viernes, 26 de noviembre de 2010

Editorial EL UNIVERSAL Trabajadores en fuga

Somos en total más de 112 millones de mexicanos, 57 millones de mujeres, 54 de hombres. Un poco más de lo que se esperaba. El dato más interesante en esta primera entrega del Censo de Población y Vivienda 2010 es que se ratifica un déficit de hombres que es atribuible a la migración.
La diferencia entre ambos sexos se explica porque son los hombres quienes salen del país hacia Estados Unidos en busca de trabajo. Los datos difundidos ayer por el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática revelan que las entidades donde existe mayor déficit de hombres son Distrito Federal, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Zacatecas y Guanajuato. Esas mismas regiones son también las mayores expulsoras de migrantes.
Se confirma el reporte “La situación demográfica de México 2006”, del Consejo Nacional de Población (Conapo), que hace tres años señaló que 577 mil mexicanos habían emigrado anualmente a Estados Unidos entre 2000 y 2005, mientras que en ese último año se registraron 495 mil defunciones. Es decir, perdimos más habitantes por efecto del éxodo que por las muertes.
La población de origen mexicano en Estados Unidos era de menos de un millón en 1970, cifra que se multiplicó 14 veces al llegar en los últimos años a 11 millones, según el estudio de la Conapo.
La pregunta ya no es solamente ¿qué hemos dejado de hacer para conservar a la población económicamente activa? Habría que cuestionarnos también ¿qué hemos hecho frente al fenómeno migratorio en sí mismo? Por las estadísticas, no sólo demográficas sino económicas y sociales, la respuesta es: no lo suficiente.
Siempre se dijo que México era un país de jóvenes, pero esa tendencia va a la baja. Es lo que llaman “el bono demográfico”, la oportunidad de que la mano de obra activa, con largos años por delate de actividad, impulse el desarrollo de una nación para que en el futuro pueda recoger los frutos cuando su población envejezca y ya no pueda producir riqueza como antes.
México no aprovechó a esos jóvenes, quienes entraron a la economía informal o emigraron. Peor aún, tampoco tomó ventaja de la emigración. Quienes mandan dólares desde Estados Unidos sostienen a sus familias, pero ese dinero no ha sido utilizado para construir infraestructura, crear negocios, generar riqueza. Se necesitaba de un esfuerzo gubernamental de grandes magnitudes.
El tiempo apremia, porque desde hace dos años las remesas van a la baja, igual que el número de jóvenes en relación con el resto de la población.

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