jueves, 24 de febrero de 2011

El gambito de AMLO-- Octavio Rodríguez Araujo

Los chuchos son mañosos. Dirigen el PRD gracias al tribunal electoral, que validó tramposamente la elección de 2006 en favor de Felipe Calderón, y posteriormente la de Jesús Ortega como presidente de su partido en una más de las sucias elecciones internas. Están en el mismo partido que López Obrador, pero han tratado de marginarlo. Quieren ganar también la renovación de la dirigencia nacional del partido, programada para los días 19 y 20 de marzo. So pretexto de que el PRI no debe volver a Los Pinos, están dispuestos a hacer alianzas con el PAN, y todo mundo se pregunta por qué, si a alianzas vamos, no la hacen con el PRI para evitar que el PAN siga gobernando. El priísmo no fue bueno, pero el panismo resultó peor. La política de los chuchos y seguidores huele mal, para decirlo suavemente. Sus acciones apestan, y más cuando, en los hechos, se han acuerpado con los diversos poderes que quieren quitar del camino al único líder político que aspira a cambiar la esencia del régimen político basado en el neoliberalismo y el entreguismo a la potencia del norte.

Pero en su soberbia, los chuchos han subestimado a López Obrador. Cuando ellos van éste ya está de regreso. En política es un buen ajedrecista. Ellos no.

Tratando de cumplir con sus compromisos con Calderón (que implican tratar de restarle puntos a Peña Nieto hacia la Presidencia en 2012), propusieron una alianza con el PAN para contender en las elecciones del estado de México el próximo 3 de julio. AMLO dijo que no estaba de acuerdo y entonces los chuchos, con mayoría en el Consejo Nacional de su partido, aprobaron (129 a favor y 72 en contra) que se lleve a cabo una consulta ciudadana (que no sería sólo de perredistas) para decidir si el PRD y el PAN van juntos por la gubernatura del Edomex. No se necesita tener bola de cristal para conocer de antemano el resultado de esa consulta abierta a todo mundo.

Aquí las fechas son importantes. Si el 19 de marzo es la renovación de la dirigencia nacional del sol azteca y el 27 del mismo mes la consulta, es difícil sustraer la primera de la segunda por una sencilla razón: el punto de quiebre es la consulta. ¿Por qué? Porque el Consejo Nacional, mayoritariamente aliancista (con el PAN, no con el PRI), le ganó a AMLO, contrario a una alianza con el blanquiazul y con el tricolor. Si el tabasqueño aceptara sin chistar el resultado del quinto pleno extraordinario del séptimo Consejo Nacional (es decir, que se haga la consulta ciudadana en el estado de México) tendría que aceptar de nueva cuenta unas elecciones internas (las del 19 de marzo) previsiblemente tramposas, como las anteriores. De ahí, en mi interpretación, que pidiera licencia temporal de su partido.

La jugada, en mi lectura, es crear una crisis en el interior del partido forzando sutilmente a sus militantes a tomar una posición definida. Esta crisis, según lo leído en Internet (22/2/11), ya empezó con el amago de no pocos perredistas, algunos de gran importancia en su partido, de solicitar licencia temporal también.

El gambito que les puso López Obrador a los chuchos deja a éstos sin respuesta fácil. No le pueden dar la licencia porque no está contemplada en los estatutos, no se la pueden negar por lo mismo. Tampoco lo pueden expulsar porque sería un escándalo. Lo único que pueden hacer es dejarlo en el limbo, pero el golpe ya está dado y si se insiste en la consulta ésta repercutirá, antes de llevarse a cabo, en contra de los aliancistas en la renovación de la dirección partidaria. El candidato al gobierno del Edomex que habían aceptado todas las corrientes perredistas en la entidad (Encinas) ya definió su posición en este aparente enredo: él no se sale del partido, pero si se hace alianza con el PAN declina, y tampoco aceptaría ir bajo las siglas del Partido del Trabajo o de Convergencia. Encinas entendió muy bien la jugada de AMLO. Los chuchos fueron chamaqueados, y lo fueron porque se les olvidó que López Obrador ha sido un político acostumbrado a nadar contra la corriente, fogueado en años de luchar contra quienes lo han querido hacer a un lado a la malagueña y que han contado con todo el poder del Estado (la lista es larga incluso si comenzamos con el desafuero y no desde antes).

La diferencia sustancial entre los aliancistas y el tabasqueño es que los primeros recurren a maniobras y triquiñuelas, incluso en complicidad con el poder que decían combatir, en tanto que López Obrador confía en sus apoyos dentro y fuera del partido y, además, en las masas que ha ido juntando con una paciencia infinita y a pesar del vacío que le hacen muchos medios, especialmente los electrónicos.

El golpe que creyeron ganar los chuchos al lograr que el Consejo Nacional aprobara la consulta del 27 de marzo en el estado de México fue un triunfo pírrico que muy probablemente se les revierta el 19 de marzo al perder la dirección de su partido.

Muchos perredistas están en contra de AMLO, cierto, pero la mayoría sabe que éste los llevó a ser la segunda fuerza electoral y a ganar la Presidencia de la República (arrebatada), en tanto que los chuchos han convertido a su partido en una caricatura de sí mismo. Esto cuenta.

Ortega ha dicho que con esta situación el partido está en riesgo. Yo opino lo contrario: está en vías de redefinirse sin los aliancistas y retomar el rumbo. Los partidos, como los riñones, a veces necesitan una diálisis para eliminar las toxinas. Tal vez sea el momento de practicarla y depurar al PRD de quienes lo han convertido en un órgano enfermo y prescindible.

Lo he dicho muchas veces, y otros analistas también: si el PRD pretende ser de izquierda, o parecerlo, no se puede aliar con sus peores adversarios, el panismo calderonizado. Ya lo ha hecho en Oaxaca, en Puebla, en Sinaloa y puede ser que ocurra en Nayarit también, pero ninguna de esas elecciones tiene la importancia ni el significado simbólico del estado de México. En éste el sol azteca está emplazado a ser lo que debió ser desde su fundación, o un palero del PAN.

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