¿Y? ¿Qué quiere decir esto? Que las izquierdas mexicanas, todas, son acomodaticias, que no tienen nada qué decir, qué hacer, qué proponer, lo único que quieren es llegar al poder por llegar al poder. ¡Es patético!
Y más porque los spots de Andrés Manuel López Obrador están producidos con una calidad como para ir y colgarle una medalla a cada uno de los que participaron en ellos.
Tome usted el video que quiera, desde el de la mano franca hasta el del niño besucón pasando por el de los compromisos o el de 70 años de corrupción, y cada uno es una obra de arte.
No hay manera de verlos y de no sentir el peso de una verdadera campaña electoral.
Desde el momento en que el señor se planta, lo hace con la más grande de las dignidades, con una pulcritud a nivel imagen, exquisita, y con unos textos de concurso.
Cada palabra de cada mensaje del señor López Obrador esconde una inteligencia inmensa. Él sí habla de nosotros, a partir de nosotros y nos pide nuestro voto.
Él utiliza conceptos maravillosos, tanto desde la perspectiva emocional, como desde la perspectiva de las ideas, y si no es la reconciliación es el renacimiento, y si no es la experiencia es la justicia.
Nada más lo del cambio verdadero es fabuloso. Todos los candidatos prometen un cambio. Andrés Manuel también, pero va más allá, va a un cambio que es más cambio que todos los cambios, va a un cambio verdadero.
¿Y todo por qué? Por el uso de la palabra verdadero, por el talento de sus escritores.
Lo mismo pasa en términos de producción. Los spots de este candidato son impecables comenzando por su austeridad y rematando por la eficiencia de cada uno de sus recursos.
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