En “El hombre y la técnica” de Oswald Spengler leí, hace años, que “la acción hecha entre muchos se llama empresa”.
Creo que esa definición es válida para hablar de las empresas industriales, financieras, comerciales o prestadoras de servicios. Vale decir que son empresas en la medida en que muchos participan: los propietarios, los administradores, los técnicos, los obreros, los repartidores y hasta los consumidores.
Sin empresas, públicas, privadas, cooperativas o del tipo que sea, no hay posibilidad de avance económico y tecnológico.
En mi opinión, y creo que es fácilmente demostrable, las empresas privadas, sobre todo las grandes empresas privadas, son las que más riqueza y desarrollo tecnológico aportan a un sistema económico.
El motor de las empresas privadas es el lucro. El que invierte para fabricar mejores productos quiere ganar, y mucho, todo lo que pueda o lo que le dejen. Pero eso beneficia a la sociedad entera. Gracias a la ambición desmedida y hasta enfermiza de feroces capitalistas como Bill Gates, Steve Jobs, Lawrence E. Page, Mark Zuckerberg, Jack Dorsey, Evan Williams y Biz Stone hoy podemos ver películas, leer libros, hacer amigos ¡y hasta organizar revoluciones políticas! en pequeños teléfonos móviles.
Esos capitalistas salvajes a los que debemos verdaderas maravillas que han cambiado la vida para bien, si pueden, o si las leyes de los países en los que operan se los permiten, consolidan monopolios, no pagan impuestos y estafan a sus socios.
Son empresarios, es decir, simples seres humanos llenos de vicios, de ninguna manera son ángeles.
Es tarea de los gobiernos controlar a los grandes capitalistas, pero sin llegar al extremo de quitarles la principal de sus motivaciones: la posibilidad de incrementar cada día, brutalmente, sus ganancias.
Andrés Manuel López Obrador, mi amigo y mi candidato (si AMLO no participara en las presidenciales de 2012 yo no apoyaría a nadie más) se ha equivocado, y mucho, al atacar a los empresarios mexicanos de mayor tamaño por poseer oligopolios dentro de la ley o por no pagar impuestos de una manera legal.
Creo en Andrés Manuel. Pienso que será, porque ganará en 2012, un gran presidente. Pero la ideología, a veces, no le permite ver las cosas con claridad.
Estoy seguro de que en la familia de López Obrador hay empresarios que, si pueden, esto es, si la ley se los permite, no pagan impuestos. Es que nadie en su sano juicio paga impuestos pudiendo no pagarlos. Pensar lo contrario es irreal. La gente abusa si la dejan, punto.
Al que Andrés Manuel debe cuestionar –y lo hace muy bien, por cierto – es al sistema, no a los empresarios que aprovechan las facilidades que este da.
El mexicano es un sistema que viene chueco desde la revolución mexicana y desde antes. Por ejemplo, es demostrable que en el periodo de gobierno del presidente más respetado y querido por la izquierda mexicana, Lázaro Cárdenas, había privilegios para los grandes empresarios.
Hay que cambiar al sistema, hacerlo mucho más competitivo y modificar las leyes que permiten que los impuestos no se paguen. No hay duda. Pero no tiene sentido atacar a las personas que se dedican a la actividad empresarial y que, si ven la oportunidad, actúan como cualquier ser humano: se aprovechan y ganan.
Lo peor es que Andrés Manuel no es un político antiempresarial. Es un político que está muy a favor de la creación de empresas y aun de que los empresarios se enriquezcan. Lo único que pide es que no haya abusos. Pero los abusos son del sistema, no del que aprovechas las deficiencias de las leyes para lucrar de más.
Andrés Manuel durante muchos años ha criticado a Roberto Hernández por no haber pagado impuestos cuando vendió Banamex. No los pagó porque la ley le permitió no pagarlos. En 2006, en una reunión organizada por Televisa, López Obrador le dijo a Hernández que si eso fue legal, no fue moral. No estoy seguro. ¿Por qué es inmoral respetar la ley? Que la ley está mal, pues cambiémosla, y ya.
