martes, 16 de agosto de 2011

Las copitas de más, @M_Ebrard y los gritos-- FEDERICO ARREOLA

-Lo que voy a contar no importaría si habláramos de una persona común y corriente, esto es, de cualquier ciudadano.



Anticipo una objeción que seguramente surgirá en el gobierno del Distrito Federal en cuanto esta columna empiece a circular: no me estoy metiendo en la vida privada de Marcelo Ebrard Casaubón, que él, por cierto, insiste en hacer pública al usar su romance con la hondureña Rosalinda Bueso como acto de precampaña.



No voy a acusar a Ebrard de ser un alcohólico, que no lo es. Solo diré que, según muchas personas que tiene cerca, él ha estado bebiendo más de lo acostumbrado en las últimas semanas.



Son ya demasiadas las personas del primer círculo de Marcelo Ebrard que me llaman para contarme que el jefe de gobierno capitalino si no abusa, sí toma dos o tres copitas de más durante las comidas.



Si eso es falso, Ebrard tendrá que hacer algo porque es la imagen que da inclusive a la gente que trabaja con él.



Y si eso es cierto, Marcelo está en un grave problema. No de salud, que no llegará a tanto. Sino político, ya que alguien incapaz de controlar sus emociones sin “ayudas” no es confiable, al menos no para desempeñar el cargo al que Ebrard aspira: la presidencia de México.



Marcelo, hasta donde yo lo conozco, nunca ha sido un bebedor. Varias veces, desde la primera mitad de los noventa, he estado con él en reuniones, y jamás lo he visto particularmente aficionado al vino o a los licores. Eso no es lo suyo.



Entonces, si ahora consume más bebidas alcohólicas que antes, o si es la impresión que da a la gente que tiene cerca, significa que la presión lo está dominando. Y esta muestra de debilidad es un lujo que un precandidato presidencial no puede darse en una nación con tantos problemas como la nuestra.



Y, bueno, aparte de las copitas de más, a Ebrard se le ve en los últimos meses irascible, gruñón, gritón. Malos síntomas, sin duda.



Al parecer, no está pudiendo Ebrard con las tensiones propias de su trabajo como jefe de gobierno del Distrito Federal más el hecho de pensar, en mi opinión ingenuamente, que tiene al alcance de su mano la presidencia de México.



Lo anterior significa que Ebrard no es, no ahora, la persona que México necesita para encabezar el enorme de proyecto de reconstrucción que tendrá que ser la próxima administración federal.



Reconstrucción, sí, porque Calderón, otro que tampoco domina sus emociones, todo lo ha echado a perder.

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