En los últimos meses Andrés Manuel López Obrador se ha reunido con empresarios. Me ha tocado participar en casi todos los eventos de ese tipo que ha habido en Monterrey, en el Distrito Federal, en Guadalajara. Lo seguirá haciendo, desde luego. Se trata de dialogar, de encontrar puntos de coincidencia y de precisar en qué no está de acuerdo el izquierdista tabasqueño con la mayor parte de los hombres y mujeres de negocios mexicanos. Es algo que estaba haciendo falta.
Creo que, en general, no son diferentes las ideas económicas de AMLO y las que defienden las personas que se dedican a desarrollar empresas. Solo he encontrado una discrepancia importante entre ambos puntos de vista y es, en mi opinión, ideológica: la privatización de Pemex. López Obrador la rechaza en forma absoluta. Para los empresarios, en cambio, no tendría nada de malo que las compañías privadas participaran abiertamente en la industria petrolera. En lo personal, no comparto la tesis de mi amigo Andrés Manuel. Apoyo a este político y estoy trabajando, como muchas personas, en el proyecto de llevarlo a la presidencia de la república en 2012, pero no soy su incondicional. Ya he explicado muchas veces que, si bien mi pensamiento, sobre todo en cuestiones económicas, es de derecha, apoyo a ese hombre de izquierda porque lo considero la mejor opción para gobernar a México. Así de sencillo.
Los que me quieran criticar por tal “incongruencia” tendrían que revisar, antes de hacerlo, el apoyo del derechista premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa al populista Ollanta Humala en las recientes elecciones de Perú. Vargas Llosa lo hizo porque, a su juicio, había peores opciones que Humala, como la derechista Keiko Fujimori. Por eso, porque siempre hay algo peor, Vargas Llosa no vaciló en sumarse a la campaña del izquierdista al que, por lo demás, en otro tiempo combatió.
Andrés Manuel no es perfecto y podría haber mejores candidatos que él, pero en México, actualmente, no los hay. Todos los rivales de Andrés representan programas políticos tan nefastos que nuestro país, de plano, no los merece. El PAN y sus candidatos son la continuación de un esquema de gobierno fallido y corrupto. El PRI y sus candidatos significan la posibilidad de que México vuelva a vivir en la “dictadura perfecta” de la que, hace años, habló el mencionado Vargas Llosa. En la izquierda, los chuchos del PRD encarnan la inmoralidad política y, naturalmente, Marcelo Ebrard Casaubón es un oportunista excesivamente pragmático que no me inspira confianza.
Solo Andrés Manuel, a pesar de algunas desmesuras ideológicas, puede darle al gobierno mexicano lo que más falta le hace: honradez, austeridad, patriotismo sincero, amor por los que menos tienen.
Ayer, López Obrador se reunió con un grupo de más de cien empresarios representantes de las cámaras europeas de comercio que operan en México. Excepto en el tema del petróleo, que en mi opinión tampoco es fundamental y sobre el que se debe debatir mucho más, Andrés Manuel convenció a quienes lo escucharon. Estuve ahí, charlé con muchos de tales empresarios y sé de lo que hablo. Sobre todo, Andrés Manuel cayó bien cuando criticó fuertemente a una empresa española, Repsol, que evidentemente ha recurrido a la corrupción para lograr contratos en México. Supongo que a los empresarios de España que ahí estaban no les debió haber caído bien la sinceridad de López Obrador. Pues ni modo, que se aguanten. Porque la verdad es que, en México, no pocas empresas españolas han abusado corrompiendo a los funcionarios públicos. Eso es algo que se debe acabar. Junto con tantas otras cosas que están mal en México, relacionadas casi todas con la corrupción, y que solo un líder social intachable como Andrés Manuel López Obrador puede eliminar.
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