Pero, insisto, López Obrador, pese a tales excesos ideológicos, no es un político antiempresarial. Sobran los empresarios que lo trataron cuando fue jefe de gobierno del Distrito Federal que pueden dar fe de lo bien que AMLO los trató y de la forma tan entusiasta en que los apoyó para que realizaran sus negocios.
Los empresarios están acostumbrados a corromper gobernadores. Pues bien, ninguno, ¡ninguno! puede decir que Andrés Manuel, en el GDF, cayó en comportamientos indebidos. Ninguno.
Hasta con los empresarios de “la mafia” AMLO se llevaba bien. De maravilla. ¿Qué pasó en 2006? ¿Por qué AMLO y los grandes empresarios dejaron de llevarse? Por una combinación de factores:
El discurso de AMLO, a veces confuso en el tema económico y empresarial, fue malinterpretado.
La propaganda del PAN indebidamente lo acercó a un gobernante populista y antiempresarial como Hugo Chávez, con el que López Obrador, en realidad, no tiene nada que ver.
Empresarios grandes ligados a Carlos Salinas de Gortari, el principal enemigo político de Andrés Manuel, sembraron entre sus colegas la insidia de que este los iba a perjudicar en cuanto llegara a la presidencia. El que con más ahínco realizó esa tarea fue Claudio X González.
Hoy los grandes empresarios siguen muy lejos de Andrés Manuel. Pero otros empresarios, no tan grandes, pero de ninguna manera pequeños –gente próspera, rica, pudiente, pero molesta porque algunos de sus colegas operan monopolios que generan desequilibrios económicos –, se han tomado la molestia de conocer a López Obrador, de analizar sus verdaderas propuestas económicas y hasta de buscarlo para dialogar, y se han encontrado con un político mucho más sensato que el presentado por la propaganda y no pocos de esos hombres y mujeres de negocios abiertamente simpatizan ya con el líder del Movimiento de Regeneración Nacional.
Esos empresarios, que no son los más grandes, pero son suficientemente grandes, colaborando con Encuentro, AC (el espacio de diálogo de López Obrador con la sociedad civil) han organizado una reunión nacional de empresarios para discutir el proyecto económico alternativo de AMLO.
Esa reunión se celebrará, en el Distrito Federa, el próximo 28 de febrero. Será una comida con al menos 150 hombres y mujeres de negocios en la que los economistas que le ayudan a Andrés Manuel y el propio Peje expondrán su propuesta económica y la discutirán, abiertamente, con los empresarios.
Desde luego, con la propuesta de Andrés Manuel no pueden estar en desacuerdo los empresarios, ni siquiera los de “la mafia”, ya que simplemente busca hacer a la economía mexicana más competitiva, de tal forma de controlar y aun destruir a los oligopolios, como hacen los gobiernos en cualquier país civilizado. Eso sí, reformando el sistema para que todos paguen impuestos, ya que tal como están las cosas ahora, unos cuantos, obviamente los de más recursos, no pagan nada.
Me preguntarán por qué, si no estoy de acuerdo con cierto tono del discurso económico de Andrés Manuel, apoyo al famoso y terco Peje. Respondo: En primer lugar, porque ya probó que en la práctica, cuando le tocó serlo, fue un gobernante eficaz y sensato. En segundo lugar, por honesto: no conozco a un político más honesto que López Obrador. Y en tercer lugar por el apoyo popular con el que cuenta; solo con la fuerza que da la cercanía con la gente de allá abajo se podrán lograr los grandes cambios que el sistema requiere y a los que se van a oponer todos los grupos de presión que no desean que nada cambie.
Estoy de acuerdo con los empresarios, y respeto muchísimo a los de “la mafia”. No considero que ningún gran empresario mexicano sea deshonesto. Los admiro a todos, punto. Y hasta entiendo que no quieran, como no quieren muchas otras personas, que el sistema cambie. No buscan el cambio porque ellos así están bien. Pero el sistema debe cambiar, no hay duda, ya que la falta de competencia y el exceso de privilegios están acabando con nuestra sociedad
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