lunes, 13 de junio de 2011

López Obrador y Sicilia: Encuentros y desencuentros HÉCTOR PALACIO

El luchador social y el poeta pertenecen a una misma generación: 1953 y 1956. Ambos son cristianos persuadidos. Considerando un amplio contexto y lo relativo del significado, uno y otro son de izquierda. Uno escribe periodismo y poesía, otro libros de denuncia y propuesta para la trasformación social del país. Los dos encabezan ahora mismo movimientos nacionales. Por la paz, la justicia y la dignidad, uno. Para alcanzar los medios que permitan garantizar la paz, la justicia y la dignidad en el país, otro.



El activismo y la práctica política de López Obrador alcanzan 23 años como opositor y como gobernante de la ciudad de México, más una etapa previa trabajando al lado del poeta, católico también, Carlos Pellicer y con los indígenas chontales de Tabasco. Hoy encabeza un Movimiento de Regeneración Nacional que pretende encauzar su lucha hasta la presidencia de la república, y desde allí propiciar las condiciones para modificar la actual política nacional. El activismo y la práctica política de Sicilia, ocupado básicamente en el periodismo y la poesía -con todo y su simpatía para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional- ha iniciado a raíz del desdichado asesinato de su hijo hace pocos meses. No obstante, su convocatoria ha sido básicamente exitosa en su realización, por la respuesta social y mediática, por la empatía entre los convocantes y quienes han respondido solidariamente al llamado. ¿Quién no se solidariza ante el dolor? ¿Cuántos no son en el país víctimas directas o indirectas de la violencia?



El diagnóstico coincide fundamentalmente. Uno expresado en el Proyecto Alternativo de Nación. Otro en el Pacto Nacional Ciudadano del 10 de junio. Después de una lectura puntual se concluye que los documentos son esencialmente concordantes, aun en los detalles. Existe gente inteligente en la formulación de ambos que bien podría establecer lazos de comunicación. Sin embargo, como en el caso de los engranajes perfectos en que de pronto salta una imprevista falla, o el incidente que estropea una jornada extraordinaria, algo no cuadra en lo que pudiera ser la imbricación a corto o mediano plazo de los movimientos. Ese algo es un pequeño giro visto hoy solamente como interpretativo por algunos, como certeza por otros: El punto de quiebre del diagnóstico: 2006.



Para Sicilia, julio de 2006 es una fecha más del calendario político mexicano. Para López Obrador, el momento en que es víctima del gran fraude electoral mexicano en medio de una atmosfera fascistoide generada por la guerra de lodo y estiércol en su contra al ser señalado por el stablishment como “Un peligro para México”.



Ha habido sin embargo variaciones del discurso. Asombra leer “Las consecuencias de la ilegitimidad”, texto de Sicilia publicado en septiembre de 2010. Cuestiona allí la guerra y su origen: el sospechoso ascenso al poder de FHC. Poco más de seis meses después la tragedia y luego la convocatoria ciudadana. Al inicio de esta, el lenguaje formal del periodista reconoce al actual régimen. Tácitamente lo da por legítimo al llamar presidente a quien ostenta el poder ejecutivo (¿estrategia, diplomacia, realidad?). Lo considera un interlocutor válido y se reúne con él. El diagnóstico toma así un giro distinto, una conclusión diversa. No pondera que quien ejerce el poder es quien sin legitimación de la sociedad o el congreso, lanza una guerra abierta sin preparación alguna. Esta política de guerra es la que propicia la cruenta realidad nacional. El régimen vigente confrontado, con toda su carga de corrupción e impunidad, contra la respectiva carga de corrupción e impunidad del crimen. El cuadro perfecto para las víctimas inocentes que incluye al hijo de Sicilia y a los familiares de los reunidos en torno a su convocatoria. Los asesinatos tanto de civiles como de criminales y militares son cifras del parte de guerra y sus daños colaterales. ¿Escuchará a Sicilia un gobierno absolutamente comprometido con su guerra a cualquier costo? ¿Quién escuchará las demandas del nuevo Pacto? ¿Hará algo un congreso mutilado incapaz de reconvenir al ejecutivo?



