En política, las apariencias ayudan… o estorban. Y es así que, en Morelos, la disputa por la candidatura del PRI a gobernador, la encabezan dos personas muy diferentes entre sí: un muchacho de 33 años de edad que parece eso, un muchacho, y un viejo de 57 años que podría ser contratado como extra en películas mexicanas como la de El Infierno.
Hablo de Manuel Martínez Garrigós, un joven de clase media con estudios de posgrado en filosofía del derecho, y del dinosaurio Amado Carrillo, el clásico líder campesino del viejo PRI ligado a todo lo malo que hay en la política nacional.
No son los únicos que buscan la candidatura a gobernador de Morelos, pero son los principales.
¿Quiénes son los otros?
Está Jorge Morales Barud, economista. Él fue gobernador interino como relevo del defenestrado Jorge Carrillo Olea. Obtuvo ese premio porque el que la merecía, Juan Salgado Brito, fue cuestionado por el “izquierdista” Graco Ramírez ante Francisco Labastida. Pues bien, ese mismo que hoy aspira a ser electo representando al PRI ya se había ido al PAN. O al menos es lo que mucha gente entendió cuando lo vio trabajando para las administraciones panistas de Sergio Estrada Cajigal y de Marco Adame. Por sus veleidades partidistas, Morales Barud no sería el mejor representante de un partido en el que ahora se sabe sí milita, pero al que abandonó y hasta combatió como empleado no de una, sino de dos administraciones de otro color.
Hay también una precandidata, Marisela Sánchez. Ella ya perdió frente al PAN, hace seis años. No parece una opción seria.
Entre los aspirante priistas no podía faltar, desde luego, el que presume una relación cercana con Enrique Peña Nieto. Se trata de Francisco Moreno, quien ciertamente ha sido amigo del mexiquense. Pero su prestigio no es el mejor. No le ayuda haber sido colaborador de alguien tan cuestionado como el líder sindical Leonardo Rodríguez Alcaine, “La Güera”. Por si fuera poco, Moreno se ha visto involucrado en balaceras, como la que se dio en su oficina no hace mucho. Una persona del primer círculo de Peña Nieto, Alfonso Navarrete Prida, tuvo que intervenir para que las cosas no se le complicaran de más a Moreno. Y bueno, de la lealtad de este personaje habla el hecho de que, a pesar de haber convivido tanto con Peña Nieto, en sus informes como diputado el invitado de honor haya sido Manlio Fabio Beltrones, quien hasta hace un par de meses disputó la candidatura presidencial del PRI al ex gobernador del Estado de México. En Cuernavaca a Moreno se le considera un hígado de esos que engolan la voz.
Así las cosas, si Enrique Peña Nieto y Pedro Joaquín Coldwell quieren perder Morelos, deberán asegurarse que el candidato del PRI a gobernador no sea uno de los dos que pueden ganar, Manuel Martínez Garrigós o Amado Orihuela.
Pero si, además de ganar Morelos, quieren los dirigentes nacionales del PRI un candidato que con su imagen le sume, y no le reste votos a Peña Nieto en otros lugares del país, deberán rechazar al señor Orihuela, cuya imagen y fama son los del viejo PRI, y no los de la tan manida nueva generación de políticos priistas que se supone acompaña al mexiquense. Digo, a Orihuela lo apoyan Jorge Carrillo Olea y Emilio Gamboa, que no se identifican con ninguna generación juvenil, y se habla de relaciones sospechosas de don Amado con grupos de la delincuencia organizada.
Por cierto, ante el mal desempeño del perredista Graco Ramírez, quien no avanza en las encuestas, sobran las voces de izquierda que quisieran a Martínez Garrigós como candidato del PRD. Porque da muy bien el perfil progresista: tiene cultura, es joven y su discurso y sus actuaciones son las de un liberal.
De hecho, formado al lado de Juan Salgado Brito, hoy lopezobradorista, si el PRD desde hace años hubiera apoyado más a Salgado Brito que a Graco Ramírez, hoy Manuel Martínez Garrigós tal vez defendería las banderas de la izquierda.
Pero en el PRD se equivocan con mucha frecuencia. Y eso, equivocarse, es lo que hará el PRI si rechaza a Garrigós solo por cuatro defecto: ser joven, tener 33 años de edad, ser terco y rebelde.
Garrigós llegó a la alcaldía de Cuernavaca al tercer intento y ha hecho muy buen papel, a pesar de tener explicablemente mala prensa. ¿Explicablemente? En efecto: dejó de gastar millones en medios, como lo hacían sus antecesores.
La decisión es de Pedro Joaquín y de Peña Nieto. Pueden equivocarse o hacer lo correcto. Es su derecho político.
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