domingo, 17 de febrero de 2013


Por qué la estación Buenavista tiene que llamarse Valentín Campa
Elena Poniatowska
E
n la cárcel de Santa Marta Acatitla, el líder obrero Valentín Campa era el responsable del apiario. Venía hacia mí todo envuelto en plásticos, la cara cubierta con un tapabocas, el pelo escondido bajo un capuchón y sólo hasta oír su voz, lo reconocía. Atrás de él se veían los panales y el pequeño jardín cubierto de hierbas y arbustos. Valentín lo sabía todo de las abejas, y más que del Partido, le gustaba hablar de jalea real. Ten, te regalo un frasco para que cuando estés vieja te pongas esta crema en la cara. Salía con frasquitos de cápsulas de jalea real que él mismo hacía, al igual que la jalea. Demetrio Vallejo, en su inmenso cuarto blanco dentro de la enfermería, porque se la vivía en huelga de hambre, me decía, enojado:
–Si va usted a visitar a Valentín, no venga a verme a mí.
Los visitaba a los dos, pero sobre todo a Vallejo, porque pretendía escribir su biografía.
–Cuándo termines tu novela de Vallejo, ¿harás la mía? –preguntaba Valentín Campa, risueño.
Él entregó su vida a los sin tierra, a los campesinos, a los obreros, convencido de que nuestro país sólo sería libre cuando todos se fueran a dormir habiendo comido más o menos lo mismo.
–Es indispensable el respeto a las libertades constitucionales.
–¿Desde cuándo piensas así?
–Desde los 14 años. Me inicié en Petróleos. A los 15, en Coahuila era yo estibador en los ferrocarriles.
–¿No colocabas durmientes?
–Los durmientes eran los ferrocarrileros que no luchaban por sus derechos.
–¿Y cómo supiste que ibas a ser líder?
–Mi primer puesto sindical lo tuve en la Confederación de Transportes y Comunicaciones, y más tarde me nombrarían secretario del Consejo Divisional.
–¿Arengabas a la gente?
–Sí, me decían El Bolchevique.
–¿Y el Partido Comunista no estaba muy fregado como siempre lo ha estado?
–No siempre. Me adherí al Partido el 21 de febrero de 1927, un día antes de la huelga ferrocarrilera, y esa huelga fue causa de mi primer encarcelamiento.
–¿Cuántas veces has estado preso? ¿Más que Revueltas?
–He estado preso 11 veces a lo largo de 14 años: dos veces en 1927. Calles ordenó mi fusilamiento y Portes Gil (entonces gobernador de Tamaulipas) intercedió y dijo que mi muerte causaría un conflicto. Aquí en Santa Marta, donde me ves, ya llevo casi los mismos años que Vallejo: Miguel Alemán me encerró durante 3 años y 2 meses. En otras ocasiones me han encerrado un día, dos días, hasta tres meses, sin contar los cinco años de Plutarco Elías Calles.
–Por fin, ¿cuántos meses han sido hasta ahora en que andas de apicultor, todo rodeado de zumbidos?
–Con Calles me fue muy mal, estuve un año y dos meses perseguido después del charrazo del sindicato ferrocarrilero. En total, siete años y cuatro meses de persecución.
—Bueno, pero no fuiste de chavito a las Islas Marías como José Revueltas…
–Todos los presidentes me han detenido y encarcelado: Ortiz Rubio, Calles, Abelardo Rodríguez, Portes Gil, Ávila Camacho, Miguel Alemán. Andrés Serra Rojas me salvó de no ir a las Islas Marías en 1930. Él era agente del Ministerio Público, y más tarde lo destituyeron. Nos encerraron porque un cura le dio un tiro a Ortiz Rubio, que quedó con la boca chueca.
Vivir con Valentín Campa ha de haber sido difícil. Consuelo Uranga, Valentina y María Fernanda la han de haber pasado muy mal. Claro, Valentín era un personaje central del movimiento obrero en México, daba la vida por sus ideas, y aunque Consuelo Uranga también fue una gran luchadora social, no debió de vivir ni tranquila ni feliz. Cuando un hombre se casa con sus ideas, no hay lugar para otra relación. La pasión política todo lo absorbe. En 1970, Demetrio Vallejo y Valentín Campa, a pesar de estar peleados, salieron juntos de Santa Marta Acatitla, y Vallejo, que recibió su libertad una hora antes, esperó a Campa para abrazarse y darse la mano. Todos los reflectores se enfocaban a Demetrio Vallejo, por su huelga de hambre de más de 10 años. Valentín declaró a la prensa que salía libre sin modificar en lo más mínimo mis convicciones políticas, y que si lo volvían a encarcelar, regresaría de nuevo a prisión.
Foto
Valentín Campa, en una imagen tomada el 19 de marzo de 1985Foto Luis Humberto González
–¿Cómo fue tu vida en la cárcel, Valentín?
–Me conservé en las mejores condiciones físicas y mentales.
–¿Y Vallejo?
–Él se conservó en la enfermería.
–¿Nunca te sentiste abandonado?
–Nunca. Sí pude observar que disminuía la solidaridad, por ejemplo, antes del movimiento estudiantil del 68, porque había campañas de desprestigio que asustaban a la gente. Pero nosotros nos sentimos apoyados por ferrocarrileros, obreros, estudiantes, cardenistas... Pero sí quisiera insistir en que el movimiento estudiantil dio gran impulso a la lucha por la libertad de los presos políticos.
Rápido corren los carros del ferrocarril
–Un día que tenía yo mucha hambre, (era muy pobre), en el ferrocarril acostumbraba ayudar a los conductores para que durmieran más tiempo en el cabuz. Generalmente me lo agradecían invitándome al restaurante. Una vez que no había desayunado ni comido, ayudé a un conductor y trabajé muy duro mientras él dormía.
–Bueno Campa, ahora si vámonos al restaurante.
–Yo, encantado.
–¿Qué quieres tomar? ¿Una cerveza?
–No, hombre, yo quiero una torta y un café con leche.
–No, yo no mantengo hambrientos. ¿Qué quieres tomar?
Pues fíjate que este desgraciado no me quiso dar la torta ni el café con leche, lo que quería era que yo tomara licor. Le menté la madre y me agarré a golpes con él.
–¿Cómo fue que en México el movimiento ferrocarrilero tuvo tanta trascendencia?
–Porque fue la única industria que se desarrolló en México durante el porfirismo y entonces se conformó la gran tradición obrera. Confiamos en que a futuro habría luchas victoriosas, porque la clase obrera creció en forma extraordinaria a pesar de los charros y los Cinco lobitos.
–¿Y a ti, Valentín, te cae bien Porfirio Díaz?
–¿Cómo me va a caer bien, Elena?
–Es que él puso los rieles… ¿Cuál crees que fue el mayor logro del movimiento que encabezaste?
–En la Coalición de Sindicatos Industriales luchamos en plena Guerra Mundial por nacionalizar las empresas imperialistas, y en Ferrocarriles lo logramos: nacionalizamos todas las empresas inglesas y estadunidenses que existían en el país. Lombardo Toledano y Fidel Velázquez nos atacaban, porque decían que esa lucha era hacerle el juego a Hitler. Tuvimos problemas al darnos cuenta de que al mismo tiempo que luchábamos contra el fascismo, éramos los ferrocarrileros y los mineros los que más contribuíamos al intensificar el envío de minerales y metales para la industria militar de Estados Unidos.
Con Ávila Camacho como presidente, el sindicato ferrocarrilero propuso un plan contra la carestía. Abarcaba el control de cambios, la nacionalización de la banca, mano dura a los especuladores y aumento de salarios. Hicimos un primer paro de 20 minutos y luego convocamos a un gran mitin en el Coliseo. Habíamos logrado que Presidencia nos autorizara a transmitir el mitin por radio, pero al ver el poder de convocatoria que tuvo nuestro movimiento, Ávila Camacho ordenó que no se transmitiera. Eso provocó una indignación enorme. Pero finalmente, después de ese mitin, Ávila Camacho aceptó nuestro requerimiento de una ley de emergencia para un aumento salarial que nos protegiera contra la carestía.(Continuará...)

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