De acuerdo con un informe del banco central de Estados Unidos, la economía del país ha crecido moderadamente en las semanas recientes. El consumo, el turismo y las manufacturas, auque lentamente, han dado señales de recuperación. También a mediados del mes pasado, un reporte del Departamento de Trabajo dio a conocer que el desempleo disminuyó de 10 por ciento, a principios del año, a 8.5 recientemente.
Estos anuncios no parecen atenuar el sentimiento, cada vez más extendido, de quienes consideran que la desigualdad en el país ha crecido mucho más rápido que la mejoría en la economía. Según un reporte de la organización Pew realizado esta semana entre dos mil 48 adultos, 66 por ciento de ellos declararon que hay un conflicto creciente entre pobres y ricos, comparado con 47 por ciento que en 1999 dijeron lo mismo. Esto es una novedad en un país poco acostumbrado a dar crédito a la existencia de la lucha de clases, o para usar un eufemismo con una carga menos ideológica, para resaltar las diferencias entre ricos y pobres. Según el estudio, es posible que esta percepción haya crecido como resultado del movimiento Ocupemos Wall Street. Pareciera que la sociedad estadunidense no había caído en cuenta, o no quería creer, que en el país existiera esa brecha entre pobres y ricos.
Desde luego, es muy pronto para llegar a una conclusión en torno al verdadero significado que para el estadunidense medio tiene el concepto de lucha de clases. Lo cierto es que por la vía de la cruda realidad cada vez es más común escuchar que la desigualdad en el país aumenta día con día.
Pareciera que los únicos que no se han enterado de este fenómeno son los precandidatos en campaña por lograr la nominación del Partido Republicano a la presidencia. En el colmo de la negación, después de haber ganado la elección primaria en el estado de New Hampsire, Mit Romney, quien ha hecho su enorme fortuna mediante la especulación financiera, declaró estar en pie de lucha para combatir el proyecto de Obama de llevar al país a un socialismo de estado tipo europeo y aseguró que lucharía por rescatar el derecho de los estadunidenses a la libertad (sic). Los otros precandidatos no se han quedado atrás, y han insistido en que la intervención del estado es la responsable por los descalabros económicos que sufre el país.
Lo interesante será conocer la respuesta a esos planteamientos, no sólo del electorado republicano sino de la sociedad en general. La pregunta es si la mayor parte de la sociedad estadunidense insistirá en apoyar al proyecto responsable de la inequidad social, o al que pretende hacer menos desigual la sociedad. De optar por el primero, como bien lo dijera Adolfo Sanchez Rebolledo en estas paginas, “la igualdad –será– una quimera que no vale la pena invocar”. Incluso en una sociedad que en algún tiempo tuvo la pretensión de ser la menos desigual en el mundo.
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