Ayer Federico Arreola realizó en su columna una profesión de fe política que era esperada hace tiempo por quienes hemos sido durante muchos años sus compañeros de viaje.
Su recuento de los desacuerdos con actos y decisiones de Andrés Manuel López Obrador es impecable. Manifiesta un punto de vista diferente al pragmatismo del tabasqueño de cohabitar con personajes impresentables del perredismo, de otras organizaciones de izquierda y de empresarios que están siempre en tesitura de quiebra por su ineficiencia, y más grave, por su desaseo como capitanes (¿) en el mundo del dinero, cual es el caso de Alfonso Romo.
Un idealista como Federico Arreola simplemente no tiene lugar en una estrategia política en la que tendría que adaptarse a un pragmatismo brutal y falto de ética.
Compartir un proyecto de nación con Alfonso Romo, y más, el ejercicio de una política pública en caso de que el mencionado empresario fuera llamado a ser gobierno en un eventual triunfo de AMLO, equivale a estar en el riesgo de ser señalado como traficante de influencias, patrimonialista o autor de algún peculado de dimensiones considerables.
Porque Alfonso Romo está con López Obrador para tener oportunidad de lograr una revancha empresarial, nadie en sus cinco sentidos imagina que el iniciador del grupo PULSAR esté en la política por su preocupación por los pobres o los desempleados.
Una vez en las oficinas de Luis Donaldo Colosio ubicadas en Aniceto Ortega, en la Colonia del Valle, lo escuché decirle a Federico Arreola: “Tus ideales fortalecen mucho mis decisiones, amigo”.
Se preparaba entonces el discurso que pronunció el sonorense en el monumento a la Revolución, mismo que representó un deslinde Carlos Salinas de Gortari (que no se decidía a quitarle a la lacra de Manuel Camacho de encima a la campaña de Donaldo) al señalar claramente Colosio que veía a un México de pobreza y atraso.
Considero que es muy difícil que López Obrador ahora escuche a Federico Arreola cuando le diga que la prioridad es el combate a la corrupción y estén a su lado Los Chuchos, Romo o algún otro señalado por su deshonestidad que forma parte del equipo del tabasqueño.
Sin embargo, aunque Arreola declara que su intención de voto sigue siendo hasta ahora en favor de AMLO, observo coincidencias con Peña Nieto que pueden acercarlo, como idealista, no como agente de proselitismo comprometido, al proyecto del mexiquense.
Sin que eso nos ciegue a aceptar que no todos los peñistas son blancas palomas.
Ambos, Arreola y Peña, son idealistas, los dos tienen el pensamiento político de Luis Donaldo Colosio como una guía del México que es necesario construir para lograr los niveles de bienestar que urgen a millones de pobres y de desempleados.
Federico Arreola y Enrique Peña Nieto han visto como el PAN ha degradado la política en México de una manera mucho mas perniciosa que lo que hizo el PRI en 70 años de tener la posibilidad del gobierno.
Hoy estamos sumidos en la ineficiencia, en la corrupción, en el patrimonialismo político y del erario público que ha impuesto como forma de conducción al frente de las instituciones Felipe Calderón.
Esa es la causa que me une a Federico Arreola.
Arreola es honesto, sostiene su palabra verticalmente, tiene hijos por los que está obligado a construir un México de oportunidades.
Y muchas de esas esperanzas, lo unen a Enrique Peña Nieto. Y lo siguen manteniendo leal a los ideales de AMLO. No en un formalismo de militancia política; sino en un idealismo que nunca debemos abandonar los que pensamos que este gran país todavía tiene esperanzas
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