El IFE nació como un avance democrático en México después de que en las elecciones presidenciales de 1988 la sociedad lanzó una señal clara de que el sistema presidencialista y de partido único había cumplido su ciclo.
Hoy parece que el organismo está perdiendo sus móviles originales como consecuencias de una serie de intromisiones e ineptitudes de varios de los actores que intervienen en el proceso que culminará el 1 de julio venidero.
Las protestas del Frente Democrático Nacional, encabezado por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, alcanzaron niveles de tal magnitud que gracias a la mesura del michoacano, se impidió un desbordamiento de la tensión generada por la caída del sistema que dejó cuestionado para siempre la validez de ese proceso electoral.
Ese contexto fue el que originó la creación de una verdadera institución electoral en México, que además es la más cara del mundo presupuestalmente hablando.
Una situación muy similar, o todavía más cuestionada, fue la que vivió el país en el proceso del 2006. Nadie podrá decir a ciencia cierta que el triunfo de Felipe Calderón sobre Andrés Manuel López Obrador fue legítimo.
Y también el tabasqueño tuvo la prudencia de encabezar una lucha pacífica por la legitimidad electoral, sin violencia social armada, y la ha mantenido con una creciente simpatía popular gracias a esa actitud reflexiva.
Pero en estos tiempos no son los candidatos presidenciales los que dan temor a una nueva descomposición electoral.
Es el manoseo que han hecho de las leyes vigentes que ha hecho la partidocracia. Leyes que no son siquiera interpretadas de manera correcta por el Consejo General del IFE.
El ejemplo reciente, y uno de los más grotescos por cierto, es la DENUNCIA contra una larga lista de comunicadores que por una supuesta violación a una prohibición fantasmal que ni los sabios de la democracia que cobran en el IFE pueden explicar con claridad en que consiste.
Ya se habían olvidado del asunto en el IFE y el Tribunal Electoral de la Federación lo siguió y ahora los comunicadores tendrán que comparecer ante una autoridad que no convence con ninguno de los argumentos que justifiquen su medida.
Las amenazas del gobierno en el sentido de que el crimen organizado intervendrá en las campañas de este año, más bien parecen un ánimo de anularlas que de evitar que se cometa el indeseable fenómeno de dinero sucio en el proceso.
En el 2006 no fue el IFE quien ensució las elecciones. Fueron Vicente Fox y su esposa los que se metieron y se las robaron al grado de que el IFE los amonestó “por poner en peligro las elecciones”.
El intento de desafuero de Andrés Manuel López Obrador marcó para siempre la violación de la voluntad popular en el proceso comicial que renovó el ejecutivo en el 2006.
Y desgraciadamente ahora no solo tenemos un intervencionismo presidencial. En esta ocasión el escenario catastrófico lo configura también un Consejo General del IFE errático, protagónico, partidizado y que pierde a gran velocidad la autoridad moral que consiguió en sus años nacientes entre los mexicanos.
Es real el peligro de que en las campañas de todo rango se infiltre el dinero sucio. Posibilidad que no se va a terminar con la guerra de Calderón que día tras día lo único que logra es sumar ejecuciones.
Y los agregados de un IFE inconsistente, vacilante y cuasi secuestrado por los partidos, y de un presidente convertido en el jefe de su partido, ensombrecen el panorama electoral que vivirá México hasta llegar al 1 de julio.
Estamos a tiempo aún de que los responsables del proceso electoral en marcha respondan con hechos a la pregunta que se hacen miles de mexicanos.: ¿Hacia dónde nos llevan los señores del IFE y demás autoridades como el secretario de gobernación con sus actitudes equivocadas y erráticas?
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