Con disfraz de nuevo esquema de prestación de servicios, ayer el consejo de administración de Petróleos Mexicanos retomó formalmente los contratos de riesgo de la época alemanista y, por ende, dio luz verde a la participación del capital privado (nacional y extranjero) en la exploración y producción de crudo mexicano. Y para que no quede duda sobre la magnitud del nuevo negocio petrolero destinado a particulares, la paraestatal detalló de qué tamaño será la rebanada: las reservas probadas de campos maduros en el país (donde participará el citado capital) representan casi 30 por ciento de las reservas totales.
Si algo quedaba por desmantelar de la infraestructura productiva del Estado y algún bien de la nación por privatizar eran Pemex y el petróleo, y ayer el consejo de administración de la paraestatal clavó la estocada, con el decidido impulso de Felipe Calderón y la anuencia del Congreso: la explotación y producción de casi un tercio de las reservas petroleras totales del país pasa a manos privadas, por medio de lo que ahora pomposamente denominan contratos integrales de servicios para exploración y producción o, lo que es lo mismo, el nuevo disfraz de los contratos de riesgo del alemanato.
Los gobiernos neoliberales fueron más pausados con la privatización del sector eléctrico. Les tomó tres sexenios (de Salinas a Fox) lograr que 40 por ciento de la generación quedara en manos privadas, y van por más. Calderón, sin embargo, lleva prisa con el sector petrolero; muy poco, felizmente, le queda de estancia en Los Pinos, de tal suerte que metió el acelerador para aterrizar la entrega del petróleo: 30 por ciento de un plumazo, y va por más, desde luego. Como siempre la justificación oficial es que no hay dinero, de tal suerte que es necesaria la participación del capital privado en áreas estratégicas para liberar recursos públicos y así atender las urgencias sociales. Exactamente lo mismo dijo cada uno de los antecesores de Calderón. Armaron la venta de garaje, convocaron a sus cuates y desmantelaron el aparato productivo del Estado para entregárselo al capital privado. Tres décadas después, ya sin nada qué privatizar, cerrada la tienda de ofertas, las urgencias sociales alcanzan niveles verdaderamente espeluznantes y el gobierno federal se mantiene sin recursos.
Sólo quedaba el petróleo y, voraces, fueron por él. De acuerdo con la paraestatal, con el nuevo disfraz se inicia la implantación de un modelo de contrato para exploración y producción, como resultado del nuevo marco legal de Petróleos Mexicanos, el cual busca incrementar la capacidad de ejecución de Petróleos Mexicanos para generar valor económico, a través de un esquema rentable y competitivo, bajo mecanismos de contratación simples y flexibles, y rendición de cuentas con base en resultados.
Por si fuera poco, con estos contratos arrancará un programa estratégico de licitaciones públicas para expandir y fortalecer sus operaciones, que iniciará con la reactivación de tres áreas de campos maduros de la región sur, y posteriormente también en campos maduros de la región norte, en el proyecto Chicontepec y en aguas profundas del Golfo de México. Con este nuevo esquema de prestación de servicios, las reservas y la producción de hidrocarburos permanecen en exclusiva en propiedad de México. El pago al prestador de servicios se da mediante una tarifa por barril extraído, más una recuperación de costos, generando un flujo de efectivo neto para Pemex. Los primeros tres contratos en campos maduros permitirán reactivar un recurso petrolero y afrontar retos técnicos y operativos que no han sido desarrollados por falta de inversión desde hace más de tres décadas. Las reservas probadas de campos maduros en el país representan casi 30 por ciento de las reservas totales.
Eso dice Pemex, pero de entrada surgen dos dudas: ¿al capital privado que generosamente le han abierto las puertas (por no decir otra cosa), que participará en la nueva tanda de contratos de riesgo y que explotará el 30 por ciento de las reservas petroleras totales del país, también le sacarán hasta las tripas, fiscalmente hablando, como ahora indiscriminadamente lo hace Hacienda con Pemex?¿Quiénes que no sean los dueños de medio México, por no decir de todo (léase Slim y sus Forbes, más las trasnacionales), los beneficiarios de la venta de garaje del neoliberalismo autóctono, podrán participar en este nuevo festín, ahora de oro negro? No serán los de Oportunidades, mucho menos los ninis, desde luego. Sólo hay que recordar quiénes se quedaron con los llamados contratos de servicios múltiples (otro disfraz) para explotar el gas natural en la cuenca de Burgos y quienes se quedaron con el país.
A principios de 1970, Jesús Reyes Heroles (el original) informó de la era alemanista y de los negocios privados con el petróleo: “se cerró este ciclo de la política petrolera mexicana con la rescisión de los contratos de riesgo conocidos como Pauley Noreste de exploración, producción y ventas, que abarcaban un área de 923 kilómetros cuadrados en el estado de Tamaulipas, mediante el pago de 55 millones de pesos (4 millones 400 mil dólares de entonces). Pemex había rembolsado para 1964 el total de las inversiones realizadas por los contratistas, con excepción de las correspondientes a los contratos de tierra sumergida y tierra firme, y entregaba una compensación mensual promedio de 4 millones 415 mil 360 pesos’ (352 mil 228.8 dólares). Es así como (el gobierno de la República) sin limitaciones de ninguna especie, libera 3 mil 858 kilómetros cuadrados del territorio nacional para la explotación exclusiva de Petróleos Mexicanos en beneficio de la nación, sin necesidad de ofrecer participaciones o derechos sobre el valor de la producción del subsuelo. Con recursos propios y financiamientos normales, proseguirá, de hoy en adelante, el desarrollo y progreso de la industria petrolera’”.
Pues bien, Calderón se los regresa.
Las rebanadas del pastel
Que México vive en paz, asegura sin inmutarse el inquilino de Los Pinos, el mismo que, encerrado en su burbuja y rodeado de impresionante aparato de seguridad, no se atreve a dar un paso sin su voluminoso séquito de escoltas… Por lo visto y documentado por el contralor interno del gobierno zacatecano, Guillermo Huízar, lo único que no pudo llevarse la ex gobernadora Amalia García y amigos que la asistieron fue el cerro de La Bufa.
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