martes, 20 de noviembre de 2012


Columna Incómoda. Morena, la Izquierda Unida

ALEXIA BARRIOS G.@alexiabarriosglun 19 de noviembre de 2012
Izquierda Unida es un partido fundamental en el sistema político. Así lo han comentado y reconocido todos, las otras izquierdas y hasta las derechas. Es un actor central para la discusión de las políticas públicas y las definiciones sobre economía, política y sociedad.
En esta agrupación política se encuentran militantes y activistas cuyo objetivo central ha sido la defensa de sus ideales por encima de las compensaciones electorales.
En el Acuerdo Político de su constitución así está establecido: “la Izquierda Unida – dice – va más allá de un planteamiento coyuntural. Pretende ofrecer a la ciudadanía un proyecto estratégico, cuyo propio dinamismo podrá dar todo su alcance a la idea de que hay una izquierda que se une para impulsar una política progresista al nivel de nuestro tiempo.”
A lo largo de su breve historia, sus dirigentes y militantes fueron determinantes para la transición democrática y para que el proyecto de país, desde las izquierdas, saliera adelante luego de haber derrotado al viejo régimen. Su compromiso con el país se antepuso sobre cualquier interés personal, por eso aceptaron las alianzas con los pragmáticos socialdemócratas. Pero también tuvieron la congruencia para romper con ellos, con los sindicatos, con los líderes sociales y hasta con sus bases sociales de apoyo, cuando éstos habían roto y desviado el camino.
En su documento fundacional se establece que son más que un partido político, son un movimiento sociopolítico que es "ineludible necesidad para recuperar la esperanza que subyace en los anhelos de tantos españoles que se pronuncian por la paz y la neutralidad, el trabajo para todos y la consagración, en definitiva, de una democracia avanzada sin espacios excluidos a la soberanía popular".
Izquierda Unida es un movimiento autocrítico y sabe corregir cuando han fallado al mandato popular:
“Nuestros cargos institucionales han prestado de buen grado su voz a las demandas y reivindicaciones de la ciudadanía crítica, de los trabajadores y de los que con su esfuerzo y solidaridad contribuyen a la transformación de la realidad social. Nunca se nos han caído los anillos por ser ‘uno o una más’. También para miles de personas la existencia de Izquierda Unida es una garantía de que la voz de los trabajadores y trabajadoras será escuchada y sus reivindicaciones, cuando menos, consideradas y también una garantía contra el bipartidismo.”
Pero, estimados cinco lectores, no deben confundirse los anteriores postulados, que corresponden a lo que es y ha sido Izquierda Unida, pero de España, y no al émulo mexicano que pretende ser el movimiento alrededor de Andrés Manuel López Obrador conocido como Movimiento de Regeneración Nacional, el cual, el día de hoy, prácticamente se presenta ante los ciudadanos como una “nueva opción” político-partidista.
Realmente, bienvenidos. Varios decepcionados de las izquierdistas reconocen desde hace tiempo, desde que el PRD fue paulatinamente reeditando al viejo PRI, de la necesidad de que en México exista también una Izquierda Unida, una agrupación que más allá del pragmatismo electoral fuera capaz de representar el pensamiento crítico e inteligente, a representantes de la izquierda que sean capaces de defender con congruencia el mandato ciudadano y no a la línea del dirigente en turno o de un caudillo, y que realmente sea una voz de la izquierda. Una organización política, alineada a un movimiento o a un proyecto, que no tenga sólo como fin último alcanzar el poder sin importar los medios; los medios y los fines son igualmente importantes.
Ya hace mucho tiempo que a México le hace falta esa Izquierda Unida y que tenga voz y posición en el Congreso y en otros puestos de elección popular. Pero, y espero equivocarme, por lo pronto yo no vea esa Izquierda Unida en el proyecto del Movimiento de Regeneración Nacional de Andrés Manuel López Obrador; no lo veo en los grupos de apoyo de Martí Batres y sus hermanas, ni de Alejandro Encinas y su hijo, ni lo veo en la familia de Octavio Romero Oropeza; no lo es la corrupta Clara Brugada, ni la familia Ímaz-Sheinbaum, en los empresarios que se le quieren sumar, como los oscuros hermanos Guadiana de Coahuila o Alfonso Romo, ni mucho menos en el Manuel Bartlett de hoy día; no lo veo que en el corto plazo puedan darle forma a un proyecto más congruente que pueda enviar representantes de estatura en el 2018.
Lo que veo son bases de apoyo que dan vida al  neocorporativismo, grupos sociales, muchos tuiteros radicales y anónimos y quizá muchos votos, pero no potenciales representantes de la Izquierda Unida que tanto se necesita. Ojalá no se tarden en desmentirme.
Y de verdad, ojalá y AMLO y MORENA puedan realmente hacer cumplir su decálogo de partido ideal y reservarse el derecho de admisión, pues los primeros apuntados a su proyecto nomás no se me antoja para siquiera simpatizar por el proyecto.

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