¿Quién manda?
Es imperativo que los criminales paguen, pero también lo es saber cuáles son las reglas.
Martes 15 de enero de 2013
Ya se sabe que los benditos o malditos primeros 100 días del gobierno lo marcan casi todo.
Lo que pasa es que el mundo y, dentro de él esa parte que ocupamos llamada México, vive una época nueva.
Me explico. El estallido de la revolución de las comunicaciones, la posibilidad de que, gracias a twitter, la pedrada sea inmediata y multiplicada por mil o un millón, ha hecho que en política el tiempo también haya desaparecido.
Por eso quiero responder a quienes me preguntan: ¿Por qué están vendiendo tan mal el Pacto por México? En realidad, no lo están vendiendo mal. Lo que están haciendo es cambiar totalmente la tendencia.
Le recuerdo, amable lector, que durante el foxismo y el calderonismo –como bien sabe Santiago Creel por el fracaso del pacto de Chapultepec– un pantano entero de tinta fue secado en la firma de pactos. Pactos para todo: para la familia, la juventud, la infancia.
Una vez que se firmaban, se consumía la pluma y salían en el noticiero, no pasaba absolutamente nada. Porque en el mundo moderno lo urgente se come a lo importante y poca gente ha entendido que esto de mandar, cabalgar y controlar al caballo del poder, es un problema de riendas.
¿Qué están haciendo? Mantener algo que es sagrado y que da la clave, el fracaso o el éxito en la política: la iniciativa.
Como reza el viejo dicho, “promete menos de lo que puedas y siempre darás más de lo que esperan”. Están haciendo lo que anunciaron y, en lugar de venderlo y sacarlo en cómodos spots del gobierno federal, están permitiendo que la gente vaya teniendo consciencia de que, poco a poco, la iniciativa transforma los spots en propaganda, las noticias compradas, en publicidad, y la realidad política, en cosas que quizá nos sirvan.
Ahora le toca el turno a Pemex y allí olvídese de lo viejo. ¿A qué me refiero? Al IVA para medicinas y alimentos. Si hay que hacer una reforma fiscal, se hará. Lo viejo es que quienes mandan de verdad, no el presidente, sino los que mandan sobre el gobierno, aquellos que administran nuestros monopolios, que condicionan nuestra vida y que nos colocaron las vendas en los ojos, paguen.
Lo nuevo es que sin que nadie lo espere, ley a ley, hecho a hecho, algo pase. No es que se privatice Pemex, es que, basándose en algunas experiencias y errores como Petrobras, la paraestatal mexicana vivirá inmediatamente una modernización que consiste en que Pemex no será Telmex: el Estado mexicano seguirá controlando la petrolera.
Lo que nadie dice de Pemex es que es una de las pocas consecuencias que sus nietos y los míos pagarán de la guerra de Calderón. Por toda esa ensalada de muerte, desolación y terrible realidad nacional, el petróleo de aguas profundas no les pertenece solo a ellos, sino a los norteamericanos, aunque nosotros también lo seamos, pero esa ley silenciosa fue negociada sobre el tableteo del cuerno de chivo y sepultada en las estadísticas y en las incapacidades de un error político de primera magnitud que fue no combatir al crimen, sino hacer de este la única razón de la vida política.
La iniciativa viene ahora por la energía y también por dejar que algunas cosas pasen. Por ejemplo, que los corruptos empiecen a pagar. Frente a esto bienvenido sea y solo una advertencia: es importante que no caigamos en el vacío y que no nos limitemos a producir una serie de condenas aparentes.
Es imperativo que los criminales paguen, pero también lo es saber cuáles son las reglas. Sin cambiarlas, no podemos realizar una verdadera ofensiva contra los corruptos porque después, por defecto de forma o por inoperancia del sistema tanto acusatorio –PGR– como judicial, quedan libres y fuera de artificio.
La iniciativa sigue en manos de quienes fueron elegidos por la mayoría del pueblo y les pagamos para que así sea. Habrá reforma de Pemex. Y, mientras sigamos esclavos de las palabras, nos perderemos el resultado de los hechos.
Seguiremos hablando del terremoto que se está forjando entre la Falla del pacto, y las telecomunicaciones del país.
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