Carlos Fernández-Vega
Será moda, expiación, temor al Altísimo, filantropía, esnobismo, cruda moral, evasión fiscal o simple estrategia de marketing, pero el hecho es que un pequeño grupo de multimillonarios Forbes (los ricos entre los ricos) ha decidido donar la mitad de sus voluminosas fortunas para obras de caridad, tras la convocatoria que en tal sentido hicieran Bill Gates y Warren Buffett, quienes ocupan los escalones números 2 y 3, respectivamente, en el inventario de los mayores patrimonios individuales en el planeta (el primer peldaño lo ocupa Carlos Slim). Entre ambos empresarios aportarían alrededor de 50 mil millones de dólares, de los 100 mil que conjuntamente poseen.
De acuerdo con la información disponible, ambos personajes revelaron que “en una cena entre millonarios, organizada en Nueva York en mayo de 2009, lanzaron la idea, que prosperó en otras reuniones similares entre magnates entusiastas. Si Gates y Buffett obtienen promesas de la mitad de los 400 más ricos del país, ello equivaldría a más de 600 mil millones, según la revista Forbes. David Rockefeller, Ted Turner y Michael Bloomberg están entre los 40 que se sumaron a la iniciativa. Además el cineasta George Lucas, el cofundador de Microsoft Paul Allen y el fundador de Oracle Larry Ellison, quien anteriormente era criticado por su escasa filantropía. Llamamos a unas 70 u 80 personas de la lista Forbes, relató Buffet. Se anotaron unos 40, y es un fantástico comienzo. Al parecer, la idea era obtener promesas, no desde un punto de vista legal sino moral, de los más ricos. No hubo decisiones grupales sobre cómo ni cuándo se gastará el dinero. En cambio, cada miembro del club dará el ejemplo solventando a su gusto proyectos de salud, educación y arte, lo antes posible. Uno no tiene que esperar a morirse para donar su fortuna”, dijo Bloomberg”.
Cuando en México se conoció la filantrópica disposición de los magnates estadunidenses, algunas voces (no la de los dueños del dinero, desde luego) se pronunciaron a favor de que los multimillonarios autóctonos se subieran al carro de la caridad, demostraran su altruismo y le regresaran al país algo de lo que se han robado… perdón, de lo que se han ganado con el sudor de su frente. La respuesta de los Forbes mexicanos ha sido el silencio, y tiene razón de ser una actitud de esa naturaleza, porque, entre otras cosas, al ceder caritativamente la mitad de sus caudales correrían el riesgo de que se conozca el tamaño real de sus fortunas, lo que obligaría al SAT a cotejar el pago de impuestos de estos barones –si en realidad pagan algo– con lo que realmente tendrían que cubrir al fisco por sus voluminosas utilidades, lo que a su vez llevaría a la Secretaría de Hacienda a practicar innumerables auditorias en los consorcios propiedad de los neo filántropos, cuyos resultados obligadamente generarían no pocas ordenes de aprehensión por evasión al fisco, y algunas más en contra de algunos funcionarios por contubernio, al tiempo que el gobierno federal les pediría cada vez más aportaciones para la política social, pues él nunca tiene dinero, con lo que el paraíso se derrumbaría, y no es precisamente esa la idea de nación que tienen los señorones de la acumulación de capital.
Las fortunas conjuntas de los nueve Forbes mexicanos (datos de marzo de 2010) acumulan 90 mil 300 millones de dólares (incluidos los mil millones de El Chapo), 22 por ciento más que al inicio del calderonato (el porcentaje equivale a 16 mil 200 millones de billetes verdes de incremento). Con base en esos números, y siempre que se subieran a la iniciativa Gates y Buffett, lo cual es verdaderamente improbable, los magnates nacionales tendrían que aportar 45 mil 150 millones de dólares para fines de caridad, una cantidad que bien podría financiar, por ejemplo, cuatro enormes refinerías, cuya construcción generaría miles de empleos productivos, pero eso sí pocos votos corporativos.
Esa cantidad, los 45 mil millones y cacho de dólares (que en la imaginaria los multimillonarios mexicanos destinarían a la filantropía) se aproxima al impresionante cuan salvaje monto de impuestos no cubiertos (diferidos, les llaman) por los grandes consorcios que operan en el país (la mitad de ellos en la Bolsa Mexicana de Valores), y/o a lo que legal y anualmente evade el gran capital por el cúmulo de exenciones, consolidaciones, subsidios, regímenes tributarios especiales y conexos de que goza por obra y gracia de la dupla Ejecutivo-Legislativo.
Carlos Slim es el Forbes número uno en el planeta; su fortuna estimada (marzo de 2010) asciende a 53 mil 500 millones de billetes verdes, de tal suerte que con base en la iniciativa Gates-Buffett, y siempre en la imaginaria, a la caridad tendría que aportar 26 mil 750 millones, suma cercana a lo que este personaje tiene invertido fuera del país. Al zar de los abonos chiquitos y los intereses gigantescos, Ricardo Salinas Pliego (segundo entre los multimillonarios autóctonos), le tocaría contribuir con poco más de 5 mil millones de dólares; al simpático Germán Larrea, el rey del cobre, cerca de 4 mil 850 millones (si se niega a pagar las demandas salariales de los mineros, imagínense con qué gusto aportaría a la caridad); al empresario totalmente palacio, Alberto Bailleres, le correspondería cubrir 4 mil 150 millones para fines altruistas y a Jerónimo Arango, ex propietario de Aurrerá, algo así como 2 mil millones. Le seguirían Emilio Azcárraga (750 millones de dólares), Roberto Hernández (mister tax free, con 600), Alfredo Harp Helú (500) y Joaquín Guzmán Loera, El Chapo (también 500).
Algunos de ellos no pusieron peros cuando en 1993 el entonces inquilino de Los Pinos, Carlos Salinas de Gortari, les pasó la charola para la campaña electoral del PRI a la Presidencia de la República. La cuota fue de 25 millones de dólares por cada una de las 30 cabezas empresariales citadas a cenar en casa de Antonio Ortiz Mena, pero en aquella ocasión no contribuyeron a la causa tricolor, sino que invirtieron y en el sexenio de Zedillo cobraron con creces la factura.
Entonces, resulta más práctico y productivo para el país y para quienes en él sobreviven, que los barones Forbes no aporten a la caridad (que permite la deducibilidad fiscal), sino que simplemente paguen los impuestos que les corresponden.
Las rebanadas del pastel
Falsa sentencia aquella que asegura que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos, porque los Forbes mexicanos comprarían ese reino, exigirían exención fiscal y cobrarían la entrada a precios exorbitantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario