El arreglo
Luis Javier Garrido
Las componendas entre el PRI y el PAN, tratando de salvar al gobierno calderonista de facto no pueden sino seguir incidiendo en el desastre nacional, como se ve ahora con el caso del presupuesto.
1. El cogobierno PRI-PAN, acordado por Carlos Salinas de Gortari y los panistas en 1988 ante la pérdida de legitimidad del régimen priísta y la inconformidad social que se organizaba, y que se supuso que tras el señuelo de la “transición a la democracia” iba a garantizar a ultranza los intereses de la mafia de seudo empresarios salinistas, pero dando también cabida en los grandes negocios derivados del tráfico de influencias a capitalistas filopanistas (principalmente del norte) y a prominentes miembros de Acción Nacional, ha entrado en una situación crítica a mediados del sexenio de facto de Felipe Calderón a consecuencia de la corrupción e ineptitud de los panistas, que no hace sino recordar su origen espurio.
2. La situación actual es para quienes tratan de gobernar la más grave que haya tenido el país, pues el fracaso del modelo neoliberal y de las políticas oficiales para encubrir lo que acontece ha llegado a límites insostenibles, y no deja lugar a más improvisaciones, lo que ha creado las condiciones para el nuevo protagonismo de Salinas.
3. El esquema original diseñado por Carlos Salinas antes de 1988 para aparentar cambiarlo todo sin que nada cambiase suponía que el PRI conservaría el gobierno federal e iría abriendo espacios de manera gradual y únicamente al PAN, a nivel local, pero primero la emergencia de una fuerza de izquierda electoral (aun con todos sus vicios y desviaciones derechistas) y luego la crisis de 1994, derivada del fracaso del proyecto neoliberal adoptado por el salinismo, condujo a que la administración de Clinton forzase sin mucho esfuerzo a Zedillo a entregar en 2000 el gobierno federal a la derecha panista, que sucedió así a la derecha priísta, la cual no dejó de ser nunca su modelo. El esquema, en consecuencia, se revirtió y Acción Nacional se adueñó en el año 2000 del gobierno federal y los priístas se replegaron a los gobiernos locales.
4. El “argumento” esgrimido por Diego Fernández de Cevallos en aquellos años de cochupos y concertacesiones para justificar que los priístas entregaran parcelas del poder económico y político al PAN y a sus amigos fue que “la Revolución Mexicana no podía ser patrimonio de un partido”, lo que quería decir que el tráfico de influencias debería compartirse como efectivamente se hizo. Lo que no dijo entonces fue, sin embargo, que los panistas iban a ser tanto o más corruptos e ineptos que los priístas, lo cual ahora hace inviable que la gente del PAN siga hundiendo al país.
5. El hecho ignominioso de bautizar un bulevar de Campeche con el nombre del traficante de influencias Juan Camilo Mouriño no es nada más un botón de muestra de la prepotencia de la derecha yunquista-calderonista: constituye un reconocimiento explícito de Calderón de la naturaleza corrupta de su gobierno. ¿Y qué otra cosa es la entrega, en contra de la Constitución, de contratos contrarios a los intereses de Pemex a Saipem, una firma desconocida, según reveló La Jornada el día 28?
6. El abatimiento privado (y público) de Calderón, aunado al activismo público de Carlos Salinas, no hace más que anunciar lo que está aconteciendo en el caótico escenario actual de la administración pública mexicana, pues Salinas ejerce ya no de trasmano, como lo venía haciendo, sino de manera cada vez más directa el poder: a nivel local a través de muchos gobernadores, en el plano legislativo por conducto de Paco Rojas y de Manlio, en lo político por medio de Beatriz, en la inepta administración pública panista por la vía de Diego y sus amanuenses o de la gente de la Gordillo, y finalmente en Los Pinos gracias a un Calderón que no tiene más proyecto que seguir dando concesiones y negocios a sus amigos españoles y salinistas y a múltiples trasnacionales.
7. Ni los gobernantes del PRI de los años de la tecnocracia (1982-2000) ni los del PAN después del 2000 tuvieron un proyecto nacional, y sólo se limitaron a imponer los programitas de los organismos financieros y a operar el desmantelamiento de la nación para beneficio de las corporaciones extranjeras y de las mafias a las que servían, entendiendo claramente cuál era la naturaleza de la alianza PRI-PAN y la mecánica del poder. El senador panista Javier Corral, quien se vio forzado a reconocer el lunes 28 haber tenido una relación cercana con Salinas, como todos los panistas, no logró con sus arrebatos pedir que el PAN procesara a Salinas, pero sí evidenciar cuál es la naturaleza de su partido.
8. La derecha mexicana está dividida entre el PRI y el PAN, y si algunos de sus miembros más destacados optaron en 2000 por el PAN, ahora están reculando y buscan reconsiderarlo todo, aunque quiten credibilidad a la patraña de la alternancia, que antes se había dicho incluso bárbaramente que era una “transición”.
9. Las mafias beneficiarias del gobierno de facto calderonista se han planteado con crudeza la realidad de lo que acontece y, por lo mismo, piensan de manera abierta, como sabe todo México, en un gobierno del PRI en 2012, para el que tentativamente están apoyando a Enrique Peña Nieto, lo que no tiene todas las simpatías de Washington, a pesar de que algunos funcionarios de la administración de Obama estén dispuestos a apechugar ante las dimensiones del desastre mexicano, aunque siguen sin entender que la única salida posible para nuestro país de este escenario crítico en que lo han sumergido Calderón y la alianza PRI-PAN, es tener un gobierno de verdadera alternancia: alejado de priístas y panistas.
10. La realidad apunta en una dirección muy distinta a la de las mafias en el poder, pues una clara mayoría de mexicanos no quieren ya un gobierno del PAN ni del PRI, y eso lo saben los usufructuarios del gobierno espurio. Como también conocen la fuerza creciente del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, de la Soberanía Nacional y de la Economía Popular, que ha impulsado de manera incansable Andrés Manuel López Obrador, constituyendo una formidable alternativa popular dispuesta a ser gobierno. Las componendas entre panistas y priístas rescatarán muchos intereses espurios, pero no podrán detener el hundimiento del gobierno ni mucho menos el desastre nacional.
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