domingo, 1 de abril de 2012

La voz de los candidatos-- HÉCTOR PALACIO


No se trata aquí de hablar del contenido o vacío del discurso de los candidatos presidenciales, sino de considerar su capacidad y cualidad meramente vocal; desde la perspectiva del uso y la emisión de la voz como instrumento de comunicación y de las posibilidades de la misma.

Han iniciado las campañas y la voz es un indicador que usualmente es soslayado. Es de suponer que luego de la “veda electoral”, las voces estén reposadas, en guardia para la ardua actividad de tres meses. Quizá estén un poco fuera de forma, pero sin duda contienen en sí mismas el historial fisiológico objetivo de las cuerdas vocales, de sus capacidades orgánicas y sus usos como instrumento. En el primer minuto de marzo 30, Peña Nieto y Vázquez Mota iniciaron su campaña; López Obrador lo haría horas después. ¿Qué expresan sus voces?



Peña Nieto: Posee una voz débil, habituada al micrófono, al amplificador, a la cámara de televisión, al discurso en un ambiente preparado, a grupos pequeños de gente. Una voz sin colorido de timbre, monótona, que cuando es sometida al trabajo de la arenga, borda los límites de la ruptura de la continuidad de la vibración por la disfuncionalidad más que microscópica de sus cuerdas vocales. En el inicio de campaña en Jalisco y aunque es evidente que se dirige a una mayoría de acarreados -las tomas de su canal de Youtube son editadas-, se le oye enronquecido desde un principio, se le ve tomando agua para refrescar e hidratar los músculos en torno a la laringe y, hacia el final, cuando grita el último “Viva México”, el “gallo” es muy claro. Por otra parte, no hay conexión entre su mensaje y la realidad del país que aspira dirigir, se trata de frases hechas, memorizadas, lo cual también se manifiesta en una voz áspera, árida.



Vázquez Mota: Aunque tiene un poco más de vigor que la de Peña Nieto, la voz de Josefina también ronda el colapso permanente. Su ronquera es la de una voz deshidratada, casi con espumarajos en la comisura de los labios producto del cansancio. Voz robótica e invariable, poco agradable al oído, que aunque continúa el discurso programado, exhibe el nervio por su falta de vinculación tanto con la verdad como con el público. Así se registra en la desbandada del Estadio Azul. Entre más gente abandona el lugar, más evidente es la ronquera de la falsa optimista, la eufórica sin causa. Al minuto del inicio de su campaña en el Distrito Federal, ya estaba semi-afónica y expresándose no con buena oratoria sino prácticamente a gritos.



López Obrador: Aunque no es bella y con un timbre que tiende al registro agudo, a veces a la nasalidad, la de AMLO es una voz formada en la plaza pública, al aire libre, ante cientos, miles de espectadores. Incluso, en los inicios de su carrera, prescinde del micrófono. Tiene la capacidad del buen orador, mide el talante de la audiencia, no necesariamente lee papeles, mucho menos recurre al telepromter como Peña, improvisa, arenga. Una voz curtida en la batalla de los años, que difícilmente enronquece y si sucediera, tiene la capacidad de la recuperación con el breve reposo. Agréguese además la conexión sonora con la convicción de las ideas, lo cual da un extra de fortaleza al órgano vocal. En el inicio de la campaña en Tabasco, el discurso es absolutamente convencido y convincente.

Si se tratara de campañas rústicas, sin micrófono, el único de los tres que sobreviviría sería López Obrador. Mientras los otros dos carecen de una buena técnica y experiencia ante las masas, la del líder social de la izquierda es una voz apoyada en una respiración intuitiva resultado del hábito y la excelente proyección aérea, tiene un buen soporte diafragmático y un buen uso de los resonadores óseos naturalmente desarrollados en su emisión.

Si se estableciera una comparación de las voces de los candidatos con la de cancioneros populares, se diría que la de AMLO equivaldría a la de Vicente Fernández, quien puede cantar por horas, hasta que el público deje de aplaudir; la de Vázquez Mota a la de Ana Gabriel, quien a la segunda de sus patéticas canciones ya está ansiosamente afónica; y la de Peña Nieto, aunque sus aduladores pudieran pensar en Luis Miguel (quien sí tiene talento), en realidad ni si quiera se acerca a la de un triste Juan Penas. Y mis conocimientos de los cancioneros no llegan a tanto como para encontrar un símil de una voz tan monocorde, cansina, carente de gracia y proyección, enronquecida y al borde del colapso de principio a fin, como la del candidato del PRI; quede en los lectores interesados.

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