lunes, 2 de abril de 2012

Astillero-- Conforme al guión-- Triángulo electoral-- Imposición anunciada-- De la Madrid; Carpizo-- Julio Hernández López

((Comprometido-Hernández))
Crónica de una telenovela anunciada. Chico guapo se pasea por el país luciendo dentadura, copete y buen porte, vendiendo promesas firmadas ante notarios públicos y derrochando recursos en propaganda, utilería y relaciones públicas / políticas / electorales. Señora de la casa, con especialidad en declamar rutinas de superación personal, se esfuerza en producir cotidianamente pifias como la más reciente, la pronunciada en Puebla al anunciar que fortalecerá el lavado de dinero. Amoroso reincidente lucha por sobrellevar adversidades que le son impuestas por la dupla priánica, pragmática y poderosa, mientras en su entorno hay sospechas de traiciones sabidas y oportunismos en espera. Un último personaje, llegado de última hora al Panal que es propiedad de una profesora, busca por su parte los efectismos más adecuados para hacerse sentir en una pelea cuadrangular que en realidad es triangular.

Santa semana de arranque de las campañas electorales que ha mostrado en tres pinceladas el mural por todos tan sabido. Peña Nieto está gastando ríos de dinero, sin supervisión alguna, en una estrategia múltiple de consolidación de una imagen, no de un proyecto ni un liderazgo. Entre menos hable sin apuntador mejor será para el mexiquense, que ha pedido refugio político en la poderosa república del espot. Batalla aérea con las grandes televisoras como aliados definitorios mientras a ras de tierra se mueven las tropas de depredación electoral cuyas malas artes aún no son advertidas de manera masiva porque las grandes mayorías siguen manteniendo la vista puesta en la pantalla controladora.

Josefina sufre porque, a fin de cuentas, pareciera que no ha podido consolidar, o no se lo han permitido, un auténtico equipo de trabajo. Cuando no es ella la que se equivoca son los miembros de su variopinto entorno o, como ha sucedido con trabajadores de Mexicana de Aviación, es la herencia de enconos que le deja su correligionario Calderón la que se le aparece y entromete para echarle a perder sus planes de activismo electoral hasta ahora más que accidentados. Vázquez Mota no parece haberse montado de verdad en el tren de su propia candidatura, como si hubiera espíritus contrariados que en su propia casa se asomaran para provocar enredos y sostener una precariedad inquietante. Por el bien de ella, primero debería arreglar su equipo de trabajo la candidata panista, antes de que un mal día de estos la vuelvan a meter en problemas no necesariamente involuntarios.

López Obrador sostiene que perdona pero no olvida, y aun cuando en las plazas públicas sigue teniendo buenos resultados en cuanto a asistencia y adhesiones, comienza a advertir el cuadro de desigualdad institucionalizada en el que se mueve. Dado que no puede contradecir de golpe la amorosidad tras la que se ha parapetado en esta coyuntura electoral, el tabasqueño va dejando constancia de los términos inaceptables en que se va desarrollando la contienda presidencial, frente a un aparato peñanietista que cuenta con recursos económicos y materiales de toda índole y un josefinismo que pronto recibirá apoyo abierto del aparato gubernamental federal para que el jefe pinolero tenga las opciones de continuar peleando por la posibilidad de la continuidad o para que negocie en mejores condiciones la rendición de la plaza femenina para mejor servicio del interés de la familia Calderón-Zavala.

Imposición es la palabra, aunque el romanticismo tardío del pejismo 2012 apenas va pronunciándola en términos exploratorios. Imposición a través de los medios televisivos que diariamente fabrican el menú nacional para el consumidor cautivo que así va forjando su percepción de la realidad conforme a los intereses, los vetos y las promociones que convienen a los concesionarios de esas señales públicas. Es muy temprano, ciertamente, para escribir con tinta fuerte ciertas palabras, pero desde ahora conviene tomar en cuenta los indicios y las evidencias de la gran maquinación en curso. Ya veremos.

La muerte de dos personajes marcadamente relacionados con el salinismo permite reflexionar no solamente sobre lo que significaron Miguel de la Madrid y Jorge Carpizo, sino además, en la circunstancia electoral que vive el país, sobre el modelo priísta que hoy esa misma corriente impulsa con Enrique Peña Nieto como candidato presidencial.

Miguel de la Madrid representó en su momento el encumbramiento de la tendencia tecnocrática y neoliberal, no tanto porque ése fuera su proyecto personal, pero sí porque a partir de su postulación como virtual presidente de la República (cuando el arribo a Los Pinos estaba garantizado a partir de la simple adquisición de la postulación por el hegemónico PRI) permitió el desarrollo político del grupo encabezado por Carlos Salinas de Gortari. De la Madrid ejerció una presidencia que tuvo sus momentos más criticados en 1985, con el sismo ante el cual la grisura burocrática no pudo colocarse al frente de la movilización social que el drama requería, y en 1988, con la instalación como sucesor de Carlos Salinas de Gortari frente a una irrupción electoral en favor de Cuauhtémoc Cárdenas. Hoy, luego del choque personal de CSG con su sucesor, Ernesto Zedillo, y de los 12 años perdidos de panismo en el gobierno, el salinismo cree llegada la hora de la revancha plena, convertido el ex presidente en uno de los principales factores de apoyo y asesoría al manipulable Peña Nieto.

El jurista Carpizo, por su parte, deja en el claroscuro de su trayectoria profesional el testimonio de la lucha por acomodar la técnica jurídica al servicio de ciertos proyectos políticos. Así sucedió cuando fue funcionario público, en particular como secretario de Gobernación, y también como creador de instituciones de mediatización de la irritación social, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, aparato consumidor de enormes cantidades de dinero público para hacer como que se atienden las denuncias ciudadanas y como que se busca cierta dosis de justicia que nunca llega. ¡Hasta mañana!

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