El incidente violento en el que participó el señor Moisés Sacal, finalmente consignado por lesiones graves producidas al portero de un edificio en que tiene un departamento en condominio, es un caso, notorio y público por el video que circuló, pero constituye tan sólo uno de entre muchos que diariamente tienen lugar en la ciudad de México, motivados por la convivencia en inmuebles sujetos al régimen de condominio.
Se dice conservadoramente que están registrados alrededor de 10 mil regímenes condominales y que más de tres y medio millones de capitalinos viven en unidades que forman parte del sistema; en México hay desde pequeños condominios de dos o tres unidades hasta conjuntos gigantescos como Tlatelolco, El Rosario, Independencia, Tlatilco y otros muchos, por lo que la problemática que se deriva de este fenómeno social debe ser de interés prioritario para quienes aspiran a gobernar la capital de la República.
Variantes múltiples del mismo fenómeno han permitido, por un lado, que muchas personas adquieran un lugar propio en donde vivir, base de su patrimonio y de su seguridad, que los mueve al trabajo y al ahorro, pero por otro lado, da lugar a infinidad de conflictos de toda índole que no siempre se pueden resolver con la pura aplicación estricta de la ley vigente; los problemas que a veces convierten a la convivencia con este régimen en un verdadero pandemónium, son no sólo jurídico, sino también social y a veces de índole sicológica.
En el fondo de la problemática encontramos, casi siempre, a alguien que quiere aprovecharse a costa de los demás; los aspirantes a tener un departamento en condominio o los que ya lo adquirieron, tienen frente a sí una lucha constante, en la que, como en el cuento de los tres pelos del diablo, vencido un obstáculo, se presenta de inmediato otro nuevo.
Identifico tres tipos de problemas: el primero, cuando se busca un lugar para vivir y la publicidad engañosa acerca al interesado a las empresas que reciben los ahorros de los aspirantes, se los administran o jinetean y les prometen que un día, si salen sorteados, recibirán un préstamo que les permitirá dejar de pagar renta. La Procuraduría del Consumidor está saturada de quejas en contra de estas lucrativas empresas.
Después, sus cuitas tienen que ver con los llamados desarrolladores, que cuentan siempre con contratos, documentos y mecanismos legales, que les favorecen y que rara vez le sirven al futuro condómino para defenderse. Uno de los sistemas consiste en que el comprador de un condominio no sabe con quién está tratando, el dueño del terreno es uno, el vendedor pertenece a una empresa distinta y otra es con quien se firma el contrato. En esta etapa, los problemas son diferencia en los metros pactados, los estacionamientos, las penas convencionales siempre en favor de los vendedores y la falta de certeza en las sumas a pagar.
Vencidos estos dos primeros obstáculos, el aspirante a propietario se encuentra con el hecho crudo de que tendrá que convivir en forma permanente con vecinos que no siempre se comportan de la mejor manera. En nuestro derecho actual, un matrimonio se puede disolver con relativa facilidad si alguno de los cónyuges o ambos consideran que la convivencia ya no es saludable; en cambio, los condóminos tienen que soportarse hasta que la muerte los separe o todavía después a los herederos.
Los conflictos en los condominios, como le consta a la Procuraduría Social del Distrito Federal, son innumerables y casi siempre tienen que ver con alguien que pretende abusar de sus vecinos. No pagan las cuotas, no cuidan las áreas comunes, tienen mascotas dañinas, se exceden en el ruido y las fiestas y no pocas veces se adueñan de patios, azoteas o escaleras de uso común, sin respeto para los demás.
Ojo aspirantes a gobernarnos, este primer nivel de convivencia, en lugar de un pandemónium, puede muy bien ser un laboratorio y una escuela de democracia, solidaridad y cooperación pacífica.
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