Ayer comentamos los perfiles más destacados del siniestro pasado que vivió Quintana Roo durante los gobierno de Mario Villanueva, Félix Canto y ahora con Roberto Borge Angulo. Durante esos dos sexenios y lo que va del presente, se ha potencializado en la entidad el fenómeno de connivencia entre poder y delincuencia organizada.
A causa de esa tentación de los gobernantes mencionados de vivir cerca del dinero fácil de las organizaciones delictivas, y que suele llegar en grandes cantidades, el presente de Quintana Roo lo califican sus habitantes, expresado al redactor de estas notas por los sectores más representativos, como altamente peligroso.
Los sectores productivos y sociales de Quintana Roo ven en este gobierno estatal un paradigma de corrupción oficial y complacencia de las mismas ante las actividades de la delincuencia organizada que crecen en progresión geométrica en la entidad.
Señalan como indicador los niveles que presenta la entidad en materia de endeudamiento público.
Quintana Roo es uno de los cinco estados más endeudados del país. Junto Coahuila y Guanajuato presentan los mayores niveles de manejo de créditos solicitados por las respectivas administraciones tanto a la banca privada como a los organismos del sector público en los dos últimos años.
Zacatecas y Jalisco son las otras entidades cuya deuda se ha disparado en ese mismo lapso de tiempo.
Pero en Quintana Roo la ineptitud de Roberto Borge para gobernar, y la mano negra de Félix González Canto que es la que define las principales acciones del aparato público estatal, representan los ingredientes más delicados que hacen a la entidad peninsular diferente de las otras entidades mencionadas.
Como la violencia en Jalisco y Zacatecas que tiene altos índices que se ubican entre los primeros del contexto nacional. Y que Quintana Roo va camino a alcanzar niveles parecidos.
Igual que los gobernadores de Tamaulipas, Veracruz, Michoacán y Guerrero; Roberto Borge pierde en caída libre el control sobre el crimen organizado, mismo que hasta ahora, por cuidar sus inversiones en Playa del Carmen y Can Cún, no se ha manifestado con la crueldad que lo hace en lugares como Zitácuaro en Michoacán. O como en Acapulco en Guerrero. O como en Nuevo León y Tamaulipas.
Si el pasado fue siniestro para el edén del Caribe mexicano con Mario Villanueva y Félix Canto, ahora el presente con Roberto Borge es un peligro. Y para después de las elecciones de julio, en las cuales el gobernador y su patrón Félix González tratarán de imponer a sus incondicionales en los tres distritos federales de la entidad, de conseguirlo, el futuro de Quintana Roo será tan incierto que la inversión podrá bajar a los niveles a los que ha llegado Acapulco.
Un futuro incierto para una entidad que tiene todo para alentar un progreso basado en el trabajo que les ofrece el rico filón del turismo. Eso además que en otros sectores tiene amplias posibilidades de crecer y superar sus actuales niveles.
Los habitantes de Quintana Roo, expresados en la voz de representantes de los sectores sociales, de iniciativa privado, de inversionistas nacionales y extranjeros (de todo lo anterior proporcionaremos cifras y datos en un reportaje que está preparando el equipo de Grupo Camacho para publicar en SDPnoticias sobre presente y futuro de Quintana Roo) temen que el mal gobierno de Roberto Borge y sus dependencias de lo peor que rodeó a Félix González Canto, terminen por detener a los que serían en los próximos años su potencial de inversión más importante.
Estos apuntes iniciales del contexto político, social y empresarial que vive Quintana Roo en general y Can Cún y Playa del Carmen de manera particular, son apenas los focos amarillos que se prenden para los precandidatos Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador en relación al peligro que corre como principal destino turístico internacional de México, el estado de Quintana Roo, con sus puntos estratégicos Can Cún y Playa del Carmen.
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