A la firma del Pacto, el futuro inmediato del movimiento depende del ajuste del diagnóstico. ¿Posible? Algunos signos revelan lo contrario o cuando menos dificultad.



FHC. Bordar el vacío. Reunirse antes del 8 de mayo y demandar respuestas al ejecutivo vigente quien, ya se sabe, sólo se escucha a sí mismo y sus intereses. Sondear la posibilidad de reunirse nuevamente con él después del 10 de junio.



EZLN. El 8 de mayo (y parece que en la anunciada marcha hacia el sur también) Sicilia legitima en plena Marcha al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Cuando Sicilia recibe el saludo en el cruce de Fray Servando y Eje Central de los miembros del EZLN, se escuchó un grito significativo: “La Otra cobra con la derecha”. ¿Puede hoy seriamente validarse a Marcos después de que sale de su escondrijo cada elección presidencial para despotricar en Televisa contra el candidato de la izquierda como lo hizo con Cárdenas y López Obrador? ¿Es mejor estar gobernados por el PRI-AN? Marcos está marcado por el estigma de la traición y la sospecha de recibir patrocinio oficial para jugar contra la izquierda electoral.



Aclamación acallada. Con el Zócalo pletórico, la gente espontáneamente se expresó: “Muera Calderón”. “Fuera Calderón”. Fue el único grito masivo, unísono, vigoroso de la tarde. Quien lo silenció con sus gestos, sus manos y el micrófono, fue Sicilia. Dijo y dijo bien, no demandar más muertes, en todo caso, la renuncia del ejecutivo. Pero no la solicitaría.



Incomunicación. Exigiría una renuncia que no tendría ningún impacto. Durante la semana, FHC se dedicó a fortalecer al policía García Luna. No dejó de sorprender, sin embargo, que Julio Lebaron declarara a los medios desconocer tal demanda, no le fue consultada. Indudablemente, Lebaron ha sido pilar en el movimiento, no sólo al portar la bandera, sino por el símbolo que carga tras su espalda, la brutal ejecución de sus familiares. No puede permitirse la incomunicación o el ocultamiento de información clave hacia el interior del grupo convocante.



Políticos. Sicilia ha insistido desde antes del Zócalo en que todos los políticos son iguales. Al reiterarlo, muchos de los que gritaron “Fuera-Muera Calderón”, se sintieron, más que incómodos, defraudados. Porque muchos de ellos, incuestionable, son seguidores del movimiento de López Obrador, quien una y otra vez ha dado evidencias públicas de no asemejarse a la jauría de corrupción e impunidad de la política nacional. Si hay pruebas de lo contrario, que se presenten.



Entrevista. Después del 8 en entrevista con Milenio, Sicilia volvió con la letanía de que todos los políticos son iguales. Que los 3 o 4 principales precandidatos a la presidencia son análogos y no espera mucho de ellos. De López Obrador repitió lo que se ha dicho hasta el hartazgo desde 2006, sobre todo por quienes orquestaron la campaña de lodo y estiércol del “Peligro para México”. Dijo no confiar en alguien que divide al país. ¿Quién ha en realidad dividido al país, López Obrador, FHC, la oligarquía? ¿Quiénes ostentan el poder de los medios de manipulación masiva, quienes las fortunas? ¿No son estos quienes han dividido al país? ¿Quiénes cargan con la miseria? ¿De veras son lo mismo los precandidatos del PRI-AN que López Obrador, exhiben los mismos programas, los mismos ideales políticos y sociales, el mismo historial?



Caravana. En la Caravana del 6-10 de junio se acumularon las manifestaciones de dolor y reclamo por los muertos, sí. Pero ¿cómo acallar expresiones espontáneas como la de “Queremos trabajo, queremos hospitales, no queremos militares”, de Morelia? Las voces francas no debieran silenciarse por juzgarlas demasiado rudas o porque pudieran descarrilar el proceso de la convocatoria. ¿Cuál proceso? Tanto el dolor como los reclamos son la expresión urgente contra la barbarie a que el presente gobierno ha llevado al país. ¿Cómo, por qué silenciarlos? ¿Por qué la Caravana no ha sido tan arrolladora en términos de solidaridad e incorporación de la población a la misma como la Marcha? No sólo por la dificultad y el costo, también por una especie de desencanto entre quienes acudieron al primer llamado.



