domingo, 27 de febrero de 2011

Las razones de AMLO Federico Berrueto


Es perverso afirmar que lo que mueve a López Obrador es el sentimiento de agravio personal hacia Felipe Calderón. Su resistencia a la alianza con el PAN no sólo es materia de congruencia, su actitud va más allá, es una decisión calculada. Pero cometió un error: Alejandro Encinas es la mejor opción para la dirigencia del PRD, no para ser candidato de una elección peor que incierta.

Decisión calculada. Febrero de 2011. Foto: Javier García
La intransigencia de AMLO sobre la alianza del PRD con el PAN no sólo es materia de congruencia, su actitud va más allá. Tampoco la explica la disputa con Ebrard por la candidatura presidencial. Los hechos tienen que ver con el destino de la izquierda y del partido que asumió su representación después de la elección presidencial de 1988. Sobre el PRD se cierne la mayor amenaza desde su origen, resultado del pragmatismo de Ebrard y la cooptación de la que ha sido objeto la dirigencia de Jesús Ortega.

López Obrador no está solo en su resistencia a las alianzas. Cuauhtémoc Cárdenas ha ido más lejos y ha llamado a sancionar a Jesús Ortega por pactar con el adversario ideológico. López Obrador parece tener claridad del significado del acuerdo con el partido gobernante, esto es, con Felipe Calderón. Javier Corral, enviado del PAN para concertar la alianza en el Estado de México, se equivoca y es perversa la afirmación de que lo que mueve a AMLO es el sentimiento de agravio personal hacia Felipe Calderón. Es una decisión calculada y, en ello, Alejandro Encinas y Cuauhtémoc Cárdenas también tienen razón.

Para un proyecto político hay peores cosas que perder una elección. El daño mayor deviene de la pérdida de ruta, precisamente por la trampa de intentar ganar a toda costa la elección. Hay condiciones excepcionales para la alianza con adversarios; Oaxaca y Puebla lo justificaban porque la alternancia tenía poderoso significado, aunque es muy posible que Gabino Cué y Moreno Valle, de cualquier forma, hubieran ganado. Ratifica su mala entraña el que Felipe Calderón busque descarrilar a Peña Nieto y para ello esté dispuesto a todo y, de paso, darle un manotazo al PRD.

Ebrard mordió la manzana envenenada de las alianzas. Así sucedió por una trayectoria caracterizada por el pragmatismo y por suscribir como convicción existencial estar en el poder. Ahora se mueva hacia el PAN, no sorprende: ha recorrido casi todo el espectro partidario, desde el PRI, donde fue un prominente funcionario y dirigente en los tiempos de Carlos Salinas, hasta el PVEM, el Centro Democrático y el PRD. Que Los Pinos insinuara que él podría ser el candidato presidencial del PAN y del PRD le quitó el sueño y la frágil lealtad a López Obrador. Ambos se prometen respeto, pero la guerra está declarada: a Marcelo la Presidencia le obsesiona; a AMLO, el movimiento social más allá de la elección y de la formalidad partidista.

La consulta para definir la alianza es trampa mortal para el PRD. Su destino es acabar postulando a un candidato del PAN, el que decida Felipe Calderón, paradoja ya que en el Estado de México el PAN está en un muy disminuido tercer lugar, además de que Alejandro Encinas es el candidato opositor con mayor intención de voto. Fue un error del PRD aprobar la consulta, eso implica aceptar que sí habrá alianza y que el candidato provendrá del PAN. Por cierto, el rechazo a la alianza es mayor en razón de dos a uno. En su momento, GCE hará un estudio detallado sobre lo que realmente opinan los electores mexiquenses al momento de la consulta.

Que la izquierda postule a Encinas como candidato lograría un objetivo básico pero fundamental en la guerra de posiciones: remitir al PAN al tercer lugar; esto significaría la derrota democrática más importante del adversario ideológico, ahora a cargo del poder nacional por una elección legalmente discutible, por decir lo menos. Seguramente en tales condiciones el PRI ganaría en la elección, pero perfilaría a la izquierda en sus propios términos y con claridad de proyecto como un contendiente con opción de poder para 2012. Lo que han hecho Ortega y Ebrard es lo contrario; el primero por haber sido cooptado por el poder, el segundo por ambición personal; ahora comparten el propósito de acabar con el PRD.

La alianza está destinada a la derrota desde que se planteó como referendo sobre el futuro de Peña Nieto; las alianzas no han dado éxito en entornos tripartidistas, con gobernantes bien evaluados y con un PRI unificado. Jesús Ortega con Carmen Aristegui revela que no tiene respuesta si el candidato de la alianza es del PAN. Su negación indica que el PRD no podría hacer campaña en sus bases para promover a quien es la negación de la izquierda, sobre todo si el objetivo de la nueva dirigencia del PRD es preservar la unidad. A su vez, una alianza con un candidato del PRD alienaría a una proporción significativa de votantes del PAN que ven en el PRI su segunda mejor opción. AMLO tiene razón, pero cometió un error: Alejandro Encinas es la mejor opción para la dirigencia, para que la izquierda recupere su partido, no para ser candidato de una elección peor que incierta

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