El 28 de mayo de este año, inmediatamente después del secuestro, escribí en La Jornada que “en la semana que estuvo desaparecido Diego… murió, revivió, hizo campaña y levantó como nadie en estos tres años la imagen del partido”. Dije que, al menos en los medios, había aparecido su cadáver en un campo militar, víctima de una nueva guerra sucia, y que su desaparición había sido considerada al mismo tiempo “secuestro, levantón, venganza, desavenencia con un cliente, mensaje del narco y un escalamiento de la guerra por parte del crimen organizado”. Sigue el enigma.
¡Apareció!, sí, con un timing y una apariencia mediáticos: sano, fuerte, en pleno uso de sus facultades mentales, y con una impresionante barba de Santaclós en época navideña; un mes antes del inicio del año electoral, y cuando el PAN-gobierno se encuentra en el punto más bajo de su historia, cuando nada parece funcionar.
Repetía en los medios un discurso meticulosamente preparado, destinado a convencer a futuros electores de que es un hombre nuevo: compasivo (lo primero que hizo fue perdonar a sus captores, como Dios manda); firme y legalista (hay que perseguir a sus secuestradores, pero sin ánimo de venganza y respetando sus derechos humanos); humilde y equitativo (no se centren en mi caso, hay otras prioridades); religioso (no dejaba por un momento de dar gracias a la Virgen), y preocupado por Marisela Escobedo, cuyo nombre jamás recordó, pero a quien se refería simplemente como la señora de Chihuahua.
A estos panistas les falta mucho para que dominen el sutil arte de engañar con la verdad, como hacían los priístas en su época de oro. ¿Es coincidencia que haya aparecido Diego poco después de que Felipe Calderón anunciara que el candidato presidencial pudiera ser una sorpresa, alguien que no está en el gabinete? Alguien, vaya, como Diego Fernández de Cevallos: el hombre que pudo ser presidente, y que ahora vuelve por sus fueros cuando más lo necesita el partido. ¿Diego vs. Enrique Peña Nieto? Diego, el único panista que podría descarrilar la maquinaria electoral del PRI en las encuestas, especialmente tras un debate de candidatos en la televisión.
Resulta obvio que apareció asistido por uno o varios consultores de imagen de Televisa: limpio, fresco, con el pelo corto y la enorme barba esponjada cuidadosamente arreglada. A la llegada a su casa lo esperaba una nube de reporteros y camarógrafos. Como es su costumbre, conducía personalmente un lujoso automóvil. Lo hacía con una sola mano, porque en la otra sostenía un enorme ramo de rosas rojas, flores de pasión para la joven esposa (¿telenovela 2012?).
Intentaba dar la impresión de ser un hombre nuevo, transformado por la tragedia, pero lo delataban las mismas cejas negras encrespadas y la misma mirada retadora; la misma voz estentórea e intransigente. Discutía con los periodistas y defendía sus puntos de vista con la vehemencia de siempre. Ante una pregunta de Carlos Marín se dio el lujo de hacer un retruécano inexplicable (la causa de la causa es causa de lo causado). No obstante la noble intención, sus referencias constantes a la Virgen no salían de boca de un asceta, sino de un político en campaña.
Garganta Profunda, el hombre que llevó a los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein a descubrir el misterio del Watergate, repetía siempre el mismo consejo: follow the money (sigan la ruta del dinero). Y ese pudiera ser el secreto para descubrir el enigma del secuestro de Diego. Los medios revelaron inicialmente que el rescate que pedían sus captores, los misteriosos desaparecedores, era de 50 millones de dólares (hoy resultó de 30). Pero Diego, con todo y su new look y su apariencia de humildad, no dio en ningún momento la impresión de ser un hombre que ha perdido una fortuna así en el ocaso de su vida. O quizá tiene tanto dinero que la enorme suma, como le dijo Carlos Marín el día de su liberación, sería como quitarle un pelo a un gato.
Volviendo al tema del dinero agradeció en más de una ocasión a quienes hicieron posible su rescate. ¿Alguien pagó por él? ¿Alguien le prestó el dinero con garantía de sus cuantiosas propiedades? ¿El gobierno, el PAN, Salinas? ¿Alguno de los cárteles, para instalarlo en la Presidencia a cambio de favores? Efectivamente, lo recomendable sería seguir la ruta del dinero.
La historia tiene muchas inconsistencias. El angustioso llamado al hijo para que lo liberara de un martirio insoportable es inconsistente con su afirmación de que los misteriosos desaparecedores lo trataron en forma correcta y respetando siempre su dignidad. ¿Y qué decir del Diego secuestrado, que aparecía vendado, vulnerable, demacrado y sosteniendo una copia de Proceso? Nada que ver con el Diego combativo que enfrentó a los medios a las puertas de su casa y en la televisión.
¿Qué nos espera: una lucha de dos candidatos apoyados por Televisa (Diego y Peña Nieto) con la consultoría política de Salinas? Al día siguiente de su misteriosa aparición Diego se descartó como candidato para 2012. Si usted le cree, espere el 6 de enero la llegada de los Santos Reyes. ¡Felicidades!
No hay comentarios:
Publicar un comentario