Ciudad Juárez no ha sido el evento arrollador y explosivo que pudo. Las mesas de trabajo en torno a los seis puntos, la firma del Pacto y las acciones futuras para alcanzar una mayor resonancia están condicionadas. Existe la necesidad de recapitular y recapacitar sobre el proceso pasado inmediato. Los errores y lo que aún se puede rescatar o reincorporar con breves ajustes. Sin duda, mucha gente del 8 de mayo desearía reintegrarse a secundar el Pacto del 10 de junio. Mas, ¿qué se necesita para ello? Revisión, ajustes, diálogo con movimientos semejantes, coordinación, puentes comunicantes.



Tal como se ha manifestado el movimiento hasta ahora (excepto ese gran momento clamoroso silenciado en el Zócalo), parece que tenderá a diluirse. Porque no socava las envilecidas instituciones que critica, porque no mina a quienes las conducen. Porque los toma como interlocutores válidos. De allí que no sorprenda que, si bien la solidaridad ante el dolor es irrestricta, los oportunistas y los interesados, los mismos ejecutores de las políticas de guerra, hayan, nítida demagogia, hipocresía fenomenal, hecho suyo en el plano discursivo los reclamos del movimiento. Como si el criminal se volviera solidario con las quejas de la victima respecto al victimario. Absurdo. Desde Calderón hasta Peña Nieto pasando por intelectuales como Krauze y tantos periodistas. Y es que no se ha evidenciado, pese a la crítica genérica, a los políticos, al sistema y a quienes lo llevan a cabo, a quienes lo impulsan y sostienen tal cual está hoy. Se ha tratado de un movimiento que ha cuestionado, pero que no ha socavado el fondo, la estructura. ¿La variante de la resistencia pacífica modificará el discurso inicial?



Y aun la frase detonadora del movimiento, “Estamos hasta la madre”, en el contexto mexicano, expresa un sentido vaciado de contenido radical. Es sólo una manifestación frente a una posible opresión, una queja. Mas difícilmente una ruptura. De allí que suene burda, trillada, pero no suene determinante. No asusta a nadie. Si de allí se desprende o converge con “No más sangre”, la segunda también es endeble.



El futuro inmediato depende de los ajustes de Sicilia, sus compañeros y sus asesores. También de personas como Rosario Ibarra de Piedra que bien pueden tender lazos de entendimiento y coordinación de esfuerzos con otros movimientos semejantes, en particular con el de Regeneración Nacional. Los grados de coincidencia son más que notables, evidentes. Sólo alguien muy mal intencionado no registraría de inmediato las similitudes de diagnóstico, causa y objetivos. La mezquindad debe dejarse de lado ahora. ¿Es posible pactar con el PRI o el PAN? Parafraseando a Víctor Haya de la Torre: No se puede convivir en democracia con los enemigos de la democracia.



Que no se confíe el católico poeta del católico Calderón. Subyace allí, pese al cristianismo (que bien se ve, sirve de nada), demasiada perversión, al menos la de culpabilizar a todos los demás por su guerra y por sus muertos. Si lo hace, lo más probable, como ha sucedido con Martí y Ciudad Juárez, es que sea utilizado como parte del ajedrez de guerra. Conveniente será que se acerque sin temor a movimientos convergentes con el suyo. Inclusive al de López Obrador, quien por mucho que se diga, no divide al país y está más cercano a su causa que cualquier otro político. Tiene además no sólo una dinámica de lucha social y política detrás, sobre todo, voluntad para cambiar el país para bien. Secundaría sin duda de inmediato el Pacto Ciudadano, así como ha dicho desde siempre, junto con Sicilia –por dar un ejemplo-, que haría cumplir los Acuerdos de San Andrés Larráinzar.

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