Más que del nihilismo, Javier Sicilia estaría cerca del anarquismo, pero en realidad, está lejos de ambos. La contradicción es su signo. La teoría y la práctica que pregona están radicalmente contravenidas por su accionar público. Su mundo ideal, fijado en el porvenir, expresa fisuras por donde se exhiben las grietas de la incongruencia.
1.- El mundo ideal siciliano
Sicilia plantea que como la variante actual del estado hobbesiano, -es decir, el estado moderno- está en una fase terminal, movimientos sociales como los Ocupa, Indignados, el propio Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y, sobre todo, el del EZLN, serán los que construyan la nueva sociedad, al nuevo hombre. Cualquier otra posibilidad honesta, no deja de ser criticable y absurda, imposible de considerarla con respeto.
Hasta aquí, Sicilia sería casi nihilista al no dar crédito a la organización en vigor, pero en realidad sería casi anarquista -si no fuera porque dios es también autoridad-, porque su falta de fe se refiere exclusivamente al poder. No cree ni en el estado ni en los políticos, pero bien conocida es su fe religiosa en la espiritualidad dominante en occidente y es evidente su amor por la utopía, la convicción en un futuro posible: el propuesto por sí mismo y por Marcos.
2.- La realidad siciliana
Pero resulta que Sicilia sí cree en el estado vigente. Al menos en el mexicano y más propiamente en su gobierno, el de Felipe Calderón. De allí la serie de encuentros en los cuales ha legitimado a ese gobierno y sus políticos. ¿Es selectivo entonces? No sabemos, porque minutos más tarde descree de quien creyó y firma una demanda de juicio político internacional en su contra. Y un poco más adelante es probable que vuelva a confluir con quien es objeto de su creencia y descreencia.
También confía en Manlio Beltrones, variante del político en uso. Ambos han coincidido en la posibilidad de un gobierno de alianza, de coalición. Idea compartida asimismo con Calderón.
Pero cree sobre todo en Marcos. Comparte con el embozado avecindado en Chiapas la crítica permanente a la izquierda electoral del país. Simplemente porque de ganar la elección, esta opción prolongaría de modo “insoportable”, enmascarado de izquierda, ese estado hobbesiano decadente, por un lado, y por otro, reduciría la distancia, las diferencias entre la derecha y la verdadera izquierda representada por ellos. Octavio Rodríguez Araujo ha desenmascarado de manera esplendida esa perspectiva del tapado en “El fin del liderazgo del subcomandante Marcos”.
Marcos y Javier, guardadas las obvias diferencias, hacen recordar un libro y una desilusión de juventud, la de leer Materiales para la Historia de América Latina publicado por Siglo XXI. La perspectiva de Karl Marx sobre México y Latinoamérica: En el proceso revolucionario del comunismo, esta zona no cuenta, así que entre más profunda sea la diferencia entre el gran capitalista que es Estados Unidos y las sociedades subdesarrolladas, entre más se industrialice y enriquezca el imperio a costa de ellas, más pronto se precipitará la caída del capital. No importaba el sentimiento nacional ni la vida de esos países, mucho menos su población. Sólo contaba el futuro comunismo.
Análogamente, para el EZLN-MPJD, sólo el objetivo mayor cuenta: la construcción del nuevo hombre marco-siciliano.
3.- La realidad del país
Si el estado hobbesiano desmenuzado por el poeta está moribundo (“Las grietas del Estado”, Revista Proceso de enero) y en su versión mexicana se aprestan a suplantarle los hombres del MPJD y el EZLN, quienes consecuentemente llaman a no votar por la izquierda electoral para impedir su posible triunfo (como en 2000, como en 2006), y con ello evitar que se atenúen las diferencias entre derecha e izquierda, que se realicen políticas en beneficio de la sociedad de manera gradual –impensables en el estado hobbesiano-, y retardar así el nacimiento del hombre nuevo, estamos ante un serio problema: Tales movimientos no existen más o son minúsculos.
El embozado está solo. En 1994 logró adhesión y simpatías por doquier. Mas su conducta, su patanería y arrogancia, el vacío de sus propuestas, lo sospechoso de su práctica ilógica e irracional (entendible sólo a la luz de los beneficiarios de la misma) al aparecer cada seis años a despotricar contra la izquierda que no es la suya, le han aislado. De otra manera, si comandara contingentes, habría de urgírsele a ser congruente con su postura, a ser radical, a tomar las armas y desbaratar de una vez por todas a ese estado hobbesiano tropical tan vilipendiado por su amigo, tan decadente, tan imposible de ser -con volante de izquierda o derecha, da igual- un vehículo de transición a mejores estadios para la sociedad mexicana.
Sicilia naufragó su movimiento, lo he dicho una y otra vez y lo repito, aquel 8 de mayo de 2011, cuando silenció el clamor del Zócalo henchido, cuando el hombre de fe, el poeta, calló las voces de rebeldía clamando justicia para él, para otros como él y para los mexicanos.
No hay, pues, esperanza en los personajes en cuestión. Sólo nos queda entonces la realidad: Salir a votar el 1 de julio de 2012 por una posibilidad de cambio (una variante honesta e inteligente con la cual estos personajes, pese a todo, no desean conciliar) y no esperar, con un gobierno más del PRI-PAN, un distante futuro incierto en el cual haya desaparecido la odiada organización universal que los agobia.
Ojalá que tanto Marcos como Sicilia, si como buenos ciudadanos de este mundo tienen actualizada su credencial de elector, salgan a votar. Y si no, mejor callen, para no convertir la elección venidera justamente en las de la ignominia.
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