Iztapalapa es algo más que una de las 16 delegaciones que componen el DF; es más, incluso, que el millón 600 mil votantes que allí habitan, porque es, ahora, en este momento, la única opción de que el proyecto de izquierda que empezó a gobernar hace tres años, continúe.
Pero el asunto es grave. Desde hace algunos días el rumor de que el conflicto electoral para definir a quien sucederá a Clara Brugada ha llegado en varias ocasiones a la violencia, aumenta constantemente, y es que por más que se trate de vender a la opinión pública la idea de que Jesús Valencia es un candidato de unidad, a la sola mención del personaje saltan objeciones serias que lo miran como una imposición de Marcelo Ebrard y no como el candidato inevitable.
Para este fin de semana, cuando desde el consejo perredista se le ponga nombre a cada uno de los puestos de elección que estarán en juego a la mitad del año, todo estará limpio y planchadito, y Valencia, según se cuenta, habría sido electo como candidato sin mayor tropiezo, pero los grupos de la izquierda tradicional, por decirlo de algún modo, han decidido impulsar a Martí Batres como su candidato a la delegación más poblada de la ciudad, para evitar que se pierda el proyecto que hoy encabeza Clara Brugada en aquella demarcación.
Jesús Valencia ha sido, cuando menos en los tres últimos años, uno de los operadores de Marcelo Ebrard, y en el ámbito de quienes apoyan a Batres se rechaza la posibilidad de que este operador pudiera ser capaz de llevar a buen puerto algún plan de trabajo de izquierda, y lo sienten, además, imposibilitado para gobernar la delegación.
Pero más, en ese círculo, el de la izquierda, se advierte que existe la idea de ir marginando, cada vez más, a quienes no comulguen con la socialdemocracia, que parece la ideología con la que se busca gobernar en adelante y abiertamente, con lo que el PRD ya no tendría graves diferencias de proyecto ni con el PAN ni con el PRI.
Hasta ahora la jefatura delegacional parece haber tenido resultados exitosos. Clara Brugada, en una encuesta realizada en diciembre, se hallaba como la tercera opción más importante para el PRD como posible candidata a la jefatura de Gobierno –decidió no competir–, y pese a que junto con Batres y otros miembros de la izquierda formaron un bloque, no se considera que el ex secretario de Desarrollo Social sea parte de su equipo, por lo que la postulación de éste no se puede calificar de herencia política, pero sí habla de la continuidad en el trabajo que hasta ahora a realizado.
Es necesario recordar que Brugada llegó a la jefatura delegacional gracias a un movimiento político que encabezó Andrés Manuel López Obrador, y que rompió con el cacicazgo que allí había mantenido la familia Arce, ligada a Nueva Izquierda, cuya fórmula fue muy sencilla: dejar que la gente se expresara.
Hoy, a partir de la candidatura de Jesús Valencia, se pretende hacer a un lado la opinión de los militantes de Iztapalapa, para imponerlo desde un acuerdo que tendría el riesgo de convulsionar no sólo la elección, sino toda la delegación. Por eso Iztapalapa resulta algo más que una simple elección interna del PRD, y por eso mismo se debería pensar en dejar que en aquel lugar se diera paso a una forma de selección que permitiera la opinión de la militancia en aquella demarcación. De otra forma los peligros se acentuarán.
No obstante, es muy probable que hoy, o durante los próximos días, siempre antes del fin de semana, Aleida Álvarez, candidata de René Bejarano a esa delegación, decline en favor de Valencia, o mejor dicho, sea negociada por el mismo perversor, después de convencerla de que ella puede ser la próxima presidenta del PRD en el Distrito Federal, y si eso es cierto, Iztapalapa quedará en manos de Valencia y se habrá hundido el último clavo en la tumba de la izquierda en el DF. ¿Habrá quién los salve?
De pasadita
De otra forma, y en otra delegación, en GAM las cosas no parecen tan difíciles. Según se dice, Nora Arias tiene los apoyos suficientes para conseguir la jefatura delegacional, y Víctor Hugo Lobo, el actual delegado, irá a la competencia abierta por un escaño en el Senado, aunque hay, aún hora, quienes lo ponen en duda.
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