Ciudad Perdida--
Guerra de enanos en el PRD--
Aflora repertorio de mañas--
Estar en la nómina, meta--
Miguel Ángel Velázquez
Para nadie es un secreto que en el Distrito Federal se ha desatado una guerra por la sucesión en el gobierno central, donde nadie puede decir nada, pero donde todos dicen todo. La ley les prohíbe promocionar sus candidaturas, o sus precandidaturas, pero cada cual se da su maña y se anuncian, a veces como baratijas, en el muy prestigiado mercado de la política partidista.
Seguramente el mayor descaro se puede ejemplificar con los shows de Carlos Navarrete, el candidato de la derecha para suceder a Marcelo Ebrard, pero aunque es el peor, no es el único. La fiebre por difundir logros y por publicitar acciones alcanzó a casi todos los concursantes. Pintas, mantas y anuncios de todo tipo inundan la ciudad sin que exista poder terrenal que los detenga.
Lo más grave del asunto es que nadie recuerda qué es lo que dicen las mantas o las pintas, y todo hace suponer que para ninguno de los que se anuncian resulta importante dejar en esas formas de propaganda algo de su pensamiento. De lo que se trata es demostrar, sacar la cara del poco productivo –en términos de conocimiento público– cargo al que responden, para que las encuestas digan que sí, que sí se les conoce.
Eso no quiere decir que la gente piensa votar por ellos, eso es otro cuento, pero sirve en términos de hacer cuentas y exigir que se les tome en cuenta para la repartición de puestos. Para decirlo de otra forma, se trata de ganar el derecho a la nómina, y está claro que ninguno quiere quedarse sin chamba.
Por eso, se podría deducir, hay tantos tiradores para el cargo de jefe de Gobierno, pero no es exacto. La proliferación de posibles candidatos tiene que ver con el vacío de autoridad que se ha creado, principalmente en el PRD, durante los años recientes. Cosa de echar un ojo a la realidad en ese partido.
Para empezar, la dirigencia perredista no tienen ningún crédito para la militancia. Hay tanta división como nunca. La cúpula partidista prefiere hacer acuerdos con la derecha, se llame PAN o PRI, que con sus bases, de las que no tiene ninguna respuesta positiva a sus acciones. Es, entonces, una dirigencia hueca.
Ese vacío no lo ha logrado llenar la jefatura de Gobierno, como se había hecho con anterioridad. A Marcelo Ebrard se le ha negado el control del partido. Se han tenido que crear instrumentos paralelos para que el jefe de Gobierno tenga algún peso político, pero sus líneas de trabajo poco impactan y menos importan a las tribus.
Y no es gratis. Marcelo ha tratado, una y otra vez, de imponer a su gente, pero sobre todo a Manuel Camacho, que metido en el PRD sería la muerte de la izquierda en ese organismo, que de por sí hoy se debate en su agonía. No se trata de llevar a Camacho a la dirigencia partidista, sino de hacerlo gravitar en las decisiones que se adopten desde el PRD, cosa que se le permite, un tanto, cuando lo que hace o dice no interfiere en la vida de las tribus.
Así las cosas, todos se quieren montar en la posibilidad de conseguir la candidatura. Nadie tiene ventajas; ninguno muestra, cuando menos por ahora, un perfil firme que responda a los malestares de la gente de la ciudad, y que desde su quehacer de siempre haya sembrado la confianza necesaria entre los electores como para que se diga que con él, o ella, el DF mirará hacia horizontes de mayores beneficios.
Por eso hoy se ha declarado la guerra de los enanos, la conflagración de los chiquitos que buscan crecer a fuerza de trampas publicitarias que hartan y no convencen. De cualquier forma hay tiempo para despegar, ojalá surjan los que buscan mostrar principios e inteligencia.
De pasadita
Lo que sucedió hace unos días en Torres de Padierna, las Lomas de Chapultepec y San Jerónimo no es más que una muestra de lo que puede ser un gobierno bajo el comando de Enrique Peña Nieto. ¿Será eso, la mano dura, el autoritarismo, en fin, el regreso a la represión lo que la gente quiere para el próximo sexenio? ¡Qué barbaridad!
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