domingo, 7 de noviembre de 2010

Alfonso Zárate--- ¿Cuándo se jodió el país? III

México se jodió hace más de 40 años, cuando lo mismo, el gobierno que la sociedad, cerraron los ojos frente a lo que ocurría en materia de siembra y trasiego de drogas. Ante lo que era evidente, no sé cuántas veces escuché que el problema era de los gringos: “Si se quieren meter mariguana o coca, que se la metan, eso no es cosa nuestra; nosotros sólo somos la plataforma, pero la alberca está del otro lado”. Y así, más temprano que tarde, el tumor desarrolló metástasis y empezó a aparecer en Tijuana, Ciudad Juárez, Durango, Reynosa, Guadalajara, Acapulco… Hoy, las bandas criminales controlan vastos territorios, tienen compradas o aterrorizadas a las autoridades y dueños de las plazas han incursionado en otros delitos que lastiman más a la sociedad: secuestro, extorsión, “cobro de piso”…
El país se jodió cuando su clase gobernante privilegió todas las variables macroeconómicas excepto una: el crecimiento económico. Décadas de estancamiento fueron sembrando cientos de miles de jóvenes, que hoy son millones y han crecido sin alternativas; unos emigraron a Estados Unidos, otros incursionaron en el comercio informal que, en muchos casos, es la primera aproximación al crimen organizado (la compra-venta de mercancía robada, “pirata”, contrabandeada), y otros se integraron a pandillas que les dieron identidad y un sentido de pertenencia. Estos jóvenes, casi niños, hoy juegan a la guerra con balas de verdad: mueren o matan. En los 18 millones de mexicanos en pobreza extrema, los cárteles pueden tener un venero inagotable de “halcones” o sicarios.
Nos jodimos cuando los padres nos desentendimos de la formación de nuestros hijos y le trasladamos a la escuela la responsabilidad de inculcar valores, y también nos jodimos cuando la educación quedó a cargo de burócratas irresponsables cuyos saldos están a la vista: una baja sensible en la calidad y la pertinencia de los contenidos educativos en todos los niveles, la educación se desconectó de la realidad socio-productiva del país y, en vez de profesionales, formó legiones de “inempleables”.
El país se jodió cuando, en vez de aplicar leyes y reglamentos para impedir que las personas y las fábricas echaran sus desperdicios a los ríos, a las lagunas y a los mares, las autoridades decidieron solapar esas prácticas y encubrir el desastre ambiental: la contaminación de nuestras aguas y de nuestra atmósfera, la deforestación de nuestros bosques...
México se jodió cuando sus gobernantes decidieron gastar de más y vivir de prestado; algunos pretendieron, incluso, hacer del endeudamiento un activo político: cada vez que se endeudaba más al país, la información oficial destacaba que los nuevos empréstitos confirmaban la confianza de los prestamistas y la solidez de nuestra economía. Décadas después, el pago de intereses y la casi nula amortización de la deuda, constituyen una sangría que lastra el crecimiento del país.
Nos jodimos al hacer de la corrupción, más que una fórmula para arreglar problemas pequeños, una manera de ser (“cayendo el muerto y soltando el llanto”, “no les pido que me den, nomás que me pongan donde hay”; “la amistad se demuestra en la nómina”). Los sobornos de “clase mundial” a funcionarios de una empresa “de clase mundial”, la Comisión Federal de Electricidad (yate, Ferrari, tarjetas de crédito), sólo confirman la corrupción galopante.
El malinchismo es otro rasgo que ha jodido a México, y no pienso sólo en quienes prefieren todo lo importado, aunque sea de dudosa calidad, sobre los buenos productos mexicanos, sino especialmente en los mexicanos “de temporal”, los grandes beneficiarios de la corrupción que juegan a lo seguro y tienen enormes capitales depositados en bancos del extranjero. Se calcula que durante los gobiernos de Fox y Calderón, casi 50 mil millones de dólares fueron depositados en cuentas bancarias de mexicanos en el extranjero; sumados a los depósitos anteriores, dan una cifra superior a los 100 mil millones de dólares.
México se jodió cuando le declaramos la guerra a los narcotraficantes y no al subdesarrollo… Pero también, sin duda, cuando hicimos del acuerdo una perversión y del desacuerdo una virtud. Es decir, cuando degradamos la noción de política del “arte de lo posible” a callejón sin salida donde privan como valores esenciales el agandalle, la falta de escrúpulos y la ausencia de valor civil.
www.twitter.com/alfonsozarate
Presidente del Grupo Consulto Interdisciplinario

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