De las muchas consideraciones que se pueden desprender de los documentos que se conocieron ayer —cortesía de WikiLeaks— sobre lo que opinan de México los funcionarios estadounidenses, destaca una muy inquietante: el gobierno de EU sigue sin creer que esta lucha es suya.
Los informantes consideran que el Ejército mexicano no está preparado para combatir al crimen organizado. También que los funcionarios mexicanos lo único que saben hacer es pedir desesperadamente ayuda a Estados Unidos y celar sus personales cotos de poder. Por su parte, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, pregunta por las reacciones psicológicas de nuestro gobierno ante las adversidades.
Si los documentos difundidos por WikiLeaks son reflejo de la opinión general del gobierno estadounidense, o si la información recibida por Washington desde México es siempre de este estilo —basada en meras percepciones personales— entonces hay motivos para preocuparse.
¿Acaso no tienen los estadounidenses planes, programas, propuestas? ¿Habrá entre los documentos datos duros contradictorios con los del gobierno que puedan aportar a una solución, o siquiera un diagnóstico objetivo, en vez de sólo opiniones? No se ve en los reportes clasificados de información propuestas de soluciones, mucho menos señales que apunten hacia la corresponsabilidad.
Sí, en efecto, el gobierno estadounidense ofrece asistencia económica y militar, colabora de muchas maneras en esta lucha, con instrumentos como la Iniciativa Mérida. Pero al mismo tiempo condiciona el apoyo a México ante el temor de que no sea bien utilizado ya que, como revelan los documentos de WikiLeaks, no confía en su contraparte mexicana.
Las iniciales visitas a este país del presidente Barack Obama y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, para tratar la crisis de seguridad auguraban un nuevo rumbo en las relaciones, tras la larga noche republicana de Bush al frente de la Casa Blanca. Es tiempo de que tal espíritu no se pierda en el detalle, la anécdota o la desconfianza. Tenemos que pasar de una vez por todas a la ayuda mutua incondicional, ante un problema que es inevitablemente compartido.
Es momento de que EU no nada más nos juzgue y señale nuestras insuficiencias, sino que también nos diga cómo va a bajar su consumo de estupefacientes, cómo controlará el tráfico de armas a México, de qué manera abatirá la corrupción que permite que la droga ingrese libremente por su territorio, cuántos dólares lavados sacará de su sistema financiero. Con hechos, no con palabras.
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