miércoles, 20 de febrero de 2013


Verdes...muy verdes

ANEL GUADALUPE MONTERO DÍAZ@Anelin00mié 20 de febrero de 2013
Gozan de la desaprobación de la mayoría de quienes dicen representar, son materia prima de moneros, analistas y público en general, cobran cifras escandalosamente altas por “su trabajo”, cuando éste se remite en la mayoría de las veces a levantar la mano o seguir las instrucciones del partido político a quien deben la curul. Si, estamos hablando de los políticos.
En México y en el mundo, los políticos han hecho de la mentira y la simulación, herramientas indispensables de esa labor que dicen llevar a cabo en pro de los ciudadanos. Con justa razón, nadie les cree. Algunos han cambiado de partido tantas veces, como sus intereses así han convenido. Otros, sin el más leve asomo de pudor, se han convertido en defensores (o detractores) de aquello que antes atacaban (o defendían) con vehemencia y pasión.
Entonces ¿cómo explicar que en México, este mes de Febrero , 50 organizaciones se hayan registrado ante el IFE para pretender convertirse en partidos políticos[i]?  No es un dato menor, que el común denominador es que todos ellos dicen representar el cambio que México necesita para transitar hacia formas más justas de gobierno...pero mientras eso sucede, se sostienen de los miles de millones de pesos que garantizan que en México exista eso que llaman democracia.
Si bien es loable que apelen a la institucionalidad para llevar a cabo “la lucha por los más necesitados”, también lo es que este hecho encierra un oxímoron ¿políticos honestos? ¿representantes honrados? ¿partidos a favor del pueblo?
Justo es decir que todos ellos, sin excepción, tienen en sus filas miembros que representan aquello que dicen combatir.
El caso del “niño verde”, Jorge Emilio González, no debería sorprendernos. No hay nota. Lo digno a rescatar es que en verdad cumpla la sanción impuesta por la autoridad, gracias al trabajo de valientes servidores públicos que cumplieron con su trabajo e hicieron valer la ley.
En provincia, este valeroso acto, les hubiera costado a los policías el trabajo o la vida, ellos y sus familias hubieran sido implacablemente difamados, por lo que probablemente sus jefes los hubieran obligados a disculparse con el indignado político y la “reputación” del corrupto estaría intacta, ante el silencio complaciente de los medios de comunicación que laboran bajo convenio con los ayuntamientos de turno.
¿Usted qué opina, estimado lector?

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