martes, 24 de enero de 2012

La importancia de llamarse Elba Esther-- HÉCTOR PALACIO

Elba Esther Gordillo es una mujer famosa, pero su figura no es ejemplar. Tiene la peor reputación moral o ética como maestra (no ejerce el profesorado, corrompe su gremio, utiliza a los profesores, negocia las plazas…), como político honesto (transacción bajo la mesa, mapachería, ilegalidad en la tabla de votación, compra de votos,…), como líder sindical (enriquecimiento, perpetuación en la representación, corrupción legendaria del SNTE) y como persona (practica del espiritismo, de la brujería y demás supercherías, como lo ha registrado el periodista José Gil Olmos en Los brujos del poder). Ostenta el orgullo de espantosas y costosas cirugías plásticas (usuarios de El Universal la enlistaron en 2010 entre los diez “peores cambios estéticos” junto a Lin May y Alfredo Palacios). A muchos visceralmente les “revienta”; otros argumentan con datos su malestar contra ella.

Lo cierto es que en el paraíso de la corrupción en que se ha convertido México, la “maestra” o maistra Elba Esther es un referente de negociación y transa-acción. Lo fue en 2000 con Fox antes de la creación del PANAL en 2005 y lo fue ya con el partido de su propiedad de manera abierta y flagrante en 2006. Entonces negoció con Calderón casi todo lo que quiso y afianzó su poder en la Secretaría de Educación Pública y en la Lotería Nacional, entre otras posiciones, supuestamente a cambio de un millón y medio de votos por demás ilegales, obtenidos por medio de todas las marrullerías posibles. De aquí le viene su reputación como efectivo ente corruptor en los procesos electorales; y a partir de esa claridad negocia todo lo posible. La base son los maestros del sindicato, el presupuesto público, el PANAL, los puestos entregados a sus protegidos-cómplices, las redes en los estados, y, antes que nada, la base es la descomposición.

Hacia 2012, no acaba de cuajarle la cifra a la maistra supersticiosa. Terminó con Calderón (quien según los periódicos zalameros le dio “un manotazo”); ha roto con el PRI (que si por iniciativa de ella, que si de Peña Nieto, que si de Beltrones o si por la dulce venganza de Labastida Ochoa o de los madracistas, o porque no cuadraron los tamaños de las rebanadas del pastel de las candidaturas, etc.); AMLO, quien rechazó negociar con ella en 2006, ni la voltea a ver si no para subrayar la necesidad de su exclusión por el bien del sistema educativo nacional (y quien, además, apunta que esta ruptura con el PRI es una mera simulación, pues la alianza continúa en vía de facto).

Le quedan dos opciones a Gordillo: Ir sola con el PANAL o regresar al carril de Calderón en caso de que se registrara el milagro o el fraude de que Cordero resultara el candidato del PAN. Con la ventaja de que esos amorosos se conocen muy bien. ¿Y quién dice que ya entrados en terrenos cenagosos la propia Josefina no reconsideraría su amistad con la tigresa sindical? Sin embargo, la perspectiva de AMLO, la de la simulación, habrá que seguirla con lupa. Videgaray, coordinador de la campaña priista, ha dicho que con Elba no hay ruptura sino “reconocimiento a su trayectoria” y una “relación espléndida”.

Sea lo que sea, caiga como caiga, guste o no guste, la maistra tigresa sindical tiene tal peso, que el día lunes 23 de enero la mayoría de los periódicos y los columnistas más importantes, por reputación o fama, y quienes no lo son, se ocuparon de ella, su partido y la noticia de que ha roto con el PRI. Espejo de la grave presencia del fango y la corrupción aceptada o vista como normal dentro de la política mexicana. Una desvergüenza.

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