.

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