El diputado panista Javier Corral ha estado advirtiendo que los priístas del estado de México están llamando a participar en la consulta del 27 de marzo sobre la alianza del PAN y el PRD. Sugiere, él y otros políticos, que Peña Nieto está tan atemorizado de dicha alianza que la consigna a sus correligionarios es que voten No. Como se trata de una consulta ciudadana, no se puede impedir que voten todos los mexiquenses, sean del partido que sea o sin partido.
Un razonamiento simplista sería que si una acción es mala para mis enemigos entonces es buena para mí, y viceversa. De tal razonamiento desprenden, panistas y perredistas, que si la alianza es mala para el PRI gobernante, es buena para la oposición en su conjunto. Lo que no cuestionan los blanquiazules ni los del sol azteca son el significado y las consecuencias de la propuesta de la alianza.
Evitar que el PRI gane la gubernatura en la entidad mexiquense, aliándose con el enemigo (bajo la tonta máxima de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos), es engordar el caldo a Felipe Calderón y al PAN, pues el PRD, así como está y bajo la dirección de Chucho II, no ganaría la gubernatura este año ni mucho menos la Presidencia del país el año entrante.
Si el resultado de la consulta es favorable a la alianza, el PRD, muy especialmente, terminará de desprestigiarse ante los millones de mexicanos que quisieran verlo como una alternativa de izquierda o de centro izquierda; si es en contra, casi seguro que el tricolor seguirá gobernando y Peña Nieto saldría un poco más fortalecido de lo que está ahora. En este segundo escenario, el PRD también pierde, pero por partida doble: 1) por haber querido hacer alianza con el PAN y 2) por haber perdido la posibilidad de hacerla, gracias a la consulta abierta a todos los ciudadanos y a los perversos priístas que participen en ella para sabotearla –como diría Corral.
En teoría, si no gana la alianza como resultado de la consulta, Encinas sería el candidato del sol azteca. No conozco suficientemente la intención del voto en el estado de México, pero me temo que el PRD solo no le ganaría al PRI, por lo menos esto es lo que piensan los perredistas pro alianza, y algo sabrán, pues son oportunistas, pero no tontos ni desinformados.
Como veo las cosas, el amarillo con negro perderá en todos los casos, y si buscamos culpables, encontraremos que éstos fueron (o serán) los chuchos y los promotores de la alianza con el PAN y/o con Calderón que antes estaban con López Obrador.
Quiero dejar constancia de que, como estudioso de la política, no creo en los políticos puros ni me atrevería a pedirles que fueran tan consecuentes en sus ideas y simpatías políticas como podemos ser los intelectuales que hemos evitado ser cooptados por el poder. Pero, como en todo, hay límites razonables y relativos para la acción, y también prioridades cuando se trata de tomar decisiones que afectan a terceros. La prioridad que han escogido los de Nueva Izquierda (alias chuchos) es conservarse en el podercito de sus cargos partidarios y en el reparto de candidaturas de mayoría y de representación proporcional en las elecciones. Otra cosa sería si hubieran escogido hacer de su partido una gran organización opositora y de izquierda, o centro izquierda, que la distinga de las demás.
Tan perdieron la brújula por sus ansias de poder, de podercito, en realidad, que no han podido (o querido) distinguir la casi identidad de intereses que defienden el PAN y el PRI ni oponerse a ambos por igual. Peor aún: son convenientemente amnésicos. Quieren olvidar que tanto el PRI como el PAN les robaron la Presidencia de la República en 1988 y en 2006. ¿Qué diría su sicoanalista, si lo tuvieran? ¿Les diagnosticaría una especie de síndrome de Estocolmo o simplemente masoquismo?
Observo una paradoja muy curiosa en los chuchos: ven y aprecian para sí mismos el poder del aparato partidario, pero no el de sus adversarios. Me explico mejor: usaron el aparato del partido y su fuerza en el Consejo Nacional para ganar en la renovación de la dirección del PRD, pero se resisten a ver el mismo uso en el gobierno de Calderón. Parecen pensar que éste, por sus errores múltiples y obvios, está debilitado y que, por lo mismo, el PRI podría ganar la elección presidencial de 2012. Como el tricolor ha venido fortaleciéndose en los últimos años, después de haber pasado a ser la tercera fuerza electoral en 2006, apoyan al débil en el Edomex para evitar que el fuerte se fortalezca todavía más. En sus fantasías construyeron un escenario en el que, debilitado el PRI y su posible candidato mexiquense, ellos competirían por la Presidencia con un PAN también debilitado, y tendrían mayores probabilidades de ganarle. Sin embargo, el peso del aparato y los recursos del gobierno federal y de sus bien pagados aliados en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación bien pueden ser usados para evitar que el PRI y el PRD puedan ganar. Las experiencias del 88 y de 2006 no pueden ni deben olvidarse.
El poder es el poder y se usa cuando y como sea necesario. Lo que está en juego, habré de insistir, no es sólo que el PAN continué gobernando, sino que el régimen político que consolidó Salinas, y que han usufructuado Zedillo y los panistas, pueda cambiar por otro, distinto al neoliberal-tecnocrático y entreguista que tan contentos tiene a Estados Unidos y a los grandes empresarios en nuestro país. Esto es lo que no parecen haber entendido los chuchos, razón por la cual, en lugar de fortalecer su partido han preferido ser socios minoritarios del poder a como dé lugar. O tal vez sí lo han entendido y por eso han querido ser aliados del PAN: algo les tocará en el reparto de utilidades.
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