Hay informes “clásicos” sobre “rutas tradicionales” por las que se trafica con humanos. Hay cálculos internacionales (independientes y oficiales) sobre el tamaño del negocio; sobre cuántos hombres y mujeres son asaltados, violados, secuestrados, extorsionados y asesinados cada año en México, y de qué países vienen. Hay testimonios que señalan a agentes migratorios y policías federales (no se diga autoridades municipales) en zonas muy específicas. Hay estudios sobre las bandas involucradas. Hay reportes anuales y/o semestrales de ONU, OEA, OCDE, CNDH o CIDH, es decir, de casi todas las organizaciones de mayor peso en el mundo. Hay un consenso en que el drama humanitario de los migrantes tiene tintes de holocausto en México. Hay denuncias de la prensa nacional e internacional. Hay reclamos de todos tamaños. Y hay, como es la firma del sexenio, una amiga del presidente, Cecilia Romero Castillo, al frente del Instituto Nacional de Migración, y no un funcionario especializado. Hay, además, toda la certeza de la comisionada de Migración en que la amistad con el Presidente “y con Dios” son suficientes para seguir allí, en el cargo: “Nunca he pensado en renunciar. […] Esperaría poder servir a México hasta el último día de esta administración si Dios, el Presidente y el secretario así lo quieren...” (EL UNIVERSAL 20 de junio, 2009).
Andrés Manuel López Obrador moverá este jueves al mediodía el músculo en el DF. Eso nos dicen a propósito de que estará en Ciudad Universitaria y que presentará su libro en la Facultad de Economía. Tratará de movilizar a los chamacos, a los sindicatos de la UNAM y a sus propios grupos en la ciudad, territorio natural de Marcelo Ebrard. Por cierto, ¿alguien planeó, o fue espontáneo que el jefe de gobierno presumiera unos huevos en el mercado? Lo que parecía una lucha digna de Ebrard por los derechos de homosexuales se volvió un pleito entre carretoneros: entre uno que vocifera “maricones”, y otro que le echa huevos.
El Tribunal Electoral federal dijo ayer que Felipe Calderón violó la Constitución al transmitir en cadena nacional un mensaje el 15 de junio, en pleno proceso electoral. “Es propaganda electoral”, dijo, y señaló además otros dos mensajes en medios electrónicos con cifras de empleo y simplificación tributaria. Qué novedad. Además, ¿sirve de algo? Medio país, la gran mayoría de los analistas y la clase política se enteró que algo no estaba bien con esta cadena de “mensajes a la Nación”, y muchos lo criticaron. Las autoridades electorales, montadas en una tortuga, sacan ahora un veredicto inútil. Como en la elección de 2006. Como sucede desde hace tiempo. La pregunta obligada es para qué sirven estos “fallos”. Qué efecto tienen. La respuesta: ninguno. Son banderillas sin toro.
Apunte final: El Salvador, Guatemala, Ecuador, Estados Unidos y casi cada país de América Latina condenaron la masacre. El gobierno de México también, aunque bien podría guardarse su condena y sacarse, no de la chistera sino de un buen trabajo policial, a los asesinos.
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