Una tierra con enormes reservas de oro y plata, con altísimas existencias de cobre, cadmio, fierro, manganeso y zinc.
Es tan rica pero tan rica, que sólo en el período 2006 - 2010 el volumen de su producción minera se incrementó más de 60 por ciento, y el valor de esa producción aumentó además 75 por ciento.
Alrededor de 84 mil millones de pesos redituó la producción minera de esa tierra tan pero tan rica, y de ese monto 66 por ciento correspondió a oro y plata. Pero esos 84 mil millones de pesos no son para los habitantes de esa tierra maravillosa, sino para las empresas privadas, nacionales y extranjeras (la mayoría canadienses), como Grupo México de Germán Larrea, el de Pasta de Conchos, que explotan los abundantes recursos mineros. También otras empresas privadas hacen lo mismo pero con los enormes recursos forestales de esa rica tierra llamada Tarahumara.
¿Cuántos pozos de agua o sistemas de riego podrían hacerse con esos 84 mil millones de pesos?
No lo sabremos nunca porque de ese dinero no se destina ni un centavo en beneficio de sus habitantes, que son los verdaderos dueños de esas riquezas.
Qué ironía que esa tierra de oro y plata esté viendo fallecer de hambre y sed a sus hombres, a sus mujeres, a sus hermosos niños; a sus animales, a sus flores y a sus cosechas sin que nadie mueva un dedo para evitarlo.
No es asunto de sequías, ellos han sobrevivido bajo ese clima más de 500 años, el verdadero motivo de su muerte es el infinito egoísmo de quienes desde el poder, y sin ninguna autoridad moral, han vendido la riqueza que no les pertenece.
No es asunto de sequías, es el silencio cómplice de quienes seguimos permitiendo esa infamia.
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