miércoles, 3 de noviembre de 2010

Serpientes y Escaleras | Salvador García Soto--- Un “no” que llama al cambio



La derrota que se perfilaba anoche para la propuesta de legalización de la mariguana en California ratifica que, si bien sigue habiendo una mayoría que aún no ve una salida al violento tráfico de drogas en la creación de una industria legal y controlada del estupefaciente, también ha crecido la corriente de opinión, y en este caso de voto, que considera que es la hora de discutir a fondo si no se favorece la existencia de un negocio millonario, criminal y violento con la prohibición y el combate por la fuerza a un mercado ilegal de las drogas que difícilmente dejará de existir.
Es claro que en California, junto con la polémica Propuesta 19, que movilizó e hizo reaccionar a gobiernos de todo el mundo, comenzando por la Casa Blanca, se movieron todos los poderosos intereses que rodean al mundo del narcotráfico internacional: desde los innegables intereses económicos, que sostienen economías de potencias y naciones mediante el simulado e institucionalizado lavado de dinero, hasta los intereses de las mafias de las drogas que son ya un negocio global, junto con los temas de geopolítica y diplomacia que impactaron en todo el orbe, por tratarse del estado de la Unión Americana que representa la quinta economía mundial.
Finalmente se impuso el “no” y eso da un respiro a muchos en el mundo; comenzando con el apurado Barack Obama, que en medio de la tormenta política que se le viene por la estrepitosa derrota de su partido y su proyecto a manos de los Republicanos apenas tuvo tiempo de meterse a cabildear por la negativa a la propuesta, que le hubiera ocasionado fuertes presiones a la política antidrogas de la Casa Blanca. ¿Cómo iba la administración Obama y el gobierno de EU pedir a naciones de todo el orbe, especialmente a las latinoamericanas, que combatieran al narcotráfico si en el mayor estado de su nación la mariguana ya era legal y permitida en su producción y comercialización?
Pero también el “no” hace que países como México y Colombia, que han hecho del combate a los estupefacientes y a los narcotraficantes su principal política de gobierno de los últimos años, por encima incluso de necesidades más apremiantes como la pobreza, el desempleo o la inseguridad, no caigan en el contrasentido de estar sosteniendo una costosa y sanguinaria guerra por algo que, apenas pasando una línea fronteriza, en el caso mexicano, ya era legal e incluso controlado y fomentado por el Estado.
¿Cómo iba a sostener Calderón el discurso de “estamos acabando con la droga para que no llegue a tus hijos”, si a unos metros del territorio mexicano la droga iba a poder sembrarse, producirse y venderse de manera totalmente lícita y como un floreciente negocio legal y comercial? ¿Cómo iba la administración calderonista a explicarle y justificar a los mexicanos que mientras nosotros pagamos la cuota de sangre y de violencia, con casi 30 mil muertos en los últimos cuatro años, entre ellos 1,200 niños y otro tanto de víctimas civiles inocentes, mientras en el país vecino, el que nos ha orillado y presionado para mantener esta guerra, permite la venta y producción legal de una de las drogas de mayor consumo en una parte de su territorio?
Por eso el “no” hizo que ayer por la noche muchos respiraran aliviados, pero no debiera hacer que nadie se confíe ni se quede en la inmovilidad; el debate sobre la legalización no tiene vuelta atrás y sería momento de pensar, ahora que se habla de pactos y acuerdos para impulsar la reforma política, incluido el referéndum y el plebiscito, qué tal vendría en México una consulta amplia a la sociedad de este tipo. ¿Creen que aquí ganaría el “sí” o, como en California, se impondría el “no”?

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