LA INFORMACIÓN de la libertad de Diego Fernández de Cevallos tuvo en muchos sentidos, un solo actor: él mismo. Canalizó el reporte de su liberación a los medios, fue al encuentro de los periodistas en las afueras de sus oficinas en la lujosa calle de Virreyes. Ya avanzada la noche, el Diego que reclamaba haber sido liberado en la madrugada seguía apareciendo con la misma ropa que, también dijo, le habían entregado sus captores. Ninguna autoridad empañaba sus innumerables salidas a cuadro en la televisión. Nadie tampoco aportó datos duros sobre dónde y cómo el abogado panista recuperó su libertad, bajo qué condiciones, secuestrado por parte de quién, con cuáles propósitos. Nada que distrajera el discurso con el tono tradicional, con citas al Quijote. En fin, el Diego entero.
FUNCIONARIOS de primer nivel de la Secretaría de Gobernación celebraron en grande la liberación de Diego Fernández de Cevallos. Lo habían puesto en un comunicado de prensa y luego se fueron a ponerlo en práctica en una comilona de fin de año. En un restaurante del centro de la ciudad de México, hicieron el brindis y escucharon a un grupo de mariachis. La fiesta terminó cuando les avisaron que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado mexicano, otra vez, porque se violaron los derechos a la libertad de los ecologistas de Guerrero Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera.
EN VERACRUZ se estrenó con el pie izquierdo Tomás Ruiz, un saltimbanqui de la política nacional, ahora secretario de Finanzas en el gobierno que encabeza Javier Duarte. El milusos Ruiz presentó un programa de austeridad oficial que disfrazó mal con nuevos impuestos a los ciudadanos y las empresas. Mal comienza el gobierno que en lunes mete la mano al bolsillo de los contribuyentes.
SER JEFE tiene su encanto. Alejandro Rojas Díaz-Durán, secretario de Turismo del GDF, viajó la madrugada de este lunes, en el vuelo 625 de Lan Chile, a Santiago de Chile, con destino final a Buenos Aires. Desde luego, no lo hizo en clase turista; total para qué tanta austeridad. Pero ese no fue el único desplante del integrante del gabinete de Marcelo Ebrard. Al llegar a la capital chilena tuvo que esperar para el pago de derecho de reciprocidad que cubren todos los turistas mexicanos. El detalle le molestó, porque no había suficiente personal para realizar el trámite. Don Alejandro dijo que él había viajado a muchas partes del mundo y nunca, nunca de los nuncas, había visto algo semejante: “Cómo es posible que esto pase…”.
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