Julio Hernández López
Felipe Calderón pretende convertir el escándalo mundial de la matanza de San Fernando en un apuntalamiento, por exacerbación, de sus políticas guerreras. Colocado en una crítica situación latinoamericana, con gobiernos extranjeros exigiendo justicia, el jefe de las operaciones nativas antinarcóticos ha elevado la dureza de sus palabras, hasta llegar al punto de insinuar que lo espolea la tentación de rebasar límites y combatir sin ataduras a delincuentes bestiales: Como presidente no puedo decirlo: a como dé lugar, pero me dan ganas de decirlo. La tentativa de conjugación futurista de la frase clásica del comicial haiga sido como haiga sido (ahora sería haiga de ser como haiga de ser) se produjo durante una entrevista radiofónica con Joaquín López Dóriga, durante la gira de micrófonos que por la cercanía de su cuarto informe de actividades está desarrollando el licenciado Calderón y en la que ayer agregó, a sus crecientes muestras de enojo y desesperación, los señalamientos de que ya le está cansando tanta impunidad derivada de actuaciones judiciales sospechosas y ciertas pataletas de denuncias de violaciones de derechos humanos, e incluso deslizó que el asesinato del candidato priísta a gobernar Tamaulipas pudo haber sido cometido por el propio... (inaudible en la grabación de Radio Fórmula).
Así, deseoso de transferir la responsabilidad oficial de lo sucedido en el rancho macabro al ámbito de los perfiles conductuales de los criminales pertenecientes al bando más malo de los narcotraficantes, Calderón cree contar con un incentivo más para sostener su muy impugnada guerra contra el narcotráfico, en la que el bando de Los Zetas parecería estar agotando su capacidad de reclutamiento natural pues, según la versión oficial sobre la masacre tamaulipeca, los migrantes habrían sido asesinados por negarse a una leva desesperada.
Felipe de retraso táctico que a casi cuatro años de haber desatado combates circunscritos a las armas de fuego cae en cuenta de que también es importante deshabilitar la base económica de los adversarios (a pesar de que ya Napoleón aseguraba que las guerras se ganaban con la trinidad formada por dinero, dinero y dinero). Felipe que lanza iniciativas de reformas legales para combatir el lavado de dinero que en México es alegre práctica empresarial consentida y sostén básico de la economía nacional. Felipe cuya tenue canciller desgrana sin aliento las fórmulas de condolencia que ya se van haciendo clásicas en el archivo del calderonismo.
El empaque personal e institucional de Calderón está a prueba ante la peor tragedia de las muchísimas que ha generado su guerra desquiciada, y lo que hasta hoy se ve parece de muy poca monta. El jefe formal de un Estado que en Latinoamérica todavía se recuerda como poderoso confiesa ser incapaz hasta de guardar información básica peligrosa (aunque, en el caso de Ignacio Coronel, el sellamiento informativo fue marcial): di la orden de que se cuidara la identidad del testigo, que no se reprodujeran imágenes del testigo, que mucho menos su nombre, y habrá que investigar por qué ocurre eso, dijo al excusarse de que se hubieran revelado esos datos que ponen en riesgo mortal a un superviviente ecuatoriano como sucedió con familiares de un marino caído en el ataque a un jefe narco en Cuernavaca. Pero el muy sincero ocupante de Los Pinos se acogió a una fórmula de autobenevolencia: Yo entiendo que hay una gran presión de los medios nacionales e internacionales. Sergio Sarmiento, quien lo entrevistaba, precisó: Pero nosotros presionamos, pero también se nos puede decir que no, y el empequeñecido interlocutor le respondió: Así es. Habrá que ver qué tan poderosos son los medios. La verdad es que no siempre se les puede decir que no. Palabra de Felipe.
Y un raro reconocimiento de la irregularidad violenta de su rendición de protesta: hablando de las exigencias priístas para que vaya a San Lázaro, Calderón recordó: ... si te fijas, se empezó a discutir este tema del informe cuando se denigró la vida en la Cámara con los informes. Presidentes que eran impulsados, bloqueados; al propio presidente Fox no lo dejaron ni llegar al salón de plenos. A lo que Sarmiento comentó: En el 2006. Y FC se siguió de largo: Yo para tomar posesión tuve que tomarla, prácticamente. Sarmiento deslizó: Por asalto. Y Calderón no refutó ni protestó por el señalamiento de asaltante: Vaya, con mucha decisión y con mucho valor de los diputados y senadores panistas. Pero lo hice porque era mi deber constitucional.
Y, entre las confesiones de jueves, Sarmiento le preguntó cuál había sido el peor momento de su gobierno, y Felipe no citó las matanzas de los jóvenes de Ciudad Juárez o San Fernando, la muerte de los niños de la guardería ABC, el crimen de dos estudiantes de excelencia del Tec de Monterrey, el lanzamiento al desempleo de decenas de miles de jefes de familia, o la suma de más de 28 mil mexicanos muertos en refriegas oscuras: Para mí, claramente, es la muerte de Juan Camilo Mouriño. Que fue un golpe demoledor para mí, en lo personal, una persona que le tenía un enorme afecto, y para el gobierno, era el secretario de Gobernación. Y además, la forma tan trágica en que fallece. Falleció a 500 metros de donde estamos nosotros. Que caiga un avión en la ciudad de México es verdaderamente insólito, y que dentro de ese avión vaya el secretario de Gobernación es todavía más. Te confieso que yo, al principio, no creí que fuera un accidente. Estaba totalmente convencido de que se trataba de un atentado, pero hizo revisiones profundas y peritajes, trajo expertos extranjeros, agotó recursos y concluyó que lo del querido Juan Camilo había sido solamente un accidente, el peor de todos los habidos en cuatro años de México convertido en funeraria social ahora de pésima fama internacional.
Y, mientras en Guerrero el Dia se hace de otro priísta para cerrarle el paso al PRI, y el senador Gustavo Madero aparece como la nueva propuesta de docilidad a imponer en el PAN-gobierno, ¡feliz fin de semana!
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