El desastre que provocó el estallido en un ducto de Pemex en San Martín Texmelucan es buen ejemplo para mirar cómo se manejan estos problemas en el país. Me reuní con enlaces de los comités del Movimiento para Transformar a México (por fortuna ningún compañero sufrió daños).
Esta es la opinión de estos activistas que, creo, refleja la de la población: 1) Nadie cree en la versión de Pemex de que el siniestro se generó por el descontrol en una toma clandestina. Piensan que se debió (y en esto coinciden con el senador Francisco Labastida) a que las instalaciones están en mal estado y sin mantenimiento desde hace años. Las ordeñas se hacen de productos refinados, como gasolina y diesel, no de petróleo crudo. 2) El número de muertos es mucho mayor a los 36 que se reportan. El fuego se propagó en varias colonias. Muchísimos desaparecieron convertidos en cenizas por una ola de fuego de 40 metros de altura. 3) Están seguros de que los medios, particularmente la televisión, echarán tierra sobre el desastre. Ya lo están haciendo al dar espacio al farsante de Diego Fernández de Cevallos. 4) Creen que el impacto ambiental afectará el agua, el suelo y la atmósfera, y será resentido totalmente por la población. Que el río Atoyac quedará contaminado y que se echarán a perder numerosos cultivos. 5) No habrá investigación seria ni justicia. No se pagarán enteras las indemnizaciones. Nadie responderá. Ni diputados, ni senadores, ni gobierno federal harán nada serio para esclarecer los hechos. La impunidad se mantendrá intacta.
Nuestros compañeros hacen autocrítica: a pesar de que el desastre provocó solidaridad de la gente con las víctimas, a pesar de que hay rabia e inconformidad, el pueblo no se organizó ni se organizará para exigir justicia. Los manipuladores confían en que la gente, abrumada por una sensación de impotencia, se someterá. Al final de cuentas, mientras no exista una organización articulada, no sólo en San Martín sino en todos los distritos de Puebla, los abusos de las autoridades seguirán impunes. Me dijeron: Si tuviéramos en esta región 143 comités en otras tantas comunidades que existen, la respuesta no se haría esperar y las autoridades tendrían que responder de sus actos.
Cuando terminó la reunión, quedó flotando entre todos nosotros la convicción de que la única fórmula para cambiar las cosas en México está en tres palabras: organizarse, organizarse y organizarse.
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