miércoles, 18 de agosto de 2010

La lógica de Sandoval Íñiguez ---José Antonio Crespo((echadito pa-lante))


Si el arzobispo abriera algún libro de biología, vería que hay plantas y organismos unisexuales, con lo cual su esquema se le vendría abajo.

No es fácil decir tanta insensatez en tan pocas palabras, salvo si uno se ubica en el siglo XI, y desde ahí se pretende interpretar al siglo XXI. Sólo así. No de otra forma pueden explicarse las ideas expresadas por el arzobispo de Guadalajara —y encima, cardenal—, Juan Sandoval Íñiguez. Por un lado, el prelado ha tenido a bien calumniar a los ministros de la Suprema Corte, pues a partir de su buen entender, es imposible que éstos hubieren aceptado legalizar las uniones conyugales entre homosexuales sin que hubieren sido sobornados. Pero para demostrar una acusación tan grave no basta con hacer inferencias lógicas o sofísticas: debe presentar pruebas. Pero él mismo ha reconocido que no las tiene, sino simple y sencillamente expresó una verdad que le parece evidente por sí misma, al más puro estilo del pensamiento antiguo.
Su lógica le permite también concluir que las uniones homosexuales —y la propia homosexualidad— son una aberración. Dice, para empezar, que la homosexualidad es antinatural, porque “ustedes saben que hay dos sexos en las plantas, en los animales, dos sexos, y en el ser humano, dos sexos, entonces eso es lo natural y no se debe ir contra la naturaleza”. Podemos suponer, entonces, que si el cardenal habla de dos sexos, como demostración de que la homosexualidad es antinatural, es porque considera a los homosexuales —hombres y mujeres— como un “tercer sexo”. Pero habría que responderle: “Sí, en los seres humanos hay dos sexos; hombres y mujeres, pero no pocos de esos hombres y mujeres son homosexuales, lo cual no elimina ni neutraliza su género”. Desde luego también hay expresiones más complejas —supongo que totalmente fuera de la comprensión del cardenal—, como los transexuales que, para probable sobresalto de Sandoval, también son humanos.
Si el arzobispo abriera algún libro de biología, vería que hay plantas y organismos y peces unisexuales, con lo cual su esquema se le vendría abajo (por eso, como recomendaba Vicente Fox, es mejor no leer). O vería que, por ejemplo, los caballos de mar machos son los que se embarazan (lo que, supongo, los hace afeminados o “maricones”, según la expresión utilizada por Sandoval). Pero también se escandalizaría cuando se enterara de que en muchas especies se observan conductas homosexuales. De tal manera que, a partir de la lógica del cardenal —pero con las premisas correctas—, si lo que ocurre en el reino animal es lo natural, entonces la homosexualidad también lo es. Sandoval hace otros razonamientos extraños. Dice, por ejemplo, que existe una conjura internacional malthusiana; quiere a toda costa que disminuya la población mundial, que por lo visto a Sandoval le parece insuficiente (probablemente por aquello de “creced y multiplicaos”, pero eso es otra discusión).
Agrega, sin embargo, que el interés de los conjurados malthusianos es disminuir el crecimiento demográfico “particularmente en el Tercer Mundo”, porque “nos estamos acabando los recursos de la Tierra”. ¿A través de qué métodos y estrategia están buscando dicho decremento demográfico en el Tercer Mundo? Muy fácil: con “la anticoncepción, el aborto, el amor libre, la perversión de la niñez y la juventud, la píldora del día después, el divorcio exprés y el matrimonio entre homosexuales” (aunque en eso de la ‘perversión de la niñez y la juventud’, la conjuración internacional cuenta con la valiosa ayuda de numerosos sacerdotes). Lo curioso es que semejantes aberraciones han sido legalizadas primera y esencialmente en los países del Primer Mundo, no en los del tercero, lo que supone que los conjurados han fallado en el blanco (y si tal es su torpeza, no habría entonces que preocuparse demasiado). Por otro lado, si según el cardenal, la legalización de los matrimonios homosexuales provoca la reducción de la población, ¿eso significa que, en tanto no se legalizaran, los homosexuales se apareaban con parejas de sexo opuesto para procrear? ¿O que, al legalizar este tipo de unión conyugal, muchos heterosexuales cambiarán de opción, apenas se enteren de dicha permisividad? A partir de su alegato, pues sí, esa sería la conclusión. Y mejor ni mencionarle —para evitarle un infarto— que también existen los bisexuales, que pueden procrear y tener relaciones homosexuales.
Finalmente, asegura el arzobispo que los homosexuales “son estériles”. Quizás eso pensaban en el siglo XI, y sigue siendo parte del acervo cultural de varios jerarcas católicos, como Sandoval.

No hay comentarios: