jueves, 5 de agosto de 2010

Solo los tontos no entienden el problema de la mariguana Federico Arreola

Víctor Hernández, director editorial de SDPNoticias.com, ha escrito una columna en la que, sin mencionarme, dice que me hago tonto con el tema de la legalización de la mariguana y que, por andar con eso, no pienso en el conflicto de Mexicana de Aviación.


Desde luego, el problema de Mexicana es un problemita. Afecta a algunos pocos mexicanos: los que trabajan en esa compañía mal privatizada por el gobierno de Vicente Fox y peor operada por el hotelero Gastón Azcárraga.


En cambio, la mariguana, que es la droga ilegal que más se comercia en el mundo, tiene a México en una guerra civil tan brutal que ha costado en cuatro años la muerte de casi 30 mil personas.


La guerra por el control de la mariguana y otras drogas ilegales ha hecho inviable la vida en ciudades enteras como Reynosa, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Monterrey, Acapulco, Matamoros, Culiacán...


La guerra de la mariguana y las otras drogas ha financiado el secuestro de cientos y aun miles de mexicanos.


La guerra de las drogas ha llevado a la suspensión de no pocas actividades económicas, lo que se ha traducido en desempleo masivo en algunos lugares.


La guerra por el dominio de los puntos de venta de mariguana y otras drogas ha significado la huída de México de ya bastantes medianos empresarios que, al irse del país, se han llevado su dinero para invertirlo en el extranjero.


Con todo respeto para Víctor Hernández, tonto es el que piensa que la suerte de una sola empresa, Mexicana, y de su sindicato son más importantes que lo único que puede solucionar la guerra contra las drogas: legalizarlas, de tal modo de que se vendan y consuman con regulaciones comerciales y sanitarias normales, sí, pero sin encarcelar a nadie.


Entiendo la posición de Víctor y de otros izquierdistas: reducen el problema económico de una sociedad al bienestar de los sindicatos. Creo que de economía entienden poco, pero de esto me ocuparé en otra columna.


Hoy solo quise decirle a Víctor Hernández, con aprecio y cortesía: Por favor, si no podemos ser sensatos, al menos seamos serios.

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