En Milenio piensan que AMLO y Batres son como ellos y que solo buscan dinero
En todos estos años mi trabajo como periodista me ha permitido conocer de cerca a muchos de los principales políticos mexicanos.
Conozco, sin duda, a Andrés Manuel López Obrador. Lo he tratado, he ido a su casa, sus hijos han convivido con los míos. Ahora estamos alejados, pero sé que Andrés sigue siendo el hombre que ha sido toda su vida: sencillo, honorable, alejado de las riquezas y de los placeres que se compran con dinero. Ninguno otro líder en México es como él.
No es que Andrés no haya tenido oportunidad de disfrutar lo que para algunos, seguramente para mí mismo, es la buena vida: comida sofisticada, cara desde luego; bebidas alcohólicas complejas, bien evaluadas por los expertos, carísimas naturalmente; viajes en aviones privados o, en el peor de los casos, en primera clase en aerolíneas comerciales, en las que un vuelo redondo a Europa cuesta cien mil pesos o más; mansiones bien decoradas, inclusive con obras de arte.
Muchos de los políticos importantes que conozco, los que como Andrés Manuel han manejado presupuestos públicos enormes (incluyo a los izquierdistas Marcelo Ebrard y Cuauhtémoc Cárdenas) viven entre el lujo, el buen gusto y la sofisticación. Andrés Manuel, no.
Todos los políticos que ocupan posiciones relevantes llegan a estrechar relaciones de amistad con grandes empresarios y con profesionistas económicamente muy exitosos. Andrés Manuel no es la excepción. Pero Andrés se diferencia de otros políticos en que, al convivir con los ricos, no se entrega boquiabierto, pasmado, embobado, al caviar más fino, los vinos de muchísimo más de mil pesos, el whisky caro. Ni, tampoco, Andrés Manuel acepta que sus amigos ricos, que los tiene, le presten aviones, yates o casas en los destinos turísticos más exclusivos. Otros políticos si se dejan apapachar por los millonarios, no sé si sea correcto.
Lo que digo me consta.
He visto a gente adinerada que, de buena fe, le ha ofrecido su avión a AMLO al enterarse que el tabasqueño se ha quedado varado en un aeropuerto sin posibilidades de despegar. Andrés, soy testigo, ha rechazado tales propuestas, a pesar de que han sido realizadas por personas en las que confía, que sabe no lo hacen por quedar bien o buscando beneficios con los gobiernos de izquierda, sino simplemente porque no consideran justo que un líder de su relevancia tenga que viajar en coche, de noche, más de ocho horas para cumplir un compromiso solo porque Aeroméxico o Aeromar canceló un vuelo.
Contaré una anécdota. En una cena, hace años, el anfitrión, un abogado celebérrimo y suficientemente rico le preguntó a Andrés Manuel qué deseaba tomar. Andrés, que no acostumbra las bebidas alcohólicas, por cumplir dijo: “Whisky”. El abogado volvió a preguntar: “¿Qué whisky prefieres, tengo de todos?”. Claro está, “todos” esta vez no significaba precisamente “todos”. En esa residencia había whisky Johnnie Walker etiqueta azul, que es muy caro; Macallan de no sé cuántos años, carísimo también, y otras marcas de precio elevado. El más barato que ahí había era el Johnnie Walker etiqueta negra.
Andrés Manuel, convencido de que su anfitrión tenía “todos” los whiskies, pidió el más popular, el más vendido en el marcado en prácticamente todo el mundo, el Johnnie Walker etiqueta roja. Es decir, Andrés se dejó ir por el simple conocimiento de una de las marcas consideradas baratas en esa categoría de bebidas.
El abogado no pudo complacer a Andrés porque no tenía ese whisky tan popular. Así que le ofreció otro, un Macallan de edad muy avanzada y, por lo tanto, de un precio sumamente elevado. Andrés lo probó y no le gustó. Hasta para disfrutar lo bueno se necesita práctica, y AMLO no la tiene. Así, hizo a un lado el Macallan. El anfitrión, para no quedar mal, envió a alguien a buscar el etiqueta roja. Cuando llegó Andrés Manuel disfrutó una copa. Sus gustos son populares, pues.
Y, bueno, por lo demás Andrés vive modestamente. Muy modestamente… ¿Y Martí Batres? No lo conozco tan bien, pero me parece un hombre sencillo poco interesado en el dinero. Por lo menos, cuando obtuvo la presidencia del comité ejecutivo de Morena no vaciló en renunciar a su cargo, y a su salario (y a otras prestaciones) como diputado federal.
¿Por qué menciono todo esto? Porque hoy, en Milenio, Carlos Marín celebra un cartón de Jabaz en el que este insulta (no puedo usar otra palabra) a Batres y a AMLO sugiriendo de una manera muy vulgar que buscan hacer de Morena un partido político solo para obtener recursos públicos. En la imagen usada por el monero, Batres aparece como un ladrón, lo que es de muy mal gusto.
Estamos ante el típico caso del león que cree que todos son de su condición. No voy a juzgar al señor Jabaz, al que apenas conozco, pero sí a Carlos Marín, al que traté durante años. Marín, que hasta hace poco más de una década era un periodista honesto, valiente y modesto, es desde el final del sexenio de Vicente Fox un profesional de la comunicación que antes de pensar en los valores periodísticos, piensa en el negocio, es decir, en el dinero, mientras más, mejor.
No critico a Marín por interesarse mucho más en el comercio que en el periodismo, solo lo menciono para compararlo con Andrés Manuel, un hombre al que los bienes materiales, la riqueza, el patrimonio, todas esas cosas le tienen muy sin cuidado.
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