En el ranking del índice de percepción de la corrupción que publica Transparencia Internacional para 2010 Finlandia aparece con un índice de 9.2 de un máximo de 9.3, que corresponde a Dinamarca. México ostentaba uno de 3.1 (3.6 en 2002: la corrupción aumenta sin freno).
Los niños fineses tienen el lugar número uno mundial desde 2000, en que la prueba PISA comenzó a aplicarse a escala global, con ligeras variaciones en algunos años, en los rubros evaluados: lengua, matemáticas y ciencias. Los niños mexicanos ocupan el lugar 49 (PNUD 2007-2008). ¿Serán los finlandeses los niños más inteligentes del mundo?
Los científicos que han completado la secuencia del genoma humano encuentran que los rasgos físicos externos de las personas corresponden a sólo 0.01 por ciento de los genes. Medir la inteligencia, las aptitudes o el carácter por el color de la piel es algo ajeno a la realidad científica.
A estas alturas del siglo XXI, el nivel de ingreso de un país está determinado, muy principalmente, por el nivel de conocimientos y de aptitudes de la población para resolver problemas e innovar en todos los planos de la vida social. En 2011 el PIB per cápita de Finlandia era de 35 mil dólares y el de México de 13 mil 900, con el agravante de que el coeficiente de Gini era en Finlandia de 0.2688 (año 2000, último dato que pude encontrar), y en México era de 0.5174, en 2008; de paso: en 2006 era 0.4811, es decir, la concentración del ingreso ha estado avanzando rápidamente (el coeficiente de Gini, entre más cerca está de cero, más pareja es la distribución del ingreso); (datos de World factbook).
¿Por qué Finlandia es un país de alto nivel de ingreso, tan parejamente distribuido, y México es un desastre en el que la (pésima) educación y el ingreso están rabiosamente concentrados? Porque Finlandia posee uno de los mejores sistemas educativos del mundo, que empezó a reformar valientemente hace algo más de treinta años. Por supuesto, esta es la respuesta inmediatamente detrás de los referidos datos de Finlandia; es necesario explicar cómo los fineses pudieron hacer la maravilla que han hecho de su educación y que continúan mejorando.
El profesor Paul Robert, director del Colegio Nelson Mandela, de Clarensac, Gard, en Francia, decidió averiguarlo y fue a bucear por todo el sistema educativo finés. El programa europeo Arion le permitió hacer una visita de estudio en ese país, en abril del 2006, que fue organizada por Esa Räty, director del Colegio de Niinivaara, agrupando a 18 responsables de oficinas de educación procedentes de 14 países, desde Noruega a Turquía.
Reproduzco unos cuantos de los hallazgos del profesor Robert en Finlandia.
La diferencia entre niños y niñas es mucho menor que en cualquier otro de los países participantes. Los niños no responden tan bien como las niñas en lectura, pero la diferencia entre unos y otras es mucho menor que en cualquier otra parte. Y en matemática, a diferencia de los demás países, las niñas responden casi tan bien como los niños. Otra característica notable es que en Finlandia el impacto de las diferencias sociales sobre los resultados de los alumnos es el más bajo. De manera muy significativa, la cuarta parte más desfavorecida de la población de alumnos finlandeses en términos socioeconómicos se sitúa en matemática, sobre la media de los países de la OCDE.
La proporción de alumnos que obtuvieron bajos resultados en matemática es mucho menor en Finlandia que en cualquier otra parte (6 por ciento contra un 21 de la media de países de la OCDE). El hecho deriva de la gran confianza que los alumnos fineses tienen en sí mismos, en sus competencias y en su potencial de aprendizaje: el nivel de ansiedad relacionado con el aprendizaje de matemáticas aparece claramente más bajo que en los otros países.
Finlandia es un país donde las desigualdades consiguen ser corregidas mejor por la educación; es un país donde las diferencias de capacidad entre los niños y niñas son las más bajas y donde los alumnos tienen una valoración muy positiva de ellos mismos con relación a los aprendizajes.
La polémica por la reforma comenzó con esta pregunta: ¿qué es necesario poner en el centro del sistema, el alumno o los conocimientos? Finlandia eligió sin discusión la primera alternativa. Parece incluso que un fino y profundo análisis de las necesidades reales de cada alumno es lo que está detrás del asombroso éxito del sistema. La idea es que un alumno feliz, bien desarrollado [la palabra desarrollado no traduce, dice el profesor Robert, el participio épanoui. El verbo épanouir se refiere al abrirse de una flor, y hace referencia metafórica a un estado de despliegue, de expansión de potencialidades] adquirirá más fácilmente los conocimientos fundamentales. No se trata de la utopía de un pedagogo iluminado: es sólo la idea que orienta la acción de todos: el Estado, las municipalidades, los directores de establecimiento, los profesores… Finlandia respeta profundamente los conocimientos, pero respeta aún más a los individuos que están en proceso de adquirirlos.
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