Julio Hernández López
En una carta de inducción electoral a favor del entonces candidato Felipe Calderón, el principal accionista de la cadena de tiendas Coppel presumía de magnánima apertura empresarial: Si requieren permiso para salir de su trabajo a votar, o llegar más tarde, o salir antes, por favor coordínense con su gerente, para que se los permita. Enrique Coppel Luken, en su carácter de patrón preocupado por el peligro para México que representaría la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder, convocó con un impresionante sentido profético a sus 25 mil empleados a multiplicarse por 10 (tres clientes, tres amigos y tres parientes, más el empleado de la tienda de raya electoral) para hacer la posible diferencia en la competencia entre Calderón y López Obrador: supuestos 250 mil votos esclavos en bolsita de supermercado norteño, virtualmente 0.56 por ciento de la distancia artificial que finalmente fue declarada para imponer al aspirante panista como supuesto ganador.
Coppel Luken insistía en su carta del 23 de febrero de 2006 en la importancia de la apertura, la moralidad y la libertad. Por ejemplo: ¿Cómo llegó China a tener tantos pobres? Siguiendo políticas similares a las que propone el PRD. ¿Cómo ha llegado China a ser el ejemplo mundial en crecimiento económico? Siguiendo las políticas que propone Felipe Calderón. ¿Como cuáles políticas? Apertura al mundo (...) Abriendo a la competencia la economía. Plenamente instalado en la línea de descalificación del lopezobradorismo mediante la guerra propagandística sucia, el dueño que también lo creía ser del ánimo electoral de sus empleados dictaminaba: Nuestro México necesita un presidente del primer mundo, moderno, joven, con visión internacional y global que vea al futuro, no un presidente de país subdesarrollado tipo Castro, de Cuba, o Chávez, de Venezuela, que ven al pasado, como sería el del PRD. E insistía: Felipe, junto con su esposa Margarita, forman una pareja estable con tres hijos de 8, 9 y 13 años, bien avenida, tanto a ella como a él quienes los conocen hablan muy bien de sus personas. Tienen una buena formación moral, familiar. No hay duda de su honestidad.
En los negocios de tan promocional paladín de la apertura y la moralidad, sin embargo, las cajeras que realizaban inventarios semanales eran encerradas sin posibilidad de salir en casos de urgencia, como acaba de suceder en un almacén de Culiacán. Libertad momentánea para votar por el candidato sugerido pero controles criminales de seguridad instalados para impedir que sus empleadas sustrajeran mercancías. Cortinas metálicas bajadas, salidas de emergencia inexistentes o bloqueadas y turnos de sol a sol en algunos casos. COOPELas o fuego, como se ha titulado esta columna, tomando el juego de palabras que planteó Víctor Olvera, @galeria_vo en Twitter. De la patronal inducción electoral de 2006 al encierro criminal de trabajadores en 2010, del gerencialmente denunciado presunto peligro para México a la funeraria realidad esclavista marca Coppel.
HASTA EL SÁBADO. El presidente de la mesa directiva, Jorge Carlos Ramírez Marín, durante la sesión de ayer en la Cámara de Diputados, en la que se decretó que será mañana sábado cuando continúe la discusión sobre el presupuesto federal para 2011Foto Cristina Rodríguez
Pero la muerte de esas seis cajeras encerradas no se convertirá en un peligro para un empresario amigo. Nada sucedió en Hermosillo con la muerte de decenas de niños en la guardería ABC, más que el PAN ganara una gubernatura que tenía perdida de calle, mientras los familiares de Margarita Zavala y los amigos de Eduardo Bours disfrutan impunemente de sus riquezas. Nada sucedió tampoco en el caso de Pasta de Conchos, más que la persecución del senil júnior Napoleoncito para que no le haga ruido laboral al jefe, aliado y financista electoral Germán Larrea que sigue tan campante, muy preocupado por el confort de sus caballos pura sangre. Nada sucederá tampoco con el propagandista epistolar Coppel Luken, que ya antes había recibido premio, como señaló Carlos Fernández-Vega en su columna México SA de diciembre de 2007: “El llamado redondeo en los supermercados (la ‘morralla millonaria’ aportada por los consumidores) recibió un banco chatarra de premio: el empresario sinaloense Enrique Coppel Luken, dueño del grupo que lleva su primer apellido, quien a cambio del ‘redondeo’ para Marta y la descarada intervención en el proceso electoral en favor del Felipillo obtuvo autorización para Bancoppel”.
El presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Sinaloa, Juan José Ríos Estavillo, ha demandado que se finquen responsabilidades al culpable de la muerte de las seis cajeras, pues aquí no debe pesarnos a ninguna institución pública ni a la sociedad ningún apellido. Creo que lo que nos debe pesar son las consecuencias que se han generado. Lo malo para la justicia invocada es que el apellido en mención fue compañero de armas en la guerra sucia que se desplegó para instalar a Calderón: COOPELó, por tanto no habrá fuego contra él.
Astillas
La administración federal volcó recursos y oropel en las celebraciones del bicentenario de la Independencia y demeritó por sistema la evocación del estallido revolucionario de 100 años atrás. La agenda oficial realizó un acto de ilusionismo ceremonial al concentrar la atención en un sombrero de 1810 para sacar a última hora una pequeña fotografía en sepia de algo parecido a un conejo 1910: de un fraude a otro, ahora el histórico. Disolver la memoria de la violencia popular contra un régimen antidemocrático y represivo se volvió una necesidad para el actual gobierno Simi: posible es ensalzar lo hecho 200 años atrás, pero dificilísimo es excitar a los mexicanos de hoy a reproducir los lances cívicos del maderismo, el zapatismo y, sobre todo, del villismo. Por ello, la Independencia se volvió chou farandulero y Los Pinos acabó haciendo de la Revolución un desfile de blindaje militar, no deportivo, como siempre había sido; es decir, una ceremonia privada, defensiva... Y, mientras sigue el jaloneo por el presupuesto del año entrante, ¡feliz fin de semana!
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