jueves, 1 de noviembre de 2012


De calabazas y calabaceadas de Calderón

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristojue 1 de noviembre de 2012
Ha procurado ser muy divertido Felipe Calderón últimamente. Pero no le sale. En todo caso, juega el papel de cómico involuntario, de tonto. Y en realidad, durante toda su administración quiso ser una especie de bufón. Desde vestirse con uniforme militar talla extra grande, hasta mandar construir héroes gigantes inconvenientes como El Coloso o monumentos que fueron una estafa de muchos millones, fiestas del Bicentenario estilo Disney, o querer salvar al mundo y hacerlo saber en la sede de la ONU en Nueva York, etc. Recientemente, unas “joyitas”:
1. Condolencias. Envía condolencias al gobierno de Estados Unidos por los cincuenta muertos arrojados por el huracán Sandy. Todo mundo se carcajeó porque, inversamente, Barack Obama no ha actuado recíprocamente. No ha enviado sus condolencias a los mexicanos por los 60 mil muertos de la guerra de Calderón. “¡50 muertos, qué barbaridad!”, expresó un anciano cuando leyó el encabezado en un puesto de periódicos.
2. Jóvenes borrachos. Ante el registrado aumento de las adicciones entre los jóvenes mexicanos, celebra que se ha detenido su ritmo de crecimiento. Como señala Federico Berrueto, lo que hace en realidad Calderón es festejar “que cada vez haya más adictos, pero que el aumento de éstos sea a menor ritmo que en el pasado”. La declaración, además, es poco afortunada, pues se refiere con “bombo y platillo” a un tema que ha sido uno de los “misterios” de su administración, su presunto alcoholismo. Sobran las graciosas imágenes del ejecutivo empinado o recargado sobre un botellón y con ojos extraviados.
3. Metro. Ahora resulta que Calderón y Ebrard siempre se quisieron, solo que un extraño, López Obrador, se opuso a ese amor. La apretujada apertura de la línea 12 del metro y los mutuos halagos hicieron posible la amorosa toma de manos en la ciudad de la república amorosa que no pudo ser. Las fotos de ambos y de sus hinchados invitados que jamás circulan por esos antros del ambulantaje, serían del todo risibles sino fuera por lo patético. Fotos e historia de un amor que nunca, sino hasta el mero final, “osó decir su nombre”.
4. Calabazas. Desde Chiapas, al inaugurar una obra, llega la información de que Calderón acelera los últimos pendientes, antes de que lleguen las 12 de la entrega de la banda presidencial y todo sea susceptible de convertirse en calabaza. La nota tiene tres variantes. A) Huir a tiempo, antes de que como a la Cenicienta, la carroza se le convierta precisamente en calabaza, al fin que como el mismo personaje, ya ha encontrado al príncipe a quien entregará el listón a cambio del zapato de la impunidad. B) La cucúrbita es la alegoría que representa su gobierno, bajo el cual pasaron de las doce y el país quedó hecho una calabaza porque él y sus amigos a cargo “la calabacearón”, o como se dice “la cagaron”. C) Nunca se dio cuenta de que la calabaza es él mismo.
En fin, añádanse a placer toda clase de grotescos esbozos. Ejemplo, la masturbación caldero-panista (¡oh, estatua caída de Fox!), de inaugurar monumentos, calles, retratos, bustos, beatos, en homenaje a ex funcionarios muertos durante su régimen. Si no lo hacen ellos, ¿quién lo hará? ¿Quién andará preocupado por nombrar una escuela o parque Mouriño, Blake, Abascal o Lujambio? Calderón pronto estrenará estatua oficial para la cual ha posado por horas, pero no se dude de que antes, bien pudieran ofrecerse otras tantas extravagantes e hilarantes expresiones de quien en su futuro tan solo ve una enorme y pesada calabaza.

No hay comentarios: