LA SITUACIÓN DE México hoy es peor a la que se presentaba en las vísperas del primero de septiembre de 2007, ó 2008, ó 2009. La trunca ceremonia del cuarto informe ¿de gobierno? del señor Felipe Calderón se presenta en uno de los escenarios más desfavorables de lo que va de su fallida Administración, propiciado en buena medida, por la tremenda crisis de inseguridad –sin soslayar las otras crisis: la económica, la política, la social— en la que se encuentra inmerso el país.
Desde el inicio del periodo gubernamental para el que fue designado por el Tribunal Electoral, Calderón ha optado por inclinar gran parte de sus fuerzas a la lucha frontal y directa contra la delincuencia organizada, en específico contra el narcotráfico. En dicha lucha no se han escatimado recursos, en proporción inversamente proporcional a los magros resultados obtenidos.
El combate en contra del narcotráfico se ha convertido en el rasgo distintivo de este sexenio, desdibujando en la agenda algunos otros temas, que hoy en día, resultan los aspectos más sensibles e importantes para la ciudadanía.
La economía, por ejemplo. Un rubro que –de acuerdo a Consulta-Mitofsky— no aprobó Felipe Calderón en el 2009, pues el 80 por ciento de los encuestados reprobaron su gestión, misma que nos llevó a decrecer más de 6 puntos en el PIB del país cual efecto de la crisis mundial, sí, pero sobremanera por la ineficiencia e ineficacia con la que aquí se enfrentó lo que al inicio se dijo no era más que un simple “catarrito”.
Para contraatacar los efectos de dicha crisis internacional, al inicio del 2009 Calderón anunció una serie de medidas tendientes a obtener una reducción de los efectos negativos en la economía nacional. Conforme fue avanzando el año, la recesión se fue tornando más agresiva, diluyendo las posibilidades de una pronta recuperación.
Una de las medidas propuestas por el Ejecutivo, fue la creación de obras de infraestructura para mantener -al menos temporalmente-, las fuentes de empleo de miles de personas, lo que resultó irrelevante ante la embestida de la crisis económica.
Aunado a lo anterior, se tomaron una serie de disposiciones para frenar la creciente alza de desempleo, consecuencia directa de la situación económica imperante, como la implementación de paros técnicos en varias empresas, con miras a que éstas no se vieran en la necesidad de despedir a sus trabajadores, ante la escasa o nula productividad en sus operaciones. Esta medida al igual que la anterior, sirvió de poco ante los estragos económicos que padece el país. El plan de generar empleos temporales, así como el propiciar los paros técnicos, no fueron remedios suficientes.
Se requería de la aplicación de políticas públicas más audaces que pudieran abatir la inestabilidad económica, así como la elaboración de iniciativas que culminen en reformas estructurales en materia económica. Pero no hubo ni la voluntad firme del ocupante de Los Pinos, ni la de los legisladores, quienes no hicieron a un lado sus intereses partidistas, para asumir con responsabilidad los puntos esenciales de la agenda nacional.
El desempleo, el alza de precios en productos y servicios, la falta de productividad de diversos sectores económicos y la escasa recaudación fiscal, resultado de la evasión, elusión y débil generación de beneficios por parte de personas físicas y morales, hace vislumbrar una situación insostenible económica y socialmente para el país.
La economía, pues, es un fracaso. Y tal se siente en el bolsillo de todos los mexicanos… excepto de aquellos que desde siempre siguen medrando con las riquezas –la humana, sobremanera— de la nación.
A partir de mañana, sin embargo, la spotiza que anualmente nos receta Calderón dirá todo lo contrario.
Índice Flamígero: Dice el The New York Times en el editorial de su edición de ayer lunes que los estadounidenses han delegado en los barones de la droga su política de abasto de migrantes hacia EU. Eso no es nada. En México, la fallida Administración de Felipe Calderón ha dejado en manos de los mismos personajes prácticamente todo: el manejo de la economía, de la seguridad, incluso el apoyo financiero a campañas políticas.
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