viernes, 18 de diciembre de 2009

(((Don Arturo))) Federico Arreola

“Tratamiento de respeto, hoy muy generalizado, que se antepone a los nombres masculinos de pila. Antiguamente estaba reservado a determinadas personas de elevado rango social”. Así define la expresión “don” el diccionario de la Real Academia Española.

En México, sin lugar a dudas, en los ambientes policiacos y militares decirle a alguien “don” significa respetarlo en extremo: es decir, tenerle miedo. Más que por su edad, por su posición económica, su jerarquía y su poder.

En el Ejército Mexicano no pocos militares de alto rango así se referían al narcotraficante muerto el miércoles en un enfrentamiento en Cuernavaca, Morelos: “Don Arturo”. Era inevitable, ciertamente, que antepusieran el “don” al nombre del integrante de la familia Beltrán Leyva que ha perdido la vida. Se justificaba porque “don Arturo” era uno de los auténticos jefes de jefes en la mafia mexicana. Sin exagerar, tenía tal vez más poder que el propio Chapo Guzmán, al que se le niega el trato de “don Joaquín”.

No comparto las dudas de mucha gente en el sentido de que no ha fallecido Arturo Beltrán Leyva —don Arturo, insisto, en los cuarteles, en las comandancias de policía y en los centros de operaciones del narcotráfico—, es decir, seguro estoy de que ese capo ha muerto. La duda que me asalta es la de por qué lo mataron. Hay varias opciones:

La primera opción, menos probable (pero daré el beneficio de la duda), que es tan de verdad la guerra contra el narco de Felipe Calderón que la autoridad se atrevió a ir inclusive contra el jefe mafioso que, a pesar de su poder, menos problemas provocaba al gobierno, sobre todo porque sus métodos no eran tan violentos como los utilizados por los dirigentes de otros grupos, como los Zetas y La Familia. Aun en este escenario, desde luego, Felipe Calderón hace mal en considerar un “logro” de su gobierno la muerte de un delincuente en una batalla. En un verdadero estado de derecho es logro es capturar y juzgar correctamente a los presuntos criminales.

La segunda opción, medianamente probable, es que Arturo Beltrán Leyva traicionó a alguien y quiso ejercer más poder del debido, lo que obligó a la misma mafia a traicionarlo para hacerlo a un lado en complicidad con las autoridades.

La tercera opción, altamente probable, es la de que Beltrán Leyva cayó por error en una batalla que no le correspondía, lo que va a complicar las cosas al Ejército y a las policías porque él era, según todos los que saben, el único narco con el que más o menos podía “pactar” el gobierno.

En cualquier caso, habrá problemas. Serán mayores o menores en función de la manera en que tomen la muerte de Arturo Beltrán Leyva sus herederos, entre los que habrá alguno que muy pronto llegue a tener tanto poder como “don Arturo”. Es que, ya se sabe, la mafia es fuerte sobre todo por su capacidad para reemplazar en cosa de segundos a los jefes caídos.

Otra vez, en el actual vuelo del avión llamado México hay que recomendar a los pasajeros: “Abróchense el cinturón, entramos a zona de todavía mayor turbulencia”.

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