Periódico La Jornada
Domingo 21 de noviembre de 2010, p. 9
Al subrayar una vez más el carácter pacífico del movimiento que encabeza, Andrés Manuel López Obrador afirmó ayer, ante miles de personas congregadas en torno al Hemiciclo a Juárez, que en México "nunca aceptaremos" que se instalen "bases militares de otra nación".
En un acto organizado por los comités ciudadanos del Distrito Federal para conmemorar el centenario de la Revolución Mexicana y el cuarto año de la constitución del gobierno legítimo que preside, el tabasqueño aseguró que "pronto, muy pronto, estaremos celebrando el advenimiento de una nueva República, como la hemos soñado: libre, soberana, justa, progresista, democrática, igualitaria y fraterna".
Vestido de negro, con una corbata roja que en su contraste evocaba la bandera de los hermanos Flores Magón, el máximo dirigente opositor del país dedicó la mayor parte de su discurso a reflexionar sobre el origen, las consecuencias y el declive del proceso que detonó la gesta popular de 1910.
La Revolución Mexicana, detalló, después de enumerar los logros sociales que trajo consigo, "no produjo cambios sustanciales en lo político. El poder se siguió ejerciendo sin la participación del pueblo. Nunca se ha podido aplicar efectivamente el lema de Madero: sufragio efectivo. La democracia sigue siendo una asignatura pendiente".
Acompañado en el templete por Martí Batres y Ricardo Monreal, aspirantes al gobierno capitalino; por la senadora Yeidckol Polevnsky, precandidata del movimiento obradorista en el estado de México; Clara Brugada, jefa delegacional de Iztapalapa, la activista Rosario Ibarra de Piedra, el diputado Porfirio Muñoz Ledo, la académica Claudia Sheimbaun, la actriz Jesusa Rodríguez y muchos hombres y mujeres más, López Obrador rechazó que la lucha armada, en esta etapa de la historia nacional, sea útil para lograr la transformación del país.
Mientras pronunciaba estas palabras en la Alameda, granaderos de la policía capitalina –que dirige Manuel Mondragón y Kalb– golpeaban brutalmente a decenas de estudiantes universitarios que protestaban en la columna de la Independencia para exigir que se ponga fin al asesinato de niños y jóvenes en Ciudad Juárez.
Sin haberse enterado de esa noticia que ocurría al mismo tiempo, López Obrador preguntó al gentío: "¿Por qué consideramos que la violencia no es el camino a seguir? Porque traería más sufrimiento, terminaría de destruir al país, daría lugar a un mayor intervencionismo extranjero y se correría el riesgo de dejar de ser un país libre y soberano, para convertirnos en una colonia o protectorado, con bases militares de otra nación, algo que nunca aceptaremos".
Además, añadió, "como siempre sucede, los responsables del surgimiento de una confrontación armada ni siquiera darían la cara. Serían los primeros en huir y esconderse. Y no estamos de acuerdo con el enfrentamiento entre el pueblo y los soldados, que también son el pueblo".
La contrarrevolución
A medida que avanzaba el discurso se apagaban las tintas del cielo, y tanto la estatua de don Benito Juárez, coronado por la Patria bajo la mirada de la Ángela de la Independencia comenzaban a oscurecerse, lo mismo que los pobladores del templete. Era llegado el momento de que se encendieran los reflectores del centro cultural de Corpus Christi, situado ante el Hemiciclo, para que el acto del gobierno legítimo no se tornara invisible. Pero el GDF no bajó el switch hasta que la gente empezó a despedirse entre las sombras.
Sin reparar en este detalle, López Obrador, que había salpicado su discurso de anécdotas alusivas a los "héroes casi anónimos" del grupo de intelectuales liderado por los Flores Magón, recordó que “el 5 de febrero de 1903, cuando se conmemoraba un aniversario más de la Constitución de 1857, en el balcón del edificio donde se imprimía [el periódico antiporfirista] El Hijo del Ahuizote, los magonistas colocaron una manta que decía: ‘la Constitución ha muerto’. Hoy podríamos escribir, también con pena y con dolor: ‘La contrarrevolución ha triunfado’. Pero como en aquellos tiempos, cuando esos hombres y mujeres no se rindieron ante la adversidad, ahora nosotros decimos que no claudicaremos, que no dejaremos de luchar, que la ignominia será transitoria porque está en marcha la Revolución de las Conciencias y pronto, muy pronto, estaremos celebrando el advenimiento de una nueva República”.
Uno de los aplausos más emotivos de la reunión, en la que previamente cantaron y bailaron diversos artistas populares, brotó de la multitud cuando el dirigente del movimiento surgido en el Zócalo hace más de seis años, relató que, cierto día, Ricardo Flores Magón dijo: “cuando muera, quizá mis amigos escriban en mi tumba ‘aquí yace un soñador’, y mis enemigos, ‘aquí yace un loco’, pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: ‘aquí yace un cobarde y un traidor a sus ideales’”.
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