El Movimiento de Regeneración Nacional que encabeza Andrés Manuel López Obrador busca un nuevo personaje que lo represente en la lucha por el gobierno del estado de México.
Alejandro Encinas, como les adelantamos en la entrega pasada, tiró la toalla.
La decisión del viejo militante de la izquierda les fue comunicada a López Obrador y Marcelo Ebrard, y se regó por las oficinas del gobierno de la ciudad la noche del martes. Encinas no quiere, nunca ha querido, se decía en los pasillos. El miércoles por la tarde se reunieron Ebrard y Encinas. Marcelo buscaba la forma de convencer al ex jefe de Gobierno sustituto, pero el esfuerzo fue inútil, y fue el último, dicen quienes aseguran que hubo tal reunión.
De cualquier forma, es innegable que Encinas no busca complicarse la vida. Los chuchos le pusieron en bandeja de plata la oportunidad de correr, de rajarse, y se rajó con la retórica de unidad que nunca se ha dado en el PRD, y que no convence a nadie, pero que lo deja en libertad de convertirse en senador de la República sin despeinarse siquiera.
Hubiera sido muy interesante que en cada una de las entrevistas que ha concedido hubiera dicho, por ejemplo, que él no optaría por ningún puesto político dadas las mismas circunstancias que ahora esgrime, pero eso no formó parte de sus declaraciones.
Ahora será muy interesante mirar el experimento al que deberá enfrentarse el movimiento que encabeza López Obrador. Sí, Encinas parecía el candidato adecuado dado el conocimiento que de él tiene la gente del estado de México, pero ahora tal vez se presente la mayor oportunidad para romper con las torcidas reglas del juego político que dominan la vida electoral del país.
Sin un candidato popular, lo que queda es la fuerza ideológica de un movimiento que pasará una prueba muy difícil, pero tal vez marque un horizonte nuevo al muy viciado proceso de elección de candidatos. Por fin, tal vez, no sea el hombre o la mujer quienes empujen al partido, sino el proyecto, la idea, el programa de gobierno.
Si así fuera, todo el mundo en la izquierda, y en el país, seguramente, tendría algo que agradecerle a Encinas. Romper con la tendencia de que el o la que mejor retrate, el o la que más guste deben ser los candidatos, sería replantear de fondo el quehacer político en México. Por lo pronto, y por ejemplo, el golpe a la imagen sin idea del actual gobernador en el estado de México, Enrique Peña, sería devastador.
Poner a pensar a los candidatos y a sus equipos en algo más que el color de una corbata, o el encuadre en la televisión, no es comprensible en este momento para los equipos de campaña ni en el PRI, y menos aún en el PAN.
Entonces la oportunidad que se abre puede ser decisiva. Hallar el candidato a partir de sus ideas, de sus proyectos de nación, parece un sueño, pero parece que ese sueño es el que deberá perseguir el movimiento de López Obrador. Todo lo tendrá que decidir la gente, y a eso es a lo que apuesta el mismo López Obrador.
De pasadita
En el Gobierno del DF se sigue muy de cerca el comportamiento de los delegados en funciones. Todo cuanto han hecho en esto dos años pasados tiene una calificación, la que le han dado sus gobernados, y los resultados, en muchos casos, están a la vista. Cada uno de los gobernantes ya sabe a estas alturas del partido cómo los califican, y muchos de ellos se han llevado sorpresas interesantes.
La evaluación, dicen, ha sorprendido a varios funcionarios de la administración de Marcelo Ebrard, y seguramente también al propio jefe de Gobierno. De cualquier forma, para algunos de ellos, todavía hay manera de rehacer el camino, y para otros lo mejor será seguir en la ruta del esfuerzo, porque ahora más que nunca la ciudadanía exige.
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