Carlos Fernández-Vega
Será que estaban dedicados a otros menesteres, y que sólo hasta ahora se dieron cuenta de lo que para millones de mexicanos ha sido obvio desde muchos años, pero el hecho es que a escasos días de que el inquilino de Los Pinos presente al Congreso su propuesta económica para 2011, los senadores priístas se han puesto bravos, han levantado la voz y denunciado a Felipe Calderón por ocultar el colapso económico que se avecina, sino es que ya está aquí (algo por demás previsible, dado el modelito que se defiende a capa y espada desde hace 30 años).
En este contexto, el coordinador de dichos legisladores, Manlio Fabio Beltrones, tomó el micrófono y acusó: el gobierno federal debe revisar cómo realiza el gasto público, y debe ser más efectivo para que impacte favorablemente en el crecimiento económico de México... Ante la falta de crecimiento, sólo eso faltaba, que (el inquilino de Los Pinos) quisiera más impuestos. Ya con los que tenemos es suficiente, y no han dado resultados, porque este es un gobierno rico con resultados pobres.
La declaración pública de este personaje de la plomería política caldea aún más los ánimos, en el entendido que todo apunta a que la mayoría en San Lázaro (la tricolor, con su rémora verde) será la que delinee el presupuesto de egresos para 2011 (el gasto, el ejercicio del dinero público). Más limitado está ese partido en el Senado, porque la mayoría –aunque no absoluta– es de tinte blanquiazul. Los inquilinos de Xicoténcatl participan en la aprobación de la Ley de Ingresos, pero quedan totalmente fuera de la jugada en lo referente al presupuesto de egresos.
Aun así, tras su cumbre en el dorado puerto de Acapulco, los tricolores lanzan el dardo, conociendo que ellos tienen el sartén por el mango en lo que a asignación presupuestal se refiere: este es un gobierno rico con resultados pobres, porque, en efecto, no sólo importa cuánto dinero se tiene, sino en qué y cómo se gasta. La flecha que lanza el plomero político tricolor y sus correligionarios tiene razón de ser, porque la revisión de la estancia calderonista en Los Pinos resulta desastrosa. Por ello, vale la pena el recuento de ingresos y egresos durante el calderonato, y los resultados. Va pues.
Oficialmente (información de la Secretaría de Hacienda), durante la estancia calderonista en Los Pinos (el balance va del primer día de enero de 2006 al último de junio de 2010) los ingresos acumulados del sector público presupuestario ascienden nominalmente a 9 billones 568 mil 352.6 millones de pesos (muy cerca del billón de dólares), monto equivalente a cerca de 80 por ciento del producto interno bruto mexicano a precios actuales. De esa cantidad, 34 por ciento corresponde a ingreso petrolero (3.26 billones de pesos) y cerca de 43 por ciento a impuestos (más de 4 billones de pesos). Así, de cada peso captado, 77 centavos corresponden a esos dos conceptos.
En igual periodo, vía presupuesto de egresos de la federación, se gastaron 9 billones 961 mil 403 millones de pesos (alrededor de 393 mil millones más con respecto a los ingresos). Y aquí viene lo bueno, que cuadra perfectamente con aquello de gobierno rico, con resultados pobres (muy pobres). De ese total, más del 61 por ciento (5.87 billones de pesos) se destinó a gasto corriente (nómina burocrática, adquisiciones y otras menudencias), y a duras penas 15.5 por ciento a inversión física, generadora de empleos, acicate del crecimiento económico e impulsora de desarrollo.
Al pago de la abultada nómina del sector público presupuestario se destinaron, en el periodo referido, 2 billones 505 mil 368.3 millones de pesos (algo así como 43 por ciento del gasto corriente y 25 por ciento de los egresos totales), una cantidad que casi duplica el monto de las improductivas reservas internacionales del Banco de México (el mismo organismo público que, denuncian los priístas, se encuentra en números rojos y forma parte del colapso económico).
Hasta donde se ha documentado, con la misma información de la Secretaría de Hacienda los más de 2.5 billones de pesos que se han erogado por concepto de servicios personales incluyen alrededor de 700 mil millones en prestaciones para la siempre dorada burocracia. Entonces, en el balance del gasto público queda claro que de enero de 2007 a junio de 2010 (la estancia calderonista en Los Pinos), por cada peso erogado en inversión física se gastaron 1.62 pesos adicionales en servicios personales (nómina burocrática) y 3.8 pesos en gasto corriente.
En el arqueo no puede dejarse a un lado el costo financiero de la deuda del sector público: se erogaron 861 mil 580 millones de pesos de enero de 2007 a junio de 2010 para atender este renglón, una cantidad similar a la destinada, presupuestalmente y en igual lapso, a la educación pública. Así, por cada peso destinado a inversión física (aquella generadora de empleo, acicate del crecimiento y promotora del desarrollo nacional) se canalizaron 56 centavos a pago del servicio del débito público (interno y externo).
No hay país que aguante ese paso: muchos impuestos a los de siempre (con exenciones a los de siempre), creciente dependencia de los dineros petroleros (a pesar de que desde el salinato se despetrolizó el gobierno federal, según se presumió entonces); abultados presupuestos federales (hasta llegar al más alto de la historia en 2010, de acuerdo con Calderón) y escasos, por no decir nulos, resultados para el país y quienes lo habitan. En el periodo de referencia, todos esos recursos públicos sólo sirvieron para una miserable tasa de crecimiento anual promedio de 0.62 por ciento (2007-2010, siempre en el supuesto de que el PIB reporte un alza de 4.5 por ciento en el presente año); un raquítico avance de 2.8 por ciento en el producto per cápita entre 2007 y 2008, para que este indicador registrara un feroz desplome de 7.5 por ciento en 2009; un millón adicional de desempleados, para sumar, oficialmente, 2.5 millones de mexicanos en el ejército de reserva; cuando menos un millón más de trabajadores en la informalidad; aumento del inventario de pobres en 10 millones (2007-2010); a duras penas 537 mil empleos formales en el IMSS a lo largo de 44 meses de estancia en Los Pinos (45 por ciento de ellos eventuales), cuando la demanda real acumulada se aproxima a 4.4 millones de plazas, entre otras gracias.
Las rebanadas del pastel
Entonces, más allá de calenturas electorales, rabietas de ocasión y/o declaraciones incendiarias, todo indica que el plomero político y sus correligionarios tienen razón